Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

junio 09, 2010

Prensa, biblia y calefón

Unos firman gacetillas o reproducen cables de agencia y hasta borran las iniciales del profesional que lo redactó para colocarle la suya, en lo que debería calificarse, al menos, como poco respetuoso de los códigos deontológicos de la actividad. Otros ni siquiera trabajan como periodistas ni pretenden serlo, pero con la excusa de “dotar de contenidos” al sitio de su empresa, consultora u otro tipo de organización, colocan una sección de “noticias” en la que reproducen las notas publicadas en diarios, revistas y medios electrónicos. No pagan un centavo por el trabajo ajeno, pero tienen su sección de “noticias”. Con la edición electrónica e Internet, las cesiones gentilmente compulsivas del trabajo intelectual crecieron de manera inversamente proporcional a los escrúpulos de sus actores.

En tiempos de la burbuja de las empresas de Internet, entre 1998 y 2000, se presentaban compañías nuevas organizadas por ejecutivos cuyo paso por algún curso en una universidad estadounidense parecía habilitarlos para prometer millones y comprometer a cientos. Fue por entonces que, durante el lanzamiento de un “servicio de noticias” de lo que en aquel momento era el portal Starmedia, uno de sus ejecutivos anunció, en plena conferencia de prensa, que los periodistas no hacían falta, porque bastaba con copiar y pegar información.  “La información es un commoditie”, concluyó.

Más allá del desprecio por el lector, lo patético de la situación fue que al terminar hubo más de un periodista distraído que aplaudió. Si ya es bastante absurdo que un periodista aplauda a una fuente, mucho peor es cuando el entrevistado en cuestión le dice en su cara que su profesión es innecesaria, que él con un empleado que corte y pegue puede reemplazar su trabajo sin demasiado esfuerzo.

Para quienes nacieron después de 1992, Internet existió siempre. Pero la realidad es que la "red de redes", como se la llamaba al comienzo, si bien nació en los años 50, fue de carácter exclusivamente gubernamental, académico y militar hasta que, en 1995, se abrió para el uso privado. Poco antes, en 1991, Mauro Wolf había alertado sobre los efectos perniciosos que la edición en computadora comenzaba a tener sobre el trabajo periodístico, especialmente por la inserción de párrafos viejos, propios o ajenos, en textos nuevos.

Para explicarlo, Wolf citaba a Bettetini y Buonanno y escribía: “…se determina, como consecuencia de la difusión de las nuevas tecnologías, una especie de simplificación de la escritura, una estructura uniforme de creación y redacción de los fragmentos periodísticos. Los sistemas de edición, con su funcionalidad respecto de las exigencias de modificar, colocar, extraer y unir partes de textos, inducen formas de escritura modular, por paquetes de información”. Aclaraba luego que la responsabilidad no es del recurso utilizado: “Naturalmente todo esto no sucede a causa de las modificaciones tecnológicas por sí mismas, sino precisamente como resultado de la relación entre éstas y la lógica de la organización del trabajo periodístico”.

Se trata de una lógica que incorporó los criterios de producción de las empresas no periodísticas, especialmente del sector financiero, que fueron comprando diarios, revistas, radios, televisoras y otros medios masivos de comunicación. La información, la interpretación, la valoración y los géneros se subsumieron en el término “contenidos” y los contenidos pasaron a ser una mera materia prima. De allí, tal vez, la dificultad que existe hoy para diferenciar a un periodista de un modelo publicitario, una actriz o un especialista en lobby económico o político. La ética se reduce a un par de declamaciones y el público queda atrapado entre la Biblia y el calefón.



junio 07, 2010

Otro día del periodista


El 7 de junio es un homenaje al jacobino Mariano Moreno y es de esperar que la historia siga recordando a los que hicieron y hacen periodismo, a los que desaparecieron por no callarse, a los que terminaron más pobres por abrir páginas de libertad, a los que no aceptaron canjear ideas por fama, a los que defienden el derecho de otros periodistas a trabajar, a los que son solidarios o a los que escriben lo que piensan y no lo que piensan que les dará dinero o prestigio.

El recuerdo se enfocará como siempre en los que tienen que contar sus monedas escasas pero disfrutan de una nota bien redactada, de una interpretación acertada, de un dato que otros no consiguieron; en los que respetan a sus lectores, a su audiencia o a sus televidentes, en los que quedaron en la calle e insistieron con su cooperativa, con su FM comunitaria, con su periódico barrial o su página en Internet.

Es de esperar que la historia del periodismo sepulte a los chistosos acelerados, a las señoras que almuerzan en público con sus socios, a los pícaros que publican libros de autoayuda, a los que reciben sobres de grandes consultoras para decir que todo está mal o que todo está bien, a los que sueñan con la vuelta de los gobiernos militares que alguna vez promovieron o defendieron, a los vivos que con una mano escriben y con la otra venden publicidad o a los que hablan con un lenguaje progresista para defender los intereses de los dueños de todo, o de casi todo.

Seguramente será una historia que recordará a los que perdieron un puesto por negarse a precarizar a otros y evocará con asco a los que aprovechan su lugar de poder para jugar con el sufrimiento de los periodistas flexibilizados, que mirará con asombro a los periodistas millonarios y con respeto a los que viven de su esfuerzo cotidiano, que rechazará a los que se acuerdan de los colaboradores cuando necesitan votos pero los desaparecen cuando negocian sueldos y destacará a los que hicieron algo por terminar con el trabajo en negro, la precarización y la flexibilización.

Hoy, como todos los 7 de junio, se celebra un día en el que no se confunden las empresas con los periodistas, los negocios con el trabajo cotidiano, la prepotencia del lenguaje secuestrado frente a los tienen que buscar entre líneas sus espacios de libertad.

Pocas veces en la historia argentina y de la humanidad la libertad de expresión fue defendida por un diario, aunque los hubo. En cambio suman cientos y miles los periodistas que arriesgaron y arriesgan su vida por el derecho de otros a estar informados.

Habrá otros 7 de junio, tal vez algún día se cambie la fecha, tal vez no, pero en los brindis humildes de las redacciones, en las casas de los precarizados o en las de los desocupados estará el compromiso verdadero con la profesión periodística. Los brindis paquetes y los paquetes de los brindis quedarán en la anécdota.

Feliz día del periodista, sin un nombre propio, porque no se puede nombrar a tantas decenas de miles de trabajadores anónimos que defienden nuestro derecho a saber qué pasa.