Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

junio 23, 2008

El periodismo ausente


Desde la última dictadura militar y sin interrupciones significativas se ha desatado en los medios gráficos y electrónicos un proceso de precarización laboral y desjerarquización de la profesión, que llevaron a una pérdida de la solidaridad que muchos periodistas intentan reemplazar con una poco convincente reacción corporativa.

El periodismo es uno de los sectores laborales que fue más duramente golpeado por la precarización laboral y por la violación de las leyes que supuestamente lo protegen. Hoy el Estatuto del Periodista es una norma que se aplica sólo cuando hay conflicto. Esto quiere decir que se pone en marcha cuando el periodista denuncia a sus empleadores, con lo cual se asegura una indemnización pero a costa de no volver a conseguir empleo. El fenómeno se agrava por la concentración. Si quedó afuera de un medio, quedó afuera de todos.

La precarización consiste en un sistema de incorporación y contratación en el que el periodista pocas veces sabe cuánto va a cobrar, cuándo va a trabajar y cuándo sus artículos serán publicados. En esta situación está una mayoría de los periodistas de la zona metropolitana y, en proporciones algo menores, los de los medios del resto de las provincias.

Para quienes tienen trabajo estable las condiciones son mejores, pero están lejos de ser ideales. Luego de la primavera de los comienzos de esta democracia, cuando muchos periodistas de alto nivel volvieron de sus exilios y, conjugados con otros que habían sobrevivido en el mercado local, pudieron llevar adelante medios memorables, se produjeron dos oleadas de recambio forzado.

No fue un trasvasamiento generacional, como se decía allá por los años 70, sino la puesta en práctica de aquella Guerra del Cerdo que nos regalara Adolfo Bioy Casares. En los grandes medios –entre los cuales La Nación fue el adalid- se forzó la salida, en el mejor de los casos con guante de seda, de todo periodista que superara los 35 años de edad.

Los 90 trajeron el mito de que sólo los jóvenes muy jóvenes podían hacer periodismo y la supuesta renovación dejó en la calle a cientos de profesionales para reemplazarlos por chicos que, como los futbolistas de inferiores salían a jugar en primera desconociendo los trazos más gruesos de la profesión y obligados a saltar etapas con un narcisismo estimulado sin ambages.

El corte no fue casual: Eran mucho más baratos y no tenían, por una cuestión biológica, memoria histórica. Si la dictadura dejó una generación ausente, la precarización laboral y el recambio generacional forzado derivó en una memoria ausente. Uno puede recordar allá por el 91 el espanto de un secretario de redacción –“viejo”, porque tenía 56 años- espantado porque una joven estrella escribía “por entonces el capitán Astiz”, desconociendo que durante la dictadura el rubio marino era teniente. Apenas un detalle, si se compara con lo ocurrido hace pocas semanas, en una de las tantas purgas de un diario muy prestigioso de la ciudad de Buenos Aires, cuando un experimentado periodista, de los pocos que van quedando, escuchó de manos de una de las nuevas estrellas del medio una pregunta que lo dejó helado: “¿Quién es Massera?”, preguntó el chico. “¿Emilio?”, replicó el periodista suponiendo que el joven entendería el chiste. “Ese, ése”, respondió el otro. No era un chiste, era ignorancia.

La precarización tuvo además otras consecuencias. La publicidad encubierta pasó a ser abierta, los empleos o las columnas en un medio –mal pagos, claro- se convirtieron en bases de operación para que un grupo de empresas apoyaran la creación de docenas de programas de radio y TV con escaso o nulo aporte periodístico, pero mucho dinero de por medio.

También derivó en una concepción bastarda de la solidaridad y de la defensa de la profesión. Se denuncian “atentados a la libertad de prensa” cuando alguien intenta proteger su privacidad, cuando la víctima de un delito no tiene deseos de llorar ante las cámaras o, el colmo de los colmos si en una reunión marketinera convocada por alguna empresa, al periodista no le entregan un regalito. Lo hemos visto, no nos lo han contado.

Una tercera “guerra del cerdo” se avecina. En algunos medios ya hubo despidos –bien pagos, cumpliendo la ley- y se preparan muchos más. Tal vez porque hay residuos de memoria escondidos en algunas redacciones que lograron escapar a la primera ola, en los 70 o a la segunda, en los 90. La necesidad de garantizar cierta cohesión en medio del conflicto agrario pospone algunos planes, pero el recambio forzado está en marcha. Por cierto, esa historia jamás será contada, porque ningún medio la va a difundir.

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