Presentamos un
artículo de José Luis Dader publicado en Nueva
Revista de Política, Cultura y Arte, que se focaliza en los síntomas del deterioro
de la actividad profesional del periodismo y en su gradual pérdida de
ciudadanía. Un trabajo para leer y debatir.
Julio 2010 - Nueva Revista número 128
Por José Luis Dader. El tratamiento sectario y apasionado de los temas políticos y el abuso de contenidos banales y espectaculares dominan en la actual cobertura mediática. Falta una identidad profesional bien definida y eso debilita la independencia de los periodistas y confunde el periodismo con diversas prácticas de infoentretenimiento y relaciones públicas.
El periodismo atraviesa quizá su peor momento a escala
global, justo cuando la globalización del tráfico de mensajes parece más
incuestionable. Por nefasta paradoja, la sociedad de la información podría
lograrse a cambio de una sociedad sin periodismo, lo que significa sin
conciencia de sus propias desgracias, de los factores que las causan y de las
vías para superarlas.
El deterioro del periodismo es paralelo a la pérdida de
audiencia de los medios clásicos, cada vez más presionados por nuevas formas de
comunicación digital, de ‘prensa gratuita’ y hasta del espontáneo ‘periodismo
ciudadano’. La desaparición de la vieja prensa, que algún experto ha vaticinado
para el 2044, no debiera preocuparnos demasiado si es sólo el soporte del papel
lo que se esfuma. La verdadera amenaza es que desaparezca el propio PERIODISMO.
No es una conjetura apocalíptica. Su desaparición depende
más del abandono de sus fundamentos profesionales que de factores en realidad secundarios,
como la competencia, otras fórmulas de negocio o el avance de las tecnologías.
El principal enemigo del periodismo puede ser su distorsionada práctica actual,
fagocitada por el infoentretenimiento y la agitación propagandística; desvaríos
quizá inevitables en la etapa de Hipermodernidad en la que parecemos
adentrarnos.
Bill Kovach, uno de los periodistas con perspectiva
intelectual más reconocida, se preguntaba en 1999 si el futuro del periodismo
estaría fuera del propio periodismo. Se refería a la reducción del ejercicio
comprometido y riguroso de la investigación periodística sobre los abusos e
irregularidades institucionales y sociales. Dicha práctica se sustituía
paulatinamente por sucedáneos superficiales y entretenidos, de mayor rendimiento
comercial y carentes de conflicto para las empresas, adecuados al simplismo y
al relativismo de la cultura post/hipermoderna y al consumismo letárgico de las
audiencias contemporáneas.
El periodismo auténtico resistiría, por contra, al amparo de
la filantropía de fundaciones y movimientos cívicos externos, como The
Center for Public Integrity (apellidado “Investigative Journalism in the
Public Interest”) y The Fund for Investigative Journalism. Se trata de
fundaciones que financian y publican en sus webs, investigaciones periodísticas
que los medios convencionales no acogen por falta de recursos o entreguismo.
Estas experiencias resultan periféricas frente a la acaparadora atención de la
corriente mediática principal, pero su vitalidad permite mantener aún ciertas
esperanzas.
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