Todavía hay quienes en la Argentina leen El País y suponen que España está en 1976 y la Argentina también. Alguien debería generosamente avisarles que estamos en 2014 y que las cosas han cambiado mucho en el periodismo, en los dos países y en el mundo. Pero la fea costumbre argentina de legitimar cualquier operación periodística que tenga origen en alguno de los países centrales sigue vigente, pertenece a lo peor de la herencia cultural de quienes, desde las luchas por la independencia, soñaban con un país colonial.
Cuando salió El País de España, en la Argentina lo recibimos como un poco de aire fresco en el periodismo mundial. Claro, salió
un año después de la muerte de Franco y era parte del "destape", de la
transición de la dictadura a la democracia. Y el 24 de marzo de aquel año los militares inauguraron la peor dictadura cívico-militar conocida en la Argentina.
El País fue dirigido hasta 1988 por Juan Luis Cebrián Echarri, hijo de Vicente, quien fuera agente de los servicios
de Inteligencia franquista en los medios de comunicación. Igualmente no
le vamos a endilgar al hijo las cosas que hizo el padre.
De todos modos, Juan Luis tiene sus méritos propios. Integrante del enigmático grupo Bilderberg y es Consejero Delegado (ejecutivo, bah) de Liberty Acquisition Holdings Virginia, Inc, el fondo que hoy tiene la mayoría accionaria del poderoso grupo Prisa, dueño de El País.
El diario
fue durante muchos años el modelo de periodismo de transición desde una
dictadura, algo que los argentinos experimentamos en nuestros grandes
diarios a partir de 1983. Te horrorizas de todo y te haces el otario con
tu pasado, sangre, todo teñido de espanto, indignación y "yo no fui",
como diría Burt Simpson.
Hasta que Juan Luis Cebrián se sinceró e
hizo lobby para que el fondo de inversiones, cuyos accionistas son bancos internacionales y grandes multimillonarios, se quedara con el 57 por ciento del paquete. Hoy El País es simplemente un
diario del poder financiero internacional, que maltrata a sus
trabajadores y acusa de dictador a todo presidente democrático
latinoamericano que no comulgue con los intereses de los fondos, buitres
o no. Bastaría con recordar apenas la patética foto de un Hugo Chávez apócrifo para visualizar cuál es su línea política.
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