Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

marzo 29, 2011

De huelgas, piquetes y libertades

Esta última semana de marzo se cumplieron 16 años del despido de alrededor de 80 trabajadores de prensa de Página 12, un momento en el cual hubo piquetes, asambleas, debates sobre la posibilidad de impedir la salida del diario, recitales solidarios en la puerta del edificio, negociaciones y conflicto. Apenas un jalón en el largo camino de la historia gremial del periodismo.


(Por Rubén Levenberg) Durante la última semana de marzo de 1995 la dirección del diario Página 12 anunció a los jefes de sección que el día 31 dejarían de trabajar allí cerca de 80 empleados, entre quienes se encontraba personal de distintas áreas, incluidos periodistas. De hecho, la última nota  que quien esto firma realizó, vaya paradoja, fue la cobertura de un acto multitudinario que los organismos defensores de los derechos humanos hicieron frente a la ESMA, aquel 24 de marzo. En la primera comunicación la empresa dejó saber que a todos se les pagaría la indemnización que indica el Estatuto del Periodista. 

Inmediatamente se desató un conflicto. Un grupo de trabajadores convocó a una asamblea –eran alrededor de las 20.00- con lo cual la empresa encontró una excusa, o una chicana, para argüir que una asamblea sorpresiva era ilegal y permitía el despido sin causa, o sea sin indemnización. La empresa planteaba así una negociación de los montos indemnizatorios, especulando con que muchos trabajadores, acuciados por la necesidad, aceptarían la violación del Estatuto.

El conflicto no se desató por casualidad. Por entonces, un ex ejecutivo de Clarín había tomado las riendas y corría el rumor de que el diario había sido comprado. Rumores van, rumores vienen, la realidad era que el diario pasaba por una crisis muy grave que tenía tres orígenes: Uno financiero, porque la crisis internacional del “tequilazo” había golpeado muy fuerte en la Argentina, donde, ya se sabe, no se apelaba al recuerdo del británico John Maynard Keynes sino a la receta del FMI. El otro factor era la caída del apoyo de los lectores, que percibían los efectos de la ausencia de Jorge Lanata,  quien se había retirado tiempo antes. Tal vez no fuera una baja en la calidad sino en la mística que el fundador le había impuesto. El tercer factor eran las peleas internas entre altos jefes del diario.

Alrededor de los despedidos cerró filas casi la totalidad de los trabajadores, que fueron solidarios en los reclamos y en las medidas de fuerza, salvo unos pocos casos. Por entonces se plantearon dos posiciones, que no necesariamente eran contradictorias: 1.- Exigir la reincorporación de los despedidos y tomar todas las medidas de fuerza que la historia sindical de prensa aconsejaban. 2.- Negociar con la empresa a través de mediadores cuyo prestigio no dejara lugar a dudas.    

Las razones expuestas en la primera posición eran claras: Había despidos y era necesario defender a las víctimas. La segunda posición consideraba que Página 12 era un bastión progresista contra el Gobierno que marchaba a la reelección y que dada la crisis económica y la falta de recursos de la empresa, el conflicto llevaría al cierre de una tribuna a través de la cual se expresaban amplios sectores de la oposición, de los organismos de defensa de los derechos humanos y de grupos sociales que resistían la destrucción del aparato productivo nacional.

Se hicieron ambas cosas. Hubo una mediación que encararon los periodistas más prestigiosos que el diario tenía por entonces. Algunos siguen trabajando allí, otros no, otros han fallecido, pero todos eran respetables y su preocupación y gestión eran genuinas. La respuesta de la empresa fue que la situación económica hacía imposible revertir los despidos y comenzaron las negociaciones personales, en las cuales los aprietes fueron miserables. Que una ex víctima de la dictadura militar le dijera a un trabajador despedido que le convenía aceptar el 40 por ciento de la indemnización que le correspondía, porque “pronto se te va a acabar la plata y no vas a tener para comer” provocaba cierto escozor. Tanto que la propia Hebe de Bonafini fue al diario y lo único que no les dijo fue “compañeros”.

Pero era en vano. La decisión estaba tomada. En el momento de mayor virulencia del conflicto una asamblea nocturna se prolongó lo suficiente como para que el diario no saliera. En aquel momento nadie dudó de que la medida fuera legítima, porque simplemente era legítima como en cualquier empresa de cualquier lugar del mundo y de la historia del capitalismo. Sólo había dudas, que el propio director del diario, Ernesto Tiffenberg fue a plantear ante los trabajadores reunidos en asamblea: Si el diario no salía, se caía y se perdía así un espacio de defensa de los intereses populares.  Hubo dudas y el diario estuvo a punto de no salir a la calle. Pero Salió.

Hubo también un piquete en la puerta del edificio, para impedir la entrada de trabajadores y de esa manera bloquear la salida del diario. Hay que recordar que Página 12 nunca tuvo imprenta propia, de manera que lo único que se podía bloquear era la producción. Sólo un jefe de diagramación, quien después ayudaría al ex fundador del diario a diseñar otro diario, hizo de precursor del célebre Giordano: Se acercó al piquete como para charlar y de repente pegó un salto y entró mientras gritaba: “No me peguen, por favor no me peguen”. Como si a alguien se le hubiera ocurrido pegarle.

La empresa armó una redacción a 150 metros del edificio, donde se encontraban las oficinas del por entonces todavía dueño del diario y Página 12 salió. Los despidos se concretaron, sólo 5 o 6 trabajadores hicieron juicio y ganaron, más por dignidad y coherencia que por el dinero. Los demás tuvieron que negociar bajas a sus indemnizaciones, simplemente por desesperación, porque no podían hacer otra cosa.

Han pasado 16 años y lo que históricamente era indiscutible ahora pasó al centro del debate. La polémica ahora es si en una empresa que produce un medio de comunicación el paro de la producción es un atentado a la libertad de expresión o una medida de fuerza legítima de los trabajadores. Se discute en el mundo empresario y lo discuten los propios periodistas, como entre los docentes se debate siempre si hacer paro es perjudicar a los niños o luchar por los derechos de los maestros; como en los hospitales se duda si hacer paro es atentar contra el derecho humano a la salud o es defender el derecho humano a un salario digno; como en los transportes se debate si parar el servicio es violar los derechos de los ciudadanos a la libre circulación o si es una medida de lucha de los trabajadores.

La lista podría seguir y no estaría mal debatir si los bloqueos de rutas impuestos por la Mesa de Enlace no violan el derecho humano a alimentarse; si la desaparición sorpresiva de un medicamento del mercado y su reaparición posterior pero con aumentos del 100 por ciento es una decisión “del mercado” o un atentado al derecho humano a la salud o si vender miles de hectáreas fronterizas a una empresa extranjera es el ejercicio del derecho de propiedad o una violación al patrimonio y a la seguridad nacionales. Los años pasan y no viene mal hacer un poco de memoria.

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