Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

mayo 10, 2010

Etica, periodistas, zanahorias y la duda eterna


La imagen del periodista y la modelo-periodista alabando las virtudes de la aerolínea Lapa, el mismo día en el que un accidente dudoso, protagonizado por la misma empresa, dejaba decenas de muertos y una secuela de acciones judiciales, no es producto de una pesadilla sino de algunas horas de zapping televisivo. Es que apenas unos días antes la aerolínea había inaugurado una ruta a Atlanta, en los Estados Unidos, y varios periodistas habían ido en el viaje inaugural. Parece que hubo uno que no alcanzó a pedir al canal de cable que levantara su nota y lo salvara del ridículo.

La anécdota remite a un dilema ético que suele presentarse a algunos periodistas. Decimos “algunos”, porque con el correr de los años y la baja de la calidad profesional del periodismo, ciertos dilemas se convirtieron en certezas: Dejar hacer, resignarse, vivir la vida lo mejor posible. La profesión, sí, puede interesar, una vez al año, si hay Martín Fierro o si alguien cuestiona su trabajo públicamente.

El tema fue objeto de discusión hace poco, cuando algunos periodistas se espantaron porque habían recibido una invitación a una conferencia de prensa de una empresa, en la cual se prometía que a los “primeros 15 en llegar” se los anotaría para un sorteo de un LCD. Hubo discusión, reflexión y opiniones diversas y el desagrado por parte de los periodistas fue por la obviedad, por la forma burda en la que se los presionaba. La pregunta más difícil de responder fue: “¿Cuál es la diferencia entre que se anuncie en la gacetilla que se hará un sorteo o que el sorteo se haga sin anuncio previo?” Naturalmente, no es un debate saldado. 

Como para ver qué se discutía sobre estos temas hace algunos años, copiamos unos párrafos de Ralph D. Barney en 1975, entonces profesor asociado de comunicaciones en la Brigham Young University de Brigham city. (*)


“…años atrás, un activo promotor de una popular estación radial de Honolulu estuvo agitando una casi irresistible zanahoria ante las narices de estudiantes-directores de diarios internos destinados al estudiantado de nivel medio, con el fin de estimular la publicidad a favor de un conjunto musical popular que estaba presentando en esa temporada un concierto en vivo.

La ‘zanahoria’ consistía en una invitación al director a participar de una recepción especial y exclusiva, para los integrantes del conjunto musical. La presión consistía en el requerimiento –comprendido en la invitación- de que el director trajese consigo, como condición para la admisión, la prueba de que había publicado en su diario notas promocionando el concierto. La recepción se convirtió pues en una gratificación a los directores que habían favorecido los intereses del promotor-persuasor.

Aquella promoción explotó el deseo muy real de directores inmaduros de poder asistir a una recepción y conocer a un conjunto de celebridades, en tanto que capitalizaban las debilidades del carácter ético escasamente desarrollado de los jóvenes.

El ejemplo sirve para dramatizar el potencial existente para corromper a la juventud, pero al profundizar la exploración salen a la luz las ‘zanahorias’ aún más sofisticadas capaces de sobornar a periodistas más sofisticados, o que al menos están destinadas a lograr ese objetivo.

La ‘zanahoria’ de viajes con gastos pagos a tierras distantes y exóticas es lugar común en la industria del turismo. No es ningún secreto que la línea aérea que ofrece el obsequio espera verse retribuida con una publicidad favorable del periodista; pero, al menos en un caso, una línea aérea presentó un itinerario a un periodista y le pidió formalizar el compromiso –por escrito- de escribir una serie de notas como resultado del viaje. El periodista declinó la oferta en este caso, pero el promotor del concierto en la estación de radio aludido arriba defendió su exigencia de notas por parte de los estudiantes directores de publicaciones estudiantiles manifestando que las compañías aéreas siempre esperan que los escritores que aprovechan sus servicios produzcan una serie de notas favorables a su regreso. Ese, dijo el promotor, es el ‘precio que debe pagarse’ por recibir beneficios.

Las industrias del transporte y del esparcimiento no son, sin embargo, las únicas que realizan esfuerzos concertados para lograr corrientes de información favorables para sí. Los citados ofrecen sólo algunos de los ejemplos más espectaculares.

(…) En la política se ha puesto a periodistas en planillas de pago (clandestinamente, tal vez a través de familiares, o aun, abiertamente, como asesores); en el sector económico se hace participar a reporteros mediante la revelación de datos confidenciales, o como participantes secretos, en oportunidades comerciales que los enriquecen; en deportes ocurre muchas veces que el equipo se hace cargo de los gastos de viaje del reportero; y en casi toda actividad se puede recompensar al relator, dándole acceso a información, si minimiza los problemas negativos al comunicarlos a sus fuentes informativas.

(…..) Un periodista debe decidir tempranamente, en momentos de profunda introspección y sustentándose en una base de conocimientos relativamente grande, cuál habrá de ser su postura filosófica y ética hacia la sociedad a la que está sirviendo. El hecho de que la sociedad es crecientemente pluralista ejerce mayor presión sobre él, y es comprensible que contribuya a su confusión y, tal vez, a su indecisión.

Con todo, el temprano cimiento ético que un periodista se erige para su defensa se torna crítico para la superestructura a la que habrá de servir a medida que va tomando contacto con las fuerzas que querrán moldearlo, y que dedicarán no pocas energías en los intentos.

La cuestión no difiere de otros procesos de moldeo: cuanto más blanda y plástica es la arcilla, tanto más fácil será que el transeúnte casual deje en ella su impronta. Cuanto más dura la arcilla, estará tanto menos propensa a que una impronta casual altere su forma.

Así, el periodista que entra en batalla antes de haber empuñado su broquel ético correrá el riesgo de ser llevado a una posición comprometida o de ser puesto en fuga por los mentores del mundo.

(*) Publicado originalmente en el libro “La prensa y la ética. Ensayos sobre la moral de los medios masivos de comunicación”, cuyos compiladores fueron John C. Merrill y el propio Barney. La edición de Eudeba, en Buenos Aires, es de 1981.