Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

abril 01, 2011

Periodistas del mundo solidarios con los argentinos

La Federación Internacional de Periodistas (FIP) respaldó hoy a la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN) en su apoyo a las acciones reivindicativas de los diseñadores gráficos de Clarín, uno de los principales diarios del país. Los trabajadores bloquearon la distribución del periódico el pasado domingo en demanda de condiciones de trabajo y salariales justas, así como para que les paguen los atrasos.

“Apoyamos las legítimas demandas de los trabajadores, entre las que no es menor la petición de que se les pague regular y decentemente,  y también por las acciones que llevan a cabo para obtener esas reivindicaciones”, ha declarado el presidente de la FIP, Jim Boumelha, quien ha añadido: “Es imprescindible resistir a los propietarios de los medios y a sus intentos para hacer retroceder los logros sindicales, así como las conquistas y los derechos de los trabajadores de los medios”.

FATPREN señaló en un comunicado que 40 trabajadores de Clarín tomaron diversas iniciativas el pasado domingo hasta que lograron detener la distribución del periódico, en demanda mejores condiciones de trabajo y para reclamar salarios que no les han pagado desde hace varios meses. También requieren el reconocimiento pleno de sus derechos gremiales y el fin de las medidas contra sus delegados sindicales, algunos de los cuales han sufrido represalias.

Los editores del diario, el Grupo Clarín, que poseen 383 medios de comunicación en Argentina, han pedido a los demás medios del grupo y a la organización de propietarios de medios de Argentina (ADEPA) que se resistan a las acciones organizadas por los trabajadores, acusándoles de socavar la libertad de expresión y la libertad de prensa. La Asociación Inter Americana de Prensa se ha puesto también del lado del Grupo Clarín.

La FIP afirma que los propietarios de los medios sólo quieren utilizar esa excusa para mantener sus monopolios, anular la influencia de los sindicatos y forzar al gobierno argentino a modificar los cambios legislativos -decididos hace dos años- que terminaron con dichas situaciones de monopolio. El proceso de desarrollo del nuevo marco legal está aún en marcha y no ha sido implementado del todo.

Ese marco normativo y legal, que recibió el amparo de la FIP, de su organización regional FEPALC y de diversos expertos internacionales, como el Relator Especial de la ONU para la Libertad de Expresión, ha sido considerado modélico por todas las instituciones antes citadas.

“Las reclamaciones de los propietarios de los medios son un movimiento táctico destinado a negar a los trabajadores el derecho a obtener una justa compensación por su trabajo”, ha concluido Boumelha: “Tenemos que rechazar con firmeza, donde quiera que surjan, esos estilos de gestión -abundantes en nuestro sector- en los que el primer objetivo es sencillamente la avaricia”.

Si desea más información, puede llamar a la FIP             + 32 2 235 22 07 begin_of_the_skype_highlighting            + 32 2 235 22 07      end_of_the_skype_highlighting     

marzo 29, 2011

De huelgas, piquetes y libertades

Esta última semana de marzo se cumplieron 16 años del despido de alrededor de 80 trabajadores de prensa de Página 12, un momento en el cual hubo piquetes, asambleas, debates sobre la posibilidad de impedir la salida del diario, recitales solidarios en la puerta del edificio, negociaciones y conflicto. Apenas un jalón en el largo camino de la historia gremial del periodismo.


(Por Rubén Levenberg) Durante la última semana de marzo de 1995 la dirección del diario Página 12 anunció a los jefes de sección que el día 31 dejarían de trabajar allí cerca de 80 empleados, entre quienes se encontraba personal de distintas áreas, incluidos periodistas. De hecho, la última nota  que quien esto firma realizó, vaya paradoja, fue la cobertura de un acto multitudinario que los organismos defensores de los derechos humanos hicieron frente a la ESMA, aquel 24 de marzo. En la primera comunicación la empresa dejó saber que a todos se les pagaría la indemnización que indica el Estatuto del Periodista. 

Inmediatamente se desató un conflicto. Un grupo de trabajadores convocó a una asamblea –eran alrededor de las 20.00- con lo cual la empresa encontró una excusa, o una chicana, para argüir que una asamblea sorpresiva era ilegal y permitía el despido sin causa, o sea sin indemnización. La empresa planteaba así una negociación de los montos indemnizatorios, especulando con que muchos trabajadores, acuciados por la necesidad, aceptarían la violación del Estatuto.

El conflicto no se desató por casualidad. Por entonces, un ex ejecutivo de Clarín había tomado las riendas y corría el rumor de que el diario había sido comprado. Rumores van, rumores vienen, la realidad era que el diario pasaba por una crisis muy grave que tenía tres orígenes: Uno financiero, porque la crisis internacional del “tequilazo” había golpeado muy fuerte en la Argentina, donde, ya se sabe, no se apelaba al recuerdo del británico John Maynard Keynes sino a la receta del FMI. El otro factor era la caída del apoyo de los lectores, que percibían los efectos de la ausencia de Jorge Lanata,  quien se había retirado tiempo antes. Tal vez no fuera una baja en la calidad sino en la mística que el fundador le había impuesto. El tercer factor eran las peleas internas entre altos jefes del diario.

