El Senado se dispone a votar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales, un hecho histórico equivalente a la aprobación legislativa del viejo Estatuto del Periodista. Esperemos que la historia no siga por el mismo camino.
Hoy es 9 de octubre de 2009. Podría ser una fecha más, pero algo me dice que será un día que dentro de algunos años figurará en los libros de historia y que seguramente los futuros comunicadores sociales leerán en alguna materia o seminario. Uno casi puede imaginar sus caras frente a la pantalla –dudo que lean en papel, aunque me encantaría- tratando de entender cómo un país que fue un centro de generación de ciencia y cultura para toda América había terminado convirtiendo a su pueblo en rehén de tres o cuatro empresarios que podían decidir qué debían leer, qué debían escuchar, qué debían ver, en qué debían pensar.
Suena demasiado ambicioso, sobre todo si uno tiene en cuenta que aún en el caso de que la Ley se apruebe sin modificaciones tendrá que ser reglamentada, tendrá que constituirse la autoridad de aplicación y surgirán cientos de obstáculos. Habrá un tendal de juicios en los cuales los grupos mediáticos redoblarán su ofensiva para lograr que algunas instancias de decisión, ante el temor de ser borrados de la agenda noticiosa, terminen haciendo alguna concesión para que todo termine en un cambio gatopardista. Tal vez a muchos de los que serán extorsionados para que entreguen su conciencia a cambio de centímetros de papel o minutos en radio o TV les sirva recordar que muchos otros pasaron por la misma situación y, por fin, se jugaron y pusieron el voto, tanto en Diputados como, según parece, ocurrirá en el Senado.
Si todo sale como parece que saldrá y finalmente se vota sin modificaciones, la Ley se Servicios de Comunicación Audiovisuales será un hecho, reemplazará al decreto-ley de Radiodifusión y a las modificaciones aberrantes introducidas por el Gobierno neoliberal de los años 90. Tendrá un valor histórico equivalente al Estatuto del Periodista y seguramente los esfuerzos de los grupos para violarla o convertirla en letra muerta serán iguales o superiores.
En el caso del viejo estatuto que supuestamente protege la labor periodística para que la profesión aporte al ejercicio de la ciudadanía, la realidad mostró que la concentración de los medios pudo más. Basta con ver y leer la pobreza intelectual y profesional y la falta de ética que hoy se impone en los medios para comprender qué importante hubiera sido que el Estatuto del Periodista se cumpliera. También para entender por qué una Ley no sirve si otras leyes permiten la concentración económica y el manejo caprichoso de un bien social por excelencia: Los medios de comunicación. Esperemos que hoy sea el primer día de una gran época y que la historia, por una vez, no se repita.
1 comentario:
Yo tambièn creo que estamos presenciando un momento histórico. Un abrazo enorme.
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