Desde que ciertos intereses económicos decidieron unificar el discurso de los medios que manejan, que son casi todos, algunos colegas se han puesto furiosamente a defender a sus empleadores. Pero como todo converso, hacen las cosas con mal gusto y terminan siendo más papistas que el Papa. Hoy escuché una entrevista que un par de periodistas le hicieron al secretario de Agricultura, Carlos Cheppi. El pobre tipo ya sabía que lo llamaban para hacerlo quedar lo peor posible, pero hizo todo lo que estuvo a su alcance para ser amable y lo fue. Ellos, que alguna vez la jugaron de "progres", le hicieron preguntas dirigidas, con un tonito sobrador. "Usted dice que la reunión con el campo fue buena, pero ellos convocaron a una asamblea y dijeron que la reunión no había sido satisfactoria", le consultaron. Como iba en un taxi y no tenía más remedio que seguir escuchando, soporté estoicamente eso que en medicina se llamaría "mala praxis". Cuando el funcionario les respondió con cierta precisión las razones por las cuales los empresarios habían salido a decir eso, cambiaron de tema. ¿Cambiaron de tema? Puaj, en realidad buscaron escarbar por otro lado y comenzaron a preguntarle por Guillermo Moreno, como si todos fuéramos idiotas y no entendiéramos que era una pregunta para ver si podían ponerlo nervioso y obtener una respuesta agresiva. "Cargarse a un funcionario", era el objetivo. Cheppi respondió como un caballero y entonces pasaron a consultarlo sobre fútbol, una manera de decirle que si no es agresivo, no sirve entrevistarlo.
Supongo que luego habrán entrevistado a Alfredo de Angeli -todos lo llaman durante todo el día para preguntarle las mismas cosas- y que tal vez le hayan consultado si está enojado, si piensa parar el país o si tiene novia. Por suerte, ya había pagado y ya me había bajado del taxi.
Entré en la sede de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA, donde funciona la carrera de Ciencias de la Comunicación, mientras me preguntaba, recurriendo a un lugar común: "¿En qué nos habremos equivocado para que el nivel de los profesionales sea tan malo?" Luego reflexioné: El problema es que una cosa es hablar bien, escribir bonito o tener cierto carisma y otra cosa es ser un buen profesional del periodismo. Tal vez sea por esa razón que abundan los periodistas retóricos berretas -perdón, se me escapó el lunfardo- y haya tan poca reflexión, tan poca inteligencia. Por eso cada tanto me refresco la mente leyendo a un Orlando Barone o a algún otro de los pocos periodistas que conservan su capacidad para pensar más allá del anunciante publicitario, del negocio genuflexo con pátina progre o de la otra. A los otros, los leo y los escucho cuando no tengo más remedio y me provocan asco.
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