Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

enero 02, 2009

La radio, el verano y el feudalismo



Cada comienzo de año es un calvario para los periodistas que trabajan en las radios. Durante la última semana los periodistas se despiden de su público, que se muestra ansioso por los cambios en la futura programación. Un buen día terminan, llegan los programas de verano y en marzo comienzan los nuevos. Cuando esa programación nueva se lanza, hace tres meses que cientos de periodistas se quedaron sin trabajo y sin siquiera la posibilidad de protestar, porque tiene que preservar “las buenas relaciones con la empresa”, un problema que se agrava a medida que unas radios compran a otras. Además es mal visto en el ambiente que un periodista se queje porque lo dejaron sin su programa. La realidad indica que trabajan como periodistas, su relación con las radios es de microempresario y su estado civil es el de trabajador precarizado.
Como habrán notado los lectores, este circuito perverso es tal vez el más agresivo y ofensivo hacia los periodistas, una muestra patente de la precarización laboral, además del desprecio que muchos directores de radios tienen por el periodismo y los periodistas.
Cada tanto, habrá una reivindicación salarial, intervendrá el gremio de prensa y el resultado será que los pocos periodistas que están en la plantilla laboral tendrán un aumento. Son unos pocos, que además por lo general son también locutores y tienen estabilidad porque son locutores y no porque son periodistas. Desde el punto de vista de los periodistas, la radio cuenta con el sistema de precarización más perverso, tal vez al mismo nivel que la TV.
Hay dos sistemas que se aplican en las radios argentinas. Uno es el que permite que una empresa, para evitar compromisos laborales, pueda eludir olímpicamente el Estatuto del Periodista y en lugar de contratar profesionales, lo que hace es lotear sus espacios. Vende a los periodistas un espacio y ellos tienen que ocuparse de la venta de la publicidad. El sistema de contratación ha sido bautizado hace muchos años con el nombre hipócrita de "coproducción”. La consecuencia es que los periodistas -salvo casos excepcionales- terminan trabajando para la radio de manera casi gratuita. El otro sistema se aplica sólo en algunas radios -como el caso de Mitre- en el que se contrata a una serie de periodistas estrella con muy buenos sueldos, pero siempre con contratos inestables, cuando termine el año, nuevamente la dirección de la radio decidirá si un programa o un periodista siguen.
Un caso interesante es el de las radios públicas. Suelen utilizar contratos que, al entrar en contradicción con el Estatuto del Periodista, rozan la ilegalidad, por ser generosos. También en estos casos, un cambio de autoridad, un nuevo funcionario, un capricho o un encono personal de un funcionario con un periodista puede terminar con un programa o con un periodista, que deberá retirarse y buscar otro trabajo. En su lugar, será ubicado un periodista más amigo o un locutor-periodista, eufemismo que encontraron las radios para contratar locutores que hacen de periodistas y ahorrar un sueldo.
De esta manera, la estabilidad laboral de los periodistas en radio no existe. Existe, es cierto, la estabilidad laboral de los locutores y operadores técnicos y la de algunos periodistas que logran entrar en los noticieros. Mientras tanto, oh sorpresa, existe un público, una masa enorme de oyentes que todos los días encienden su radio para escuchar su programa, a su hora. Si los derechos laborales del periodista son despreciados por los directivos de las radios -muchos de ellos, a su vez, periodistas- nadie es más despreciado que el oyente. El oyente es una especie de siervo de la gleba, que está atado a una radio y acepta cualquier cosa que le puedan ofrecer. “La gente protesta al principio y después se acostumbra”, es el razonamiento. Tal vez, además de que el gremio de los periodistas defienda en serio los derechos de los periodistas, para que en lugar de jugar a trabajar como empresarios -descargando la responsabilidad de los verdaderos empresarios, que son los que se quedan con la parte del león- los periodistas radiales sean, como corresponde, empleados de las radios, con sueldos, derechos y obligaciones. Y que, el público, no sea un actor pasivo que recibe lo que “le dan” sino que adquiera un rol activo y a la hora de levantar un programa o cambiar un profesional también sean escuchados. ¿Será demasiado utópico? Tal como evolucionan las cosas, parecería que si. Sin embargo, si se aprueba una nueva Ley de Radiodifusión, que permita la formación de nuevas radios, en nuevas frecuencias, con nuevas opciones, tal vez un director o funcionario tenga que pensar dos veces antes de desarmar un equipo de trabajo simplemente porque “me ofrecieron el puesto y llevo mi equipo”. Mientras tanto, habrá que seguir dándole al dial como si fuera la última cosa que uno va a hacer en la vida. Salute.

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