Alrededor de los despedidos cerró filas casi la totalidad de los trabajadores, que fueron solidarios en los reclamos y en las medidas de fuerza, salvo unos pocos casos. Por entonces se plantearon dos posiciones, que no necesariamente eran contradictorias: 1.- Exigir la reincorporación de los despedidos y tomar todas las medidas de fuerza que la historia sindical de prensa aconsejaban. 2.- Negociar con la empresa a través de mediadores cuyo prestigio no dejara lugar a dudas.    

Las razones expuestas en la primera posición eran claras: Había despidos y era necesario defender a las víctimas. La segunda posición consideraba que Página 12 era un bastión progresista contra el Gobierno que marchaba a la reelección y que dada la crisis económica y la falta de recursos de la empresa, el conflicto llevaría al cierre de una tribuna a través de la cual se expresaban amplios sectores de la oposición, de los organismos de defensa de los derechos humanos y de grupos sociales que resistían la destrucción del aparato productivo nacional.

Se hicieron ambas cosas. Hubo una mediación que encararon los periodistas más prestigiosos que el diario tenía por entonces. Algunos siguen trabajando allí, otros no, otros han fallecido, pero todos eran respetables y su preocupación y gestión eran genuinas. La respuesta de la empresa fue que la situación económica hacía imposible revertir los despidos y comenzaron las negociaciones personales, en las cuales los aprietes fueron miserables. Que una ex víctima de la dictadura militar le dijera a un trabajador despedido que le convenía aceptar el 40 por ciento de la indemnización que le correspondía, porque “pronto se te va a acabar la plata y no vas a tener para comer” provocaba cierto escozor. Tanto que la propia Hebe de Bonafini fue al diario y lo único que no les dijo fue “compañeros”.

Pero era en vano. La decisión estaba tomada. En el momento de mayor virulencia del conflicto una asamblea nocturna se prolongó lo suficiente como para que el diario no saliera. En aquel momento nadie dudó de que la medida fuera legítima, porque simplemente era legítima como en cualquier empresa de cualquier lugar del mundo y de la historia del capitalismo. Sólo había dudas, que el propio director del diario, Ernesto Tiffenberg fue a plantear ante los trabajadores reunidos en asamblea: Si el diario no salía, se caía y se perdía así un espacio de defensa de los intereses populares.  Hubo dudas y el diario estuvo a punto de no salir a la calle. Pero Salió.

Hubo también un piquete en la puerta del edificio, para impedir la entrada de trabajadores y de esa manera bloquear la salida del diario. Hay que recordar que Página 12 nunca tuvo imprenta propia, de manera que lo único que se podía bloquear era la producción. Sólo un jefe de diagramación, quien después ayudaría al ex fundador del diario a diseñar otro diario, hizo de precursor del célebre Giordano: Se acercó al piquete como para charlar y de repente pegó un salto y entró mientras gritaba: “No me peguen, por favor no me peguen”. Como si a alguien se le hubiera ocurrido pegarle.

La empresa armó una redacción a 150 metros del edificio, donde se encontraban las oficinas del por entonces todavía dueño del diario y Página 12 salió. Los despidos se concretaron, sólo 5 o 6 trabajadores hicieron juicio y ganaron, más por dignidad y coherencia que por el dinero. Los demás tuvieron que negociar bajas a sus indemnizaciones, simplemente por desesperación, porque no podían hacer otra cosa.

Han pasado 16 años y lo que históricamente era indiscutible ahora pasó al centro del debate. La polémica ahora es si en una empresa que produce un medio de comunicación el paro de la producción es un atentado a la libertad de expresión o una medida de fuerza legítima de los trabajadores. Se discute en el mundo empresario y lo discuten los propios periodistas, como entre los docentes se debate siempre si hacer paro es perjudicar a los niños o luchar por los derechos de los maestros; como en los hospitales se duda si hacer paro es atentar contra el derecho humano a la salud o es defender el derecho humano a un salario digno; como en los transportes se debate si parar el servicio es violar los derechos de los ciudadanos a la libre circulación o si es una medida de lucha de los trabajadores.

La lista podría seguir y no estaría mal debatir si los bloqueos de rutas impuestos por la Mesa de Enlace no violan el derecho humano a alimentarse; si la desaparición sorpresiva de un medicamento del mercado y su reaparición posterior pero con aumentos del 100 por ciento es una decisión “del mercado” o un atentado al derecho humano a la salud o si vender miles de hectáreas fronterizas a una empresa extranjera es el ejercicio del derecho de propiedad o una violación al patrimonio y a la seguridad nacionales. Los años pasan y no viene mal hacer un poco de memoria.

marzo 27, 2011

¿Fue Hugo Moyano o pasó otra cosa?

