Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

julio 03, 2014

Frente al extremismo, mejor la paz

No existe forma de justificar tres, dos, un asesinato, pero aburrido de escuchar a quienes ignoran lo que no deberían ignorar y a los que suponen que para ser un verdadero judío hay que aceptar cualquier cosa, me aparecen dudas que se convierten en certezas. Sobre todo cuando a un periodista, Pedro Brieger, que estudia un tema durante años y que emite su opinión se lo bombardea con acusaciones infundadas. Cada hecho de violencia es aprovechado por los nazis confesos y no confesos que pretenden generar odio contra los judíos a partir de una política de otro país. 

Sabemos que los nazis existen y son los primeros en poner el grito en el cielo cada vez que hay hechos de violencia en Medio Oriente, aunque tengan el mismo desprecio por los israelíes que por los palestinos. Están y tuvieron su participación en el poder durante la última dictadura militar, estuvieron en los más altos niveles y dominaron varios territorios en el país. No por casualidad un porcentaje muy alto de los 30.000 desaparecidos eran judíos, que fueron torturados con mayor saña -si tal cosa era posible- sólo por ser judíos. 

Uno no puede olvidar las bombas en la embajada de Israel y en la AMIA, como tampoco debe olvidar que desde el riñón del gobierno de entonces surgió la idea conspirativa de que todo se debía a un problema interno de los israelíes. No son coincidencias, los nazis existen y hacen sus campañas, generalmente mediante rumores, a través de la tergiversación de la verdad. Hay nazis que llaman todos los días a las radios para confundir, para expresar su odio. Hacen pintadas, tienen un partido recientemente legalizado por un juez de apellido Lijo y hacen apología del delito con sus reivindicaciones de las dictaduras. Defienden sus intenciones criminales con versiones más o menos modernas de la patraña de los Protocolos de los sabios de sion, una expresión de la paranoia nazi que muchos repiten sin saber de qué se trata.  

Pero las generalizaciones son absurdas. Sería interesante preguntarse si todos los argentinos descendientes italianos defienden a Berlusconi, si todos los descendientes de franceses son fanáticos de Le Pen, si todos los descendientes de españoles son monárquicos, si todos los descendientes de alemanes son nazis, si todos los descendientes de ingleses son colonialistas. 


Claro que no lo son. Tampoco todos los judíos -religiosos, agnósticos o ateos- apoyamos las políticas de Israel. Ahora le pegan a Pedro Brieger más por su posición histórica sobre la cuestión de Medio Oriente que por sus dichos de esta semana. No todos estamos de acuerdo con sus posiciones, nada justifica la muerte. Pero eso no significa que haya que defender una política que es indefendible.
 

No hay que olvidar los misiles que llegan periódicamente a territorio israelí con muertes civiles, pero tampoco que un extremista israelí asesinó a Itzak Rabín porque había logrado con Yasser Arafat un acuerdo en Oslo que sellaba la paz en la región. Y no hay que olvidar que los colonos representan una avanzada civil sobre territorio extranjero, un hecho deleznable.
 

Los extremos siempre se dan la mano, trabajan juntos, se alimentan uno a otro y en la Argentina sabemos mucho de ello. Hemos visto a partidos trotskistas marchar con grupos nazis en defensa de la Sociedad Rural Argentina. Mientras tanto, hay dos pueblos hermanos que han hecho enormes contribuciones científicas y culturales en beneficio de la humanidad. Dos pueblos milenarios que tienen derecho a vivir en paz.
El odio sólo sirve para alimentar a los fabricantes de armas y a los verdaderos nazis, que se suben a cualquier colectivo.

junio 30, 2014

El País: Un diario de operaciones, pero prestigioso

Todavía hay quienes en la Argentina leen El País y suponen que España está en 1976 y la Argentina también. Alguien debería generosamente avisarles que estamos en 2014 y que las cosas han cambiado mucho en el periodismo, en los dos países y en el mundo. Pero la fea costumbre argentina de legitimar cualquier operación periodística que tenga origen en alguno de los países centrales sigue vigente, pertenece a lo peor de la herencia cultural de quienes, desde las luchas por la independencia, soñaban con un país colonial.

Cuando salió El País de España, en la Argentina lo recibimos como un poco de aire fresco en el periodismo mundial. Claro, salió un año después de la muerte de Franco y era parte del "destape", de la transición de la dictadura a la democracia. Y el 24 de marzo de aquel año los militares inauguraron la peor dictadura cívico-militar conocida en la Argentina.
 

El País fue dirigido hasta 1988 por Juan Luis Cebrián Echarri, hijo de Vicente, quien fuera agente de los servicios de Inteligencia franquista en los medios de comunicación. Igualmente no le vamos a endilgar al hijo las cosas que hizo el padre. 

De todos modos, Juan Luis tiene sus méritos propios. Integrante del enigmático grupo Bilderberg y es Consejero Delegado (ejecutivo, bah) de Liberty Acquisition Holdings Virginia, Inc, el fondo que hoy tiene la mayoría accionaria del poderoso grupo Prisa, dueño de El País. 

El diario fue durante muchos años el modelo de periodismo de transición desde una dictadura, algo que los argentinos experimentamos en nuestros grandes diarios a partir de 1983. Te horrorizas de todo y te haces el otario con tu pasado, sangre, todo teñido de espanto, indignación y "yo no fui", como diría Burt Simpson.

Hasta que Juan Luis Cebrián se sinceró e hizo lobby para que el fondo de inversiones, cuyos accionistas son bancos internacionales y grandes multimillonarios, se quedara con el 57 por ciento del paquete. Hoy El País es simplemente un diario del poder financiero internacional, que maltrata a sus trabajadores y acusa de dictador a todo presidente democrático latinoamericano que no comulgue con los intereses de los fondos, buitres o no. Bastaría con recordar apenas la patética foto de un Hugo Chávez apócrifo para visualizar cuál es su línea política.