Hoy publiqué en Carta de Negocios una nota que, creo, puede servir a los lectores del Blog. Y si no les resulta de utilidad, pueden avisarme. Saludos. Rubén. | |
(Por Rubén Levenberg) En medio de la crisis, las negociaciones salariales son difíciles. Pero hay al menos dos actividades en los cuales las disputas –si se las puede llamar así- son patéticas. | |
En la Argentina de los últimos años se han dado pasos interesantes cuyos resultados se verán en el mediano plazo. Algunos ya se pueden verificar, con sólo comparar los diarios de 2001 con los de 2009: Esta vez la crisis no fue originada por una fuga de divisas encarada por los sectores financieros especulativos, que hicieron tambalear a bancos locales sino por la irresponsabilidad de grandes bancos internacionales y grandes consultoras de riesgo. entre estas últimas, la más importante, que es el FMI, acaba de admitir que por concentrarse tanto en insistir que los países en vías de desarrollo debían cumplir sus indicaciones, se olvidaron de aplicar los mismos criterios a los países desarrollados. Así, la mecha se encendió en los Estados Unidos y su crepitar se escucha en todo el mundo desarrollado. En el resto del planeta, la explosión inminente se traduce en una fuerte baja de las compras de sus productos. Así lo sufren Brasil, Chile y la Argentina, cada uno con sus características particulares. En medio de tal crisis, en la Argentina los diarios, radios y “analistas” de televisión aconsejan al público que no gaste, que no invierta, que se paralice. Tal vez tengan razón, tal vez no, pero sea como sea, constituyen una generosa contribución a la desconfianza general. La realidad muestra que los precios venían subiendo mucho más de lo que indicaba el INDEC, que el crecimiento seguía en camino pero iba a ser menor que el del año pasado y que el pésimo tratamiento de la crisis con los empresarios del campo por parte del gobierno, conflicto que comenzó precisamente un 11 de marzo de 2008 luego de una actitud suicida del entonces ministro de Economía Martín Lousteau, tendría sus consecuencias. Graciosamente, ayudaron a darle entidad política a un grupo de interés económico que a su vez ahora aporta la argamasa para unir a una oposición que hasta entonces repartía miserias. También los números indican que las estimaciones inflacionarias de los grupos privados se acercan cada vez más a las del INDEC, simplemente porque la recesión y la desconfianza están provocando una baja del consumo. Por estos días, empresas que dan ganancias enormes tienen que bajar sus plantillas de empleados por el simple hecho de que sus casas matrices decidieron que era mejor echar a un argentino que a un ciudadano del primer mundo. Otras, afectadas directamente por la recesión internacional, la baja de las exportaciones y la caída de las expectativas, están golpeadas o avanzan –retroceden- hacia el cierre. Alzas y bajas que muestran que al menos los países de la frontera del mundo pueden regodearse porque sufren sensiblemente menos la crisis que quienes la originaron. Pero la sufren. Cuando las empresas no invierten, se achican o cierran, los empleadlos tiemblan. Algunos sectores, sin embargo, parecen inmunes a toda crisis, unos porque siempre están mal y otros porque, por su actividad pueden descargar sus beneficios sobre otros pobres. El contraste es patético: 1) El SUTERH, el sindicato que agrupa a encargados y porteros, vuelve a auto-asignarse un aumento de sueldos, que esperan sea del 25 por ciento, además de incorporar definitivamente lo que había sido un “premio”, también auto asignado. Es el caso de un sindicato que no tiene patronal, que no tiene contraparte. Año a año, se sientan a negociar consigo mismos y reparten ganancias con la entidad que agrupa a los administradores de edificios, cuyo negocio es que las expensas suban. Los propietarios de departamentos carecen de representación y deben esperar hasta que el sindicato decida cuánto va a a cobrarle este año. 2) La contracara del SUTERH son los gremios que agrupan a los periodistas. Entran en otra categoría, porque aquí las empresas están agrupadas y sólidas y los empleados carecen de la menor influencia, ya que la mayoría trabaja en negro y no son incluidos en negociación salarial alguna. Despidos, precarización, trabajo en negro, falta de calidad profesional y una inédita corrupción por parte de empresas y profesionales son las bases sobre las cuales funciona hoy el llamado “cuarto poder”. La prensa tiene en algunos casos más del 50 por ciento de sus empleados sin inscribir, sin derecho alguno y en una de las profesiones más estresantes y peligrosas, según los datos de todas las entidades que se ocupan de la salud profesional. Como ejemplo, basta un botón: En estos días se ha armado una gran conmoción por el despido de periodistas del diario La Nación, pero no hubo ni habrá un comunicado gremial ni una queja de los delegados internos por la miseria que se le paga a un colaborador y porque además, los colaboradores son echados cotidianamente sin que nadie se preocupe demasiado. Nadie, es obvio decirlo, dedica a estos periodistas empleados en negro siquiera una de las decenas de centímetros que dedicaron y siguen dedicando al "caso Nelson Castro". Toda una identificación desde las empresas: Hay periodistas de primera y periodistas de cuarta, que ni siquiera son reconocidos como tales. Dos actividades laborales, una que negocia con nadie y se asigna sus sueldos; otra que no tiene quién negocie por ellos y sigue percibiendo ingresos sin actualizar desde 2001, que si es suspendido o echado, sólo puede hacer su reclamo mediante un juicio que dura tres o cuatro años y que además lo deja definitivamente fuera del mercado; uno que tiene un sueldo mínimo y otro cuyos miembros, en su mayoría no tienen sueldo. Para los propietarios de un departamento en un edificio, las auto-negociaciones del SUTERH llevan casi inevitablemente al endeudamiento y con el tiempo, en muchos casos, al remate de su vivienda. Muchos de ellos son jubliados propietarios que terminan alquilando una pieza en una pensión o en la casa de algún hijo más o menos pudiente y comprensivo. Para los empresarios no periodísticos, que tratan a diario con el periodismo, hasta ahora la situación es beneficiosa. Un colaborador de una empresa periodística es débil, tiene ingresos inestables y trabaja 17 de las 24 horas del día, por lo cual depende de lo que la fuente –el político, el empresario, el dirigente deportivo o el organizador de un espectáculo- puedan acercarle como información. Son candidatos a recibir regalos, a viajar por cuenta de una empresa en lugar de hacerlo por decisión de su diario o revista –cosa que ocurría muchos años atrás- son víctimas de cualquier presión, en la medida que por lo general no tienen el apoyo de sus empleadores –que no los emplean- ni de sus gremios, que sólo se ocupan de los que están empleados en diarios, agencias noticiosas, radio y TV. Terminan vendiendo avisos para algún medio en el que escriben, con lo cual dejan de ser periodistas y se convierten en agentes con un pie en cada lado del mostrador. El derecho a la información, ausente sin aviso pero con una jugosa pauta asegurada. Dos actividades, una sin empresarios para negociar, otra con una mayoría de trabajadores en negro que no tienen quién los represente para negociar. Mientras tanto, una propaganda del Gobierno dice que hace poco tiempo había unas 50.000 empleadas domésticas en blanco y que el número ya supera los 350.000. Tal vez sería bueno que alguna vez hicieran las cuentas de cuántos periodistas están en blanco y cuántos están en negro. Eso, sin contar a los cada vez más escasos periodistas que viven de otra cosa y no quieren estar en blanco. Para ellos, aquel viejo Estatuto había definido la categoría de “colaborador”, no para todos, sólo para ellos. |
Frases de cabecera
-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.
marzo 09, 2009
Las paradojas de porteros y periodistas
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