Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

junio 07, 2014

Día del Periodista: Gracias y Desgracias

Manuel Belgrano
Gracias a todos los que por distintas vías me saludaron por el día del Periodista y a los miles de chicas y chicos que siguen con la ilusión de pelear por una profesión que muchos valoran y que otros maltratan.
La fecha, 7 de junio, fue propuesta por el Primer Congreso Nacional de Periodistas que se reunió en Córdoba en 1938.

Es una buena ocasión para homenajear al Círculo de la Prensa de Córdoba, que convocó y organizó aquel Congreso, el primer cónclave de periodistas que se sentían trabajadores de prensa y no profesionales liberales, como preferían los que por entonces confundían términos como "empresas periodísticas" o "periodismo" con "periodistas". (Bien Daniel Parcero por tu libro "Ladrilleros del Periodismo")

También es un buen momento para recordar a Manuel Belgrano, quien nació el 3 de junio de 1770 y murió el 20 de junio de 1820, pero no por su empecinamiento con el mes de Juno, la reina de las diosas, sino porque fue el "primer periodista rioplatense", como dice el historiador César "Tato" Díaz. "Ya en 1795 desde su puesto de secretario del Real Consulado participaba de manera activa como corresponsal de un periódico español", el Correo Mercantil. Allí Belgrano no sólo redactaba informes sino que había formado una red de corresponsales en todo el virreinato y se tomaba el trabajo de editar periodísticamente cada informe antes de enviarlos al periódico.

Pero el 7 de junio es un homenaje, como todos sabemos y leemos cada año, a la salida del primer número de La Gazeta de Buenos-Ayres, dirigida por otro de los grandes de nuestra historia, Mariano Moreno, a quien secundaba Manuel Alberti. Nos honra que el primer periódico de la etapa revolucionaria se haya identificado con el lema "Rará temporum felicitate, ubi sentire que veis et que sentias, dicere licet" (Tiempos de rara felicidad son aquellos en los cuales se puede sentir que sentir lo que se desea y es lícito decirlo), del senador romano Cornelius Tacitus.



Gracias entonces a quienes me recordaron que pasé más de 30 años de mi vida corriendo detrás de las noticias y, debo decirlo, todavía no las alcancé.

Gracias a los muchos maestros que tuve, algunos de los cuales están entre mis amigos en Facebook. Otros no usan redes sociales y otros se han ido perdiendo en la vida. De todos aprendí y de todos sigo aprendiendo, porque hay frases y consejos que uno tarda en entender y aprovechar.

Gracias a don Guillermo Sempio, hombre venido de Chivilcoy y director de mi querida escuela de la infancia en Villa Luzuriaga. Fue el primero que tuvo que evaluar los riesgos de publicar en el periódico escolar algo que yo había escrito. Frente a una posible sanción del inspector de turno, fue el primero que me dijo "yo te respaldo".

¿Gracias a todos? No, claro que no.
-No a los censores de toda época, a los que secuestraron y desaparecieron a más de un centenar de periodistas durante la dictadura militar.
-No a Domingo Cavallo, quien convirtió a los periodistas colaboradores en proveedores de servicios para que las grandes empresas periodísticas pudieran explotar mejor a los trabajadores.
-No a los que explotan a miles de periodistas colaboradores y ni siquiera tienen la dignidad de tratarlos como a profesionales.
-No a los que expresan públicamente grandes ideas revolucionarias, se dicen de "izquierda" y van a manifestaciones pero son los más entusiastas explotadores de la mano de obra barata de los periodistas colaboradores.
-No a los intelectuales que se entusiasman con la idea de que el periodismo desaparezca.
-No a los que bastardearon la profesión cobrando por nota o haciendo artículos a pedido de los anunciantes.
-No a los que desde las agencias de prensa y/o publicidad hacen operaciones para fundir a pequeñas editoriales en favor de las grandes.
-No a los que se creen muy vivos porque en medio de una nota pasan una publicidad o a los que se prestan como modelos de anuncios publicitarios.
-No a los que se visten de luchadores y se hacen millonarios a costa de un Estado que podría invertir tiempo en defender los derechos de los periodistas precarizados y marginados.
-No a los que a costa de lamer botas de algunas empresas a las que les interesa el país se hacen más millonarios aún.

-No a los que se suben a cualquier barco si es para hacer fama y dinero y se bajan como ratas cuando olfatean que el barco puede hundirse.
Y un sí: A todos los que laburan anónimamente, a los que dieron la vida, a los que aún con todas las dificultades siguen creyendo en la profesión, en el oficio, o en el "ganapan", como dijo un colega hace algunos años. Al fin y al cabo, es un trabajo, uno lindo, pero ni más ni menos que un trabajo.

junio 04, 2014

Dilemas de un periodismo en decadencia


El sábado próximo, 7 de junio, es el día del periodista. A lo largo de la semana se han organizado reuniones y debates tanto en la facultad de Periodismo de la Universidad Nacional de La Plata como en la facultad de Ciencias Sociales de la UBA y en otras universidades y espacios públicos del país. A modo de síntesis de lo que se charla y se charlará, reproducimos acá una columna de opinión que publicó hoy Página 12 en su sección "La Ventana", con la firma del periodista, docente e investigador Washington Uranga. Es una excelente síntesis de lo que significa hoy ser periodista y enfrentarse con los dilemas éticos y profesionales de los trabajadores de prensa, que algunos quieren considerar como profesionales liberales.