Durante el día de hoy se escuchó en casi todas las radios que Hugo Moyano bloqueaba la salida de los diarios, como si se tratara de una cuestión personal o política entre el dirigente camionero y los medios . Paralelamente, recibimos el comunicado siguiente de la Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN) que se refiere a la raíz de un conflicto en el cual los gremialistas intentaron explicar, sin que nadie les brindara micrófono, cuál es la naturaleza de sus reclamos. 

Fieles a su costumbre, los medios que integran el grupo Clarín pretenden inventar una realidad que no existe. Como si se pudiera mutar de victimarios a víctimas a partir de la ficción que el monopolio crea.

Los compañeros que son perseguidos en Artes Gráficas Rioplatenses (AGR) -perteneciente al Grupo Clarín- protestan, junto a sus familias, frente a la planta de impresión de la empresa en reclamo ante la persecución sindical que sufren los delegados. Ésa es la noticia del día.

A los compañeros delegados los dejan fichar pero no se les paga salarios, ni se les asigna tareas. Y aparte son “custodiados” por personal de seguridad y son sancionados los compañeros que se les acerquen.

Clarín dice que se viola "el fallo que ordena no cercenar la libre circulación de medios impresos", pero nada dice de que el Grupo está violando las resoluciones judiciales que obligan a reincorporar a los delegados despedidos.

Nada ha dicho en sus páginas de la violación sistemática de los fallos de la justicia que buscan recuperar la verdadera identidad de Marcela y Felipe Noble Herrera.

Así como el pasado 24 de marzo, omitió en su portada hacer mención al Día Nacional de la Memoria por la Verdad y la Justicia, en el 35° aniversario del golpe militar que dio paso a la peor dictadura genocida de la historia.

Las entidades empresarias como la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) y ADEPA, junto a quienes se llaman periodistas y son meros replicadores de la postura patronal, nada dicen del cumplimiento de la ley y de las decisiones de la justicia. Sólo repiten el coro del pretendido cercenamiento a la “libertad de expresión”.

Es la misma SIP que condecoró al dictador Pedro Eugenio Aramburu, llamándolo “uno de los más meritorios hombres del continente”.

Son las mismas SIP y ADEPA para quienes el asesinato y desaparición de más de cien trabajadores de prensa durante la última dictadura mantuvieron silencio porque eso no afectaba su “libertad de expresión”. No podían hacerlo porque al mismo tiempo el grupo Clarín negociaba con los asesinos para apropiarse ilegalmente de Papel Prensa.

Las herramientas con la que cuentan los trabajadores para oponerse a la injusticia son el paro, la marcha, el piquete. Y son sistemáticamente atacadas desde el establishment. Pero son ensalzadas cuando esas herramientas son utilizadas por los patronos del campo para realizar un lock-out patronal para mejorar su rentabilidad a costa del bienestar del pueblo argentino.

Llaman defensa de la libertad de expresión a la defensa de los intereses económicos del grupo Clarín. Defender la libertad de expresión sería defender las leyes, los convenios internacionales, los derechos humanos, los fallos judiciales y las resoluciones de carteras del Estado que tratan de ceñir a derecho a esta empresa, que ni siquiera respeta la jornada horaria para sus trabajadores.

SIP, ADEPA, los medios cómplices y los comunicadores que olvidan que son trabajadores de prensa y actúan como voceros del poder económico, no son más que defensores de esa visión del mundo donde se pretende que las reglas no se apliquen, donde no haya sindicatos que discutan salarios, donde la libertad de prensa les permita estar al margen de la ley, donde la supuesta libertad de expresión se utiliza para modificar la realidad política de los países, para su mejor provecho económico.

Ante ello, y ante toda esta operación de prensa mediática, FATPREN está donde debe estar, junto a los trabajadores y a los sindicalistas que sufren el atropello de grupos económicos que usan sus páginas y sus antenas para gritar y tratar de hundir a esos 40 compañeros que luchan por sus puestos de trabajo, que luchan porque les abonen los salarios atrasados.

Clarín debe respetar los convenios colectivos, debe respetar las leyes, pero sobre todo debe respetar los derechos de sus trabajadores y el derecho que tiene la sociedad de denunciarlos cuando manipulan la realidad a tal punto que le mienten a sus lectores, televidentes y oyentes.

Federación Argentina de Trabajadores de Prensa (FATPREN)

Afiliada a la Federación Internacional de Periodistas (FIP)

Buenos Aires, 27 de marzo de 2011

Año del Trabajo Decente, la Salud y Seguridad de los Trabajadores