Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

mayo 07, 2008


Las vacas viajan apretadas en los camiones de hacienda, pero a nadie le llama la atención. Los pasajeros viajan apretados en el subte de Buenos Aires y a nadie le llama la atención. En ambos casos hay un denominador común: Cuanto más apretados, mayor es el negocio. Sin embargo, el tema no aparece en los grandes, medianos o pequeños medios de comunicación.
El tema no aparece porque el cruce de negocios y de presiones hace que sea más sencillo invertir el tiempo y el esfuerzo en hacer otra clase de periodismo. Allí radica la vinculación entre el drama de los pasajeros del subte y la ética periodística.
Los diarios son empresas cuyos empleados son, en su mayoría, periodistas. Los periodistas están organizados según distintos roles: Hay redactores, hay cronistas, hay jefes de sección, secretarios de redacción y otros cargos de distinto nivel de responsabilidad. Por encima de ellos, están los intereses de los dueños de las empresas.
Para denunciar el negocio del subte, un jefe tendría que indicarle a un cronista o a un redactor que se meta en algunas estaciones de las distintas líneas, en diferentes horarios, con un cronómetro en la mano. Su misión: Calcular cuántos minutos pasan entre la llegada de tren y tren y cómo va variando entre los horarios pico y los horarios de menor llegada de público. Luego, comparar los datos con lo que dicen los monitores que hay en las mismas estaciones.
Como último paso, el periodista tendría que leer los contratos de concesión del servicio de subte, para saber cuáles son las frecuencias que las concesionarias se comprometieron a cumplir. Finalmente, comparar sus datos empíricos con los que figuran en el servicio de información de la empresa y con los que figuran en el contrato.
Así el periodista probablemente comprobaría que los contratos no se cumplen y que las frecuencias se van adaptando perversamente a la afluencia del público, de tal manera que los trenes lleven siempre la mayor cantidad de gente posible.
La ecuación es sencilla: Si en un tren viajan 500 personas que pagaron su boleto, la empresa tiene una recaudación. Si en el mismo tren viajan 200, la recaudación será menor. La solución es mandar menos trenes cuando hay menos gente, de manera que la proporción entre cantidad de trenes y público se mantenga más o menos estable y en un nivel que permita ganar más plata. El secreto: Llevar al público al límite, para que la ganancia sea máxima.

La ley del menor esfuerzo
El negocio de los transportes públicos es apenas un ejemplo de los temas que nadie se anima a tocar. Mucho más sencillo es poner un periodista en la puerta de la casa de una chica violada o ponerle el micrófono en la cara a un economista de la citi para que advierta sobre lo riesgoso que es para la población que les aumenten el sueldo. Es más barato y vende más. Son diez minutos de trabajo y unos pocos minutos más para la redacción y edición.
"¿Por qué?", es la pregunta que uno se hace inmediatamente. La respuesta es aplicable a todos los negocios, a todas las empresas: Si algún medio investigara el negocio del subte y el maltrato que sufren los pasajeros todos los días, habría varias consecuencias, todas indeseables para el medio y para los periodistas que allí trabajan. La empresa concesionaria presionaría al diario con la amenaza de quitar avisos, que son la principal fuente de ingresos de una empresa periodística.
Pero además el editor dejaría de recibir regalos el día del periodista y a fin de año. Tampoco recibiría invitaciones a viajes al exterior en hoteles cinco estrellas. No lo invitarían a reuniones de prensa en hoteles igualmente lujosos, con regalitos incluídos. Algo parecido le ocurriría al cronista o redactor, que ansía llegar a ocupar el cargo de jefe de sección (hoy le dicen "editor", por esa costumbre pavota de traducir mal todo lo que se escribe en inglés), viajar, recibir regalitos y concurrir a reuniones de prensa.
No hablo de los periodistas corruptos, hablo de los tipos honestos, que casi sin darse cuenta asumieron estas reglas no escritas del ejercicio de la profesión con una naturalidad pasmosa. Quedan al margen del análisis los que reciben mensualmente un sueldito extra por parte de las empresas para que digan lo que ellas quieren. O los que ponen títulos con formato catástrofe e ideas cortas para que alguna empresa les pague una buena publicidad en un programa de TV o de radio con una mesa, una planta y mucha falta de vergüenza.
Mientras los pasajeros del subte siguen viajando como vacas, en la cubierta unos cuantos periodistas se ponen el frac y tocan la música que otros quieren oir. Cuando el barco se hunda, dirán que otros son los culpables, entrevistarán a algún economista de moda para que recomiende hacer algún ajuste. Buscarán subirse a algún bote salvavidas. Dan asco.