Navegaba por Internet con el objetivo de entender un poco mejor quiénes son los dueños del Grupo Uno -que en Rosario despide trabajadores de prensa y se rie de las conciliaciones obligatorias- cuando me encontré con una vieja nota de Mariano Obarrio, el periodista de La Nación. Se me ocurrió que valía la pena reproducirla y para eso está el vínculo que agregué.
Para quienes hacíamos periodismo allá por los años 80, más precisamente en el 82, época en la cual los centros de estudiantes se preparaban para el retorno a la democracia, un militante mendocino vestido con un traje pensado para alguien más flaco, con menos traste y mejor plantado que él, mezclado entre los cánticos estudiantiles trataba de hacerse de amigos periodistas. El mundo de la política estaba por parir una estrella y el mendocino respondía a todos los requerimientos básicos para cubrir uno de los puestos vacantes: Mucha simpatía y pocos escrúpulos. Entre sus compañeros peronistas, el jóven José Luis Manzano era uno más de los influyentes que se acercaba a la renovación para enganchar algún sueldo oficial. Era un producto de la clase media mendocina, pero no la que levanta la nariz como un ganso sino la que se esfuerza por manterner cierto statu-quo trabajando. La familia, no el retoño.
No creo que haga falta contar cómo llegó de militante a ministro de Carlos Saúl el Riojano. Diremos, simplemente, que siguió un derrotero parecido al de otros dos adalides de lo que luego sería la "cafieradora", organización liderada por Antonio Cafiero que tenía el objetivo de renovar al peronismo. O al menos era lo que decían Carlos Grosso; futuro intendente de la Ciudad de Buenos Aires; José de la Sota, futuro gobernador cordobés y el propio Manzano, quienes fueron las caras visibles del patriarca de la familia Cafiero. Tras la derrota, en 1989, y mientras su adversario comenzaba a festejar el triunfo en la interna, De la Sota, Grosso y Manzano comenzaban a jugar con el líder triunfante. Fue un salto mortal que el mejor trapecista del mejor de los circos hubiera envidiado.
De allí en más, justamente el cubano exiliado Más Canosa -fallecido hace tiempo- sirvió de contacto para que algunos dinerillos de origen poco claro terminaran invertidos en medios de comunicación y otros negocios, en asociación con la familia Vila, dueña del diario Uno, que luego pasó a ser el Grupo Uno. Abundan las historias que circulan acerca de cómo se construyó el grupo, pero no nos interesan los chismes.
A cambio, invito a los lectores a un ejercicio de imaginación que bien podría aplicarse a una docena de casos más o menos importantes en la Argentina y en el mundo. No al de Vila-Manzano-Mas Canosa, claro, que la lengua se nos haga a un lado: El señor A le ofrece dinero al señor B para que le venda sus acciones en un diario o en un canal de TV. El señor B dice que si, porque el precio es tentador. Se firma la operación y el señor A se hace cargo del diario. Luego viola el contrato y no paga un centavo a B. El señor B intenta protestar ante la justicia, pero justamente a través del diario o el canal adquirido se inicia una campaña en su contra. Fotos trucadas, campañas con información falsa, seguimientos, etc. El resultado, el antiguo dueño del diario o el canal se tiene que resignar a perder todo, antes que perderse a si mismo y a su familia. Algo parecido podría ocurrir si el dueño de un canal de TV no quiere vender.
Jueces que tienen casa en un country que pertenece al monstruo mediático, policías bravas que se llevan mejor con los jueces que con la Justicia, campañas contra adversarios económicos, lazos con personajes non-sanctos del exilio cubano (por no decir narcos, que suena feo) y aprietes varios son ya muy conocidos.
En dichas manos queda ahora parte del poder mediático, que comparten con el grupo Clarín. Porque a pesar de que se sigue utilizando el término "monopolio" para describir la concentración de poder mediático que estos empresarios o pinches devenidos en tales fueron juntando en pocos años, el término correcto es "oligopolio". Sea cual sea el nombre, queda claro que hay una furia notable entre quienes están acostumbrados a ganar sus peleas mediante recursos mafiosos. Contra todo un gobierno no es tan fácil, aunque una jueza alojada en un country del grupo y una cámara que simpatiza con el grupo por sus ideas nostálgicas acerca de la última dictadura militar hayan logrado suspender la aplicación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales.
A veces vale la pena agudizar un poco la memoria. Bastaría con leer la nota de Mariano Obarrio para descomponerse un poco. Como seguramente se habrán descompuesto los señores "B" que sucumbieron ante uno de los oligopolios. ¿Se hará justicia alguna vez?
Postdata: Para evitar los malos usos de la terminología económica, aquí van dos definiciones necesarias para el momento. De nada.
Monopolio: Situación de mercado en que la oferta de un producto se reduce a un solo vendedor.
Oligopolio: Concentración de la oferta de un sector industrial o comercial en un reducido número de empresas.
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