La discusión entre Víctor Hugo Morales y Luis Majul durante la presentación de un libro desató una serie de opiniones acerca de un tema delicado para quienes estudian los medios desde la perspectiva académica: El periodismo de investigación. Dejaremos de lado la polémica entre Morales y Majul, que caprichosamente algunos intolerantes quisieron ver como una polémica entre kirchnerismo y antikirchnerismo. Detrás de ello había un problema más importante, que Víctor Hugo intentó dejar sentado: ¿Cuándo se justifica hablar de “periodismo de investigación”?
En la Argentina se utilizan categorías que en el resto de los países hispano parlantes tienen otros significados. Aquí se habla de “reportaje” cuando en el resto del mundo se dice “entrevista”. Al mismo tiempo, los españoles denominan “reportaje” a un informe profundo sobre un tema determinado.
Hasta allí, las diferencias se refieren a las nomenclaturas, que muchas veces llevan a la confusión. Pero hay otra categoría, la del periodismo de investigación, que es más problemática aún, porque en la Argentina se confunde el informe profundo con el periodismo de investigación o, como dirían los españoles, el reportaje con la investigación. Hay muchas definiciones de periodismo de investigación, pero todas comparten tres ideas básicas:
a.- Tiene que ocuparse de un problema de relevancia social.
b.- Tiene que ser un tema original, que no se refiera a lo que otros han investigado.
c.- Se trata de descubrir algo que alguien quiere que permanezca oculto.
Si bien, como diría Gabriel García Márquez, “todo el periodismo debería ser de investigación”, diremos que la diferencia entre quienes investigan y quienes ejercen el periodismo que no es de investigación es que unos buscan descubrir lo que alguien quiere ocultar y otros buscan algo que puede estar oculto o a la vista, pero que nadie se ocupa de ocultar voluntariamente. En su libro “El Periódico, actor político”, Héctor Borrat señala, además de los tres aspectos marcados, otras condiciones. Entre ellas, que lo oculto que se investiga, para ser revelado, se busque siempre en un terreno diferente al de los objetivos e intereses del propio periódico en el cual se publica. Si se aplicara la regla a la mayor parte de lo que en la Argentina se suele denominar hoy en día como periodismo de investigación, tal vez ningún texto pasaría la prueba.
Un periodista puede hacer notas, relevamientos, entrevistas y cruce de información sobre la miseria en algún lugar de la Argentina. Eso es un “reportaje” a la española o un informe especial (un informe profundo). Si se encuentra con que hay funcionarios que intentan evitar que se conozca la situación sanitaria, habitacional o educativa del barrio; si el barrio está en una situación miserable pese a que dos años antes se instaló una compañía minera que prometió emplear a los habitantes del lugar; si no tienen provisión de agua pese a que el Intendente recibió subsidios de la Provincia para resolver el problema; seguramente el informe se convertirá en una investigación. Pero en tal caso, el periodista tendrá que tomar otros recaudos e interpelar a las fuentes desde otro lugar, porque se enfrentará con quienes quieren que la información permanezca oculta: La empresa minera o el Intendente, en los ejemplos hipotéticos mencionados.
El periodismo de investigación tiene otras reglas y si bien comparte rutinas con otros géneros del periodismo, tiene sus propias rutinas adicionales, en general heredadas de la investigación en Ciencias Sociales. Estas rutinas adicionales apuntan a cuestionar su propia percepción y a sus propias fuentes, hacer un relevamiento cuidadoso de las fuentes primarias y a utilizar los hallazgos como simples disparadores de nuevas preguntas en lugar de convertirlas inmediatamente en respuestas. Estas técnicas tienen su costo en horas-periodista y los resultados finales de la investigación pueden ser un fracaso. En suma: La investigación puede tener un resultado cero, lo cual hace que sean pocas o ninguna las empresas periodísticas que tienen equipos de investigación. Es sabido que en tiempos de ajuste permanente, como ocurre en el periodismo argentino más allá de lo que pase en el resto de la sociedad, se prioriza la eficiencia por encima de la eficacia. No importa qué se averigüe, si se lo hace a costo cero.
En la Argentina abundan, eso sí, especialistas en informes profundos o, en algunos casos, periodistas que toman un documento o declaración off the record de alguna fuente y sobre esa base elaboran una nota a la cual sus editores, para capitalizar el trabajo (léase: inversión) o jerarquizar una operación de prensa, ubicarán en la categoría de “investigación”, un término simpático que resulta más atractivo si se le adiciona el adjetivo “exclusiva”.
Es un tema para debatir, porque si las operaciones de prensa se disfrazan de investigación o los informes profundos se convierten mágicamente en notas de investigación, no sólo se prostituye el género sino que se engaña al público, supuestamente el destinatario del trabajo periodístico.
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