Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

agosto 15, 2010

Somos todos buena gente

Ayer, 14 de agosto, murió Mario Gavilán, periodista, administrador de medios y durante años mano derecha de Héctor Ricardo García. Hoy los diarios y cuanto medio haya en el aire le brindaron un homenaje. Algunos titularon "los noticieros de luto", otros "murió el padre de los noticieros", o "murió el padre de la placa roja de Crónica TV". Ya se sabe que cuando alguien se muere hay que tratar de no agredir al personaje en cuestión, que hay que ser delicado y sobre todo respetuoso con sus familiares, pero a veces la omisión es ofensiva hacia muchas otras personas.
¿Es políticamente correcto callar? Como no había respuestas a mano, nada mejor que algún documento que cuente lo que casi todos omitieron. Mientras Caronte recibe su moneda y lo sube a su barca, o San Pedro le abre la puerta -vaya uno a saber- vale la pena transcribir lo que dice la crónica sobre su llegada al canal ATC cuando el menemismo asumió el Gobierno:

"Y quedó claro desde un comienzo que las perspectivas no eran buenas para ATC, cuando los primeros en desembarcar fueron personajes ligados a la última dictadura: al interventor Mario Gavilán (con una larga trayectoria televisiva y una oscura relación con la Armada que le valió la dirección de noticias de Canal 13 durante el Proceso) lo acompañaron Guillermo Aronín (jefe de prensa del Partido para la Democracia Social fundado por el ex almirante Emilio Massera), Emilio Giménez Zapiola (redactor de la revista Gente durante el proceso) y Nicolás Kasanszew (corresponsal de 60 minutos en la guerra de Malvinas), entre otros. Bajo el paraguas del discurso oficial de reestructuración y reformas, Gavilán se propuso tirar abajo rápidamente lo poco que había construido el radicalismo (...)".

Fuente: Mindez, Leonardo. Canal Siete. Medio siglo perdido. La historia del Estado argentino y su estación de televisión. Ediciones Ciccus-La Crujía. Buenos Aires, 2001. Página 103.

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