Este lunes 18 recomienzan las clases. Terminaron más de 40 días de toma de la facultad de Ciencias Sociales de la UBA por parte del Centro de Estudiantes, una medida de fuerza que deja muchos interrogantes por responder. El resultado fue casi lo mismo que el Decano había asegurado previamente, salvo los negocios que un grupo de vanguardia había tratado de disfrazar en medio de la lucha por un edificio único para la Facultad, edificio que ya estaba en construcción. ¿Qué negocios? Uno de ellos es la explotación de trabajo en negro en el comedor estudiantil. La Facultad tiene previsto en el edificio único un comedor amplio y con todas las condiciones, tal vez el mejor de toda la universidad. Como transición, se dispuso de un comedor que los propios integrantes del Centro habían aprobado oportunamente. Pero repentinamente, los grupos partidarios que se apoderaron del edificio prefirieron anular un aula –todo un símbolo- para hacer un kiosco. Cuando en plena negociación, el Decano les dijo que ellos podrían administrar el comedor de transición y luego el nuevo, siempre y cuando adoptaran una forma jurídica para tomar empleados en blanco, los dirigentes se enojaron y dijeron que “por política” ellos no adoptan formas jurídicas. Parecería que pregonan la lucha revolucionaria en defensa de los proletarios, pero en casa prefieren explotar a otros estudiantes, seguramente de condiciones económicas menos favorecidas que las de ellos, para hacerlos trabajar en negro.
El otro negocio que estaba en juego era el de un subsidio para que la Facultad le entregara dinero al Centro, cuyos dirigentes se convertirían en una caja negra que distribuiría a discreción esos fondos públicos entre “becarios”. Nuevamente, uso clientelar al estilo del conurbano bonaerense, apropiación de recursos para uso personal o partidario o, en el mejor de los casos, vaya paradoja, para la explotación de mano de obra barata, nada menos que la de sus propios compañeros de facultad, los estudiantes.
El resultado de la toma fue poco y nada, pero la idea de destruir los lazos en la comunidad universitaria de Sociales fueron efectivos. No lograron éxito alguno, apenas un adelantamiento de una licitación, tanto que tuvieron que salir desesperados, con sus socios de la AGD, el gremio docente –repudiado por la inmensa mayoría de los auxiliares y profesores- a festejar el fracaso. Tanta desesperación demuestra la cruda realidad: Fracasaron. ¿O lograron sus objetivos? Es la facultad en la que conviven las carreras de Ciencias de la Comunicación, Ciencias Políticas, Sociología, Relaciones del Trabajo y Trabajo Social, cuya integración es una tarea difícil que pudo frustrarse a raíz de la división impulsada por los tomadores. Sin embargo, la toma generó un sentimiento de solidaridad que traspasó los límites de cada Carrera y sumó a los claustros y las disciplinas en un objetivo común: La defensa de la universidad pública, del derecho a estudiar y del derecho al trabajo.
En un comentario que un anónimo hizo en otro post de Prensa y Etica, se decía que parecía que la salida del conflicto era un "aquí no pasó nada", sensación que muchos tuvieron –y tuvimos- en un principio cuando se convocó a reanudar las clases el lunes próximo. Es un temor legítimo, sobre todo porque en los grupos que promovieron la toma queda larvado el proyecto de volver a adoptar medidas extremas por cualquier excusa. Sin embargo, también hay que considerar que además de esos 500 estudiantes, hay 16.000 más, muchos de ellos de primera generación familiar en la universidad, algo de lo cual pocos de los 500 tomadores pueden enorgullecerse. ¿Se los puede dejar desamparados?
Definitivamente no. Es responsabilidad de la Gestión comprometerse a que la próxima vez no se permitirá que un grupito pueda asumir la representación de la mayoría. Pero también es responsabilidad de la mayoría dejar de lado los prejuicios de la anti-política heredados de la prédica de la última dictadura militar y del menemismo y entender que hacer política también es defender los derechos propios. Si algunos creen que hacer política es ganar plata con los apuntes o con un kiosco, o hacer ruido para que algún dirigente pueda decir que “Sociales es la cuna de la revolución contra el gobierno nacional”, será responsabilidad de cada uno de los otros 16.000 estudiantes hacer política para defender sus derechos, para defender la universidad pública y para luchar por una sociedad mejor.