Durante los últimos veinte años hubo en los medios una tendencia a contratar periodistas formados en ciertas instituciones educativas. Durante los últimos veinte años fueron echados o raleados de los medios todos los que tuvieran más de 40 años y todos los que pensaran distinto. Durante los últimos 20 años los medios sólo hablan de la universidad pública para denostarla y para decir que "allí nadie va a estudiar". Durante los últimos 20 años para ejercer el periodismo en un diario o en otro medio de difusión masiva hay que tener grandes empresas que le brinden apoyo económico -¿a cambio de nada?- o pertenecer a alguna institución educativa que defienda ciertos intereses económicos. Hasta armaron sus propias escuelas de formación de periodistas y, en todo caso, si no les alcanza, los mandan a estudiar a algunas de las universidades que actúan como centros de difusión de las ideas que defienden.
La lista de críticas contra el sistema educativo es larga, pero uno aprendió a querer a la universidad de Leloir, de Houssay, de Milstein, de Pérez Esquivel, de Saavedra Lamas y también de Sadosky, que no lo logró, pero merecía un Nóbel. La universidad pública, una institución donde se hace un enorme esfuerzo para formar periodistas, comunicadores, economistas, abogados y científicos con sensibilidad social - que no es lo mismo que la beneficiencia cheta- profesionales capaces de pensar críticamente, no de sumarse a cualquier cosa que digan quienes les pagan el sueldo.
Leer y estudiar no es suficiente, también hay que aprender a desprenderse de las ataduras, a ser crítico y libre. Con los nostálgicos de Camdessus delante del aula, hay que ser muy valiente para pensar con autonomía. La práctica viene mostrando que de tales maestros, tales artículos periodísticos, tales investigaciones, tales "ideas espontáneas" y tales resultados. Al menos en una buena parte de los casos.
Alguno dirá que hay excepciones, que en muchas esas instituciones dedicadas al adoctrinamiento económico-político hay estudiantes inteligentes y con buenas intenciones. Si, es cierto. También hay cientos de graduados de las universidades públicas que consiguen entrar a los medios a pesar de todo. Muchos profesionales educados en la universidad pública y muchos de los educados en algunos centros universitarios privados tal vez se inserten en los medios, a pesar de su espíritu crítico. Otros probablemente no logren conseguir trabajo y tengan que pasar a formar parte de la mayoría silenciosa de los periodistas marginalizados. Pero es en el interior de sus mentes, o de sus CPU, donde tendrán que decidir si conservan la dignidad intacta o si aquello que los obligan a escribir termina reemplazando al archivo de sus memorias.
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