Una recorrida por las versiones online de todos los diarios de circulación nacional y la cobertura general de los medios muestra a una prensa que está “consternada” por el accidente o incidente, pero que recibe con gratitud las publicidades de las automotrices, que exaltan valores como “velocidad” y “potencia”. Si las publicidades de tabaco fueron prohibidas, ¿Por qué no prohibir las publicidades de automóviles que incitan a circular a altas velocidades? ¿No debería agregarse al menos la leyenda “circular a alta velocidad provoca 22 muertes por día”?
El enfoque no es nuevo ni exclusivamente local. En todo el mundo un accidente en el que los muertos aparecen al por mayor es un golpe más duro que las víctimas contadas por unidades pequeñas, día a día. Además, la impotencia de pilotos y pasajeros que en algún momento saben que morirán sin poder torcer su destino remite a cuestiones muy profundas de la mente humana. Pero no se puede ignorar que durante 2010 murieron en la Argentina 22 personas por día, un promedio al que habría que sumar los 328 heridos diarios, todos como consecuencia de los accidentes viales.
No por viejo el debate debería dejarse de lado, sobre todo ocho días después del lanzamiento mundial de una campaña de las Naciones Unidas (ONU), que declaró al período 2011-2020 como el Decenio de Acción para la Seguridad Vial. Los “accidentes” viales se producen cuando conductores de camiones y micros superan la velocidad admitida o viajan casi a la deriva por el sueño o la falta de medidas de seguridad adecuadas.
El otro factor de riesgo de accidentes viales es la alta velocidad de los automóviles, especialmente aquellos de marcas muy caras. Las razones por las cuales ocurren estos accidentes es que el confort interior de las marcas más lujosas genera una sensación de seguridad falsa, ya que a determinada velocidad el riesgo de siniestro aumenta exponencialmente, con sus consecuencias de choques y muerte.
El otro factor de riesgo de accidentes viales es la alta velocidad de los automóviles, especialmente aquellos de marcas muy caras. Las razones por las cuales ocurren estos accidentes es que el confort interior de las marcas más lujosas genera una sensación de seguridad falsa, ya que a determinada velocidad el riesgo de siniestro aumenta exponencialmente, con sus consecuencias de choques y muerte.
Habría que agregarle que inevitablemente los automóviles circulan por las rutas no sólo a grandes velocidades sino también sin mantener la distancia mínima entre vehículos. Las normas viales dicen que deben pasar al menos tres segundos entre el paso de un auto y su inmediato seguidor, pero lo que ocurre en la realidad es que los conductores se acercan al vehículo anterior a menos de un segundo a velocidades superiores a los 120 kilómetros por hora. En términos concretos, en las rutas argentinas los conductores realizan una suerte de acoso de auto a auto, haciendo luces como si las rutas hubieran sido hechas para circular a 200 o 240 kilómetros por hora.
Finalmente, cuando un vehículo de una marca muy lujosa circula por una ruta o por una calle, los agentes de seguridad vial de las policías evitan el control, porque saben que puede pertenecer a un funcionario, a un ejecutivo de una empresa, magistrados y otros intocables. Los autos de lujo no son los únicos, pero sus conductores son los que más violan las normas viales.
Nadie denunciará a los cientos de pésimos conductores argentinos que circulan por las calles de las ciudades a no menos de 80 kilómetros por hora, que giran a 60 o 70 kilómetros por hora en las esquinas y que provocan muertes de peatones todos los días.
Los medios seguirán esperando que las alas de algún avión se congele o que un micro choque en alguna parte, para que los muertos lleguen al por mayor. Las fotos, los videos, los testimonios, las especulaciones infinitas sobre las causas del accidente horrorizarán a lectores y espectadores, pero las muertes anónimas que se producen todos los días continuarán sin que ningún diario, radio, canal de TV o medio de Internet se anime a denunciar la tragedia cotidiana. Denunciar no es regodearse con los testimonios sino investigar cómo, quiénes y por qué mueren 22 personas en cada uno de los 365 días del año.
Los medios seguirán esperando que las alas de algún avión se congele o que un micro choque en alguna parte, para que los muertos lleguen al por mayor. Las fotos, los videos, los testimonios, las especulaciones infinitas sobre las causas del accidente horrorizarán a lectores y espectadores, pero las muertes anónimas que se producen todos los días continuarán sin que ningún diario, radio, canal de TV o medio de Internet se anime a denunciar la tragedia cotidiana. Denunciar no es regodearse con los testimonios sino investigar cómo, quiénes y por qué mueren 22 personas en cada uno de los 365 días del año.
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