Ignacio Ramonet, el periodista español que fue director del periódico francés Le Monde Diplomatique y es reconocido en todo el mundo, escribió en su libro La explosión del periodismo que “un buen número de periodistas cree que las que son sagradas son sus –no siempre demostrables– opiniones, y no dudan por tanto en deformar los hechos para adaptarlos como sea a sus prejuicios”.

Es seguro que no pocos, por razones ideológicas y políticas si bien no profesionales, podrán poner en tela de juicio las afirmaciones de Ramonet a pesar de su trayectoria. Cuando conviene a determinados intereses el intento será descalificar a la fuente, al autor, sin reparar siquiera en sus dichos. En otros casos, si las palabras sirven para apuntalar las acusaciones o los prejuicios, bastará con sobredimensionar el valor del enunciatario para justificar así un titular, un zócalo televisivo, una noticia que está lejos de ser tal.

La frase citada de Ramonet ha sido extractada de un capítulo que lleva por título “Mentirosos compulsivos” e incluye el relato de varios casos famosos de todo el mundo donde la intervención de los medios y los periodistas para falsear la verdad de los hechos se transformó en un argumento fundamental para la acción política y militar de los centros de poder. Recuérdese, sólo a modo de ejemplo, las denuncias sobre las “armas químicas”, la “bomba atómica” y, en general, “las armas de destrucción masiva” adjudicadas a Irak –información luego desmentida por los propios invasores norteamericanos– y que justificaron la guerra de aniquilamiento perpetrada a partir de marzo del 2003.

Lo que sucede entre nosotros con el ejercicio del periodismo está muy lejos de tener los alcances de la tragedia iraquí. Pero los métodos no son muy diferentes. Quizá la próxima conmemoración del Día del Periodista (7 de junio) podría ser una ocasión para que los periodistas intentemos una reflexión autocrítica –largamente postergada– sobre nuestra labor, la responsabilidad que nos cabe, nuestras condiciones laborales y, sobre todo, acerca del servicio que podemos prestar a la sociedad. También para sincerarnos sobre aquello que no somos.

Ayudaría a esto revisar hechos recientes como, por ejemplo, todo lo acontecido, visto y leído en torno de la carta del papa Francisco a la presidenta Cristina Fernández. Episodio en el cual, al margen de la endeblez de la fuente y de los errores cometidos desde el Vaticano, quedó en evidencia la manipulación de los hechos, la tergiversación de la verdad y la utilización política por parte de grupos empresarios, medios y periodistas.

Nosotros... los periodistas no somos objetivos. Parte de la falacia es pretender serlo. Pero ello no implica que no podamos atenernos a la verdad de los hechos. Ser veraces, exponer los acontecimientos con el mayor esfuerzo de rigurosidad –aunque cualquier recorte esté impregnado por la mirada de quien selecciona– tiene que ser un imperativo ético. Recortar, ocultar parte de la verdad o inducir al error de las audiencias es manipulación y atentar contra la libertad y el derecho a la comunicación de la ciudadanía. Es también faltarles el respeto a quienes nos leen y nos escuchan.

Nosotros... los periodistas no somos los guardianes de la democracia. La democracia tiene sus propios mecanismos y recursos. A nosotros sí nos corresponde aportar datos, elementos, informaciones plurales, apoyadas en fuentes ciertas y diversas, para que los ciudadanos y las ciudadanas puedan adoptar sus propias decisiones.

También podemos opinar. Después de informar y por nuestra calidad de ciudadanos y ciudadanos que asumen –como otros– su compromiso con la sociedad. En nuestro caso, contar con información supuestamente privilegiada y la utilización de los medios de comunicación no hace sino aumentar la responsabilidad de nuestros actos.

El enfrentamiento político e ideológico, la polarización de intereses y posiciones, está generando una situación poco agradable y cómoda para el ejercicio del periodismo. Y no por el presunto enfrentamiento entre quienes se presumen “independientes” y aquellos que se autotitulan “militantes”. Sino porque el periodismo como tal pierde credibilidad y, a renglón seguido, se desvirtúa y se desdibuja su necesario aporte a la sociedad y la ciudadanía.

Ojalá podamos –todos y todas– los que estamos en esta profesión revisar autocríticamente nuestras propias prácticas profesionales. Sin olvidar ni subestimar nuestra condición de trabajadores en relación de dependencia antes que “profesionales liberales”, nuestras inevitables relaciones con el poder y la atención a las condiciones de trabajo que, para la gran mayoría, son cada vez más precarizadas. Quizá, reflexionando sobre el periodismo real, podamos rescatar el sentido de la profesión en torno del servicio y a la búsqueda de la verdad.