Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

octubre 28, 2010

Un regalo de la historia

Hace algunos años, pocos para la edad que uno tiene y una eternidad para los que miden el tiempo desde las dos primeras décadas de vida, estuvo en la misma Plaza para cubrir marchas para algún diario o revista, también como testigo o como protagonista. Vio en vivo y en carne propia las fiestas, las protestas, las quejas, los discursos.  Salió a protestar un 30 de marzo mientras veía a los conocidos desconocidos de los partidos políticos y del movimiento sindical ser perseguidos hasta adentro de los bares. Eran todos compañeros, aunque uno fuera compañero de unos y un desconocido para otros. Y se negó rotundamente a ir el 2 de abril a aplaudir a los mismos criminales.

Uno tuvo la oportunidad, muchas veces, de ver cómo a metros suyo un grupo de señores con disfraz de militante rompían cosas para que una fiesta popular se convirtiera en un drama. Apoyó a Alfonsín frente a los levantamientos militares, a los jubilados en sus miércoles inmortalizados por Pappo y más de una vez se cruzó con su propia vieja que había llegado en el Sarmiento a defender la democracia.

Pero la plaza de ayer fue otra cosa. Llegar temprano tiene sus ventajas. No fue difícil alcanzar la valla que lejos de su frío metálico hervía por el homenaje popular. Detrás apenas se veía la parte superior de la Casa Rosada y aunque uno sabía que allí no estaba la Presidenta, tenía ganas de gritar algo, vaya uno a saber qué, pero tenía deseos de gritar.

Para algunos, la valla era como un muro de Facebook, donde muchos dicen muchas cosas. Para otros era más parecido a los altares que se han ganado desde Gardel hasta Rodrigo y a los homenajes que Diego recibe en vida. Una remera gastada con la figura del Che, hecha en el Brasil y seguramente recuerdo de alguna vacación de mochila y feijoada tenía su mensaje de homenaje al ex Presidente fallecido. Hombres que llevaban ramitos como si fueran a la tumba de la vieja, pibes que ponían un cartelito hasta con alguna falta de ortografía y sus mamás que les sacaban fotos con el celular, para que cuando sean grandes recuerden que estuvieron ahí. Uno pensaba en un Mariano Ferreyra de familia más o menos igualmente humilde y entendía algunas cosas. El dolor por la muerte es eso, dolor, no tiene explicación. 

Pero esta muerte tenía sus condimentos. En el caso de Néstor Kirchner, el que murió dejó pendiente una tarea que el conjunto tendrá que concluir en defensa propia. Mientras una enorme Evita hecha en algo parecido al papel maché miraba hacia el Cabildo, a pocos metros un grupo de comunistas con un cartel muy grande compartía con toda la plaza y con socialistas y hasta algún radical los gritos de la multitud.  Entre ellos, el que vociferaba una enorme columna de la JUP de la Plata: “Soy argentino, soy soldado del Pingüino”. De a poco, con la noche, con el fin de la jornada de censo y el comienzo de la convocatoria, las columnas con banderas de todos los colores fueron arribando. “Cobos, andate”, gritaban cada tanto entre insultos. También una suerte de ola de aplausos recorría toda la plaza, de punta a punta y nadie sabía por qué, pero todos aplaudían, porque intuían que era un homenaje.

Al mismo tiempo había algo extraño, muy extraño para quien, por razones profesionales, está acostumbrado a pasar por marchas, ver y contar gente y entender consignas. Había muchos, pero muchos chicos de menos de 25 años, muchos adolescentes. Eran una mayoría contundente y tal vez un gran homenaje a quien hizo mucho para que los que se dejan llevar menos por lo que dicen los canales de televisión que por lo que ven en sus casas y en las casas de sus amigos recuperaran la alegría de la militancia social.

En los grupos que se iban armando, los que siempre se arman entre los amigos y compañeros, las charlas eran casi monotemáticas. “¿Quién tejerá en el PJ mientras Cristina gobierna?”, “Hay que apoyar al Gobierno, que los gorilas no nos ganen”. Que no nos ganen significaba no perder los logros que aplaudíamos -¿serían por eso los aplausos?- y que seguiríamos defendiendo: la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, la vuelta a casa de los dineros que un tal Cavallo regaló a las AFJP; la recuperación de Aerolíneas, el matrimonio igualitario, las protestas sin represión, la incorporación a la jubilación de un par de millones de argentinos apenas un poco más viejitos que uno; el fin de las visitas del FMI y sus órdenes de despedir gente y bajar sueldos; la recuperación de la fábrica militar de aviones; la inversión pública en sectores productivos para aislar el virus de la crisis que venía desde afuera y que no pudo entrar; la reconversión de la palabra “militante”, que dejó de ser un insulto y volvió a ser motivo de orgullo; las retenciones para que las ganancias de nuestra tierra –que es de la Argentina, no de los que la alambraron- permita progresar a toda la sociedad sin que por ello los empresarios del campo dejen de ganar y mucho; la inversión creciente en educación, que superó el 6 por ciento del PBI, impensable unos años antes. Y sigue la lista, como siguen las firmas.

En algo de todo eso pensaban esos con los que uno se encontraba por la plaza, esos que suponía que estaban pero que no sabía si habían ido. Se encontraba con los compañeros de La Gremial de Prensa, con los alumnos de la Facultad, con los vecinos y hasta algún pariente. Y se cruzaba con otros que nunca hubiera imaginado que estarían allí. Como el vecino que vive en el mismo edificio que uno, de quien sabía poco y nada. Allí estaba, con su mujer. El tipo, con su pelo y su barba blanca y corta tuvo su momento, vio desaparecer gente en su laburo, tuvo miedo y con los años fue perdiendo las esperanzas. “Hasta que vino Néstor. Esto fue un regalo de la historia, no lo esperábamos”. De chico nos enseñaron que los regalos, si son genuinos, no se rechazan. Habrá que recordarle a la historia que nos hizo un regalo y que no lo vamos a devolver. Ahora es nuestro, es de todos.

1 comentario:

Sujeto de la Historia dijo...

Hola Ruben
Yo también anduve por allá a eso de las 17,30 hs, me paré pegado a ese vallado/altar, y cuando el lagrimeo callado que trataba de contener me lo permitía, miraba a mi alrededor.
Yo también estuve en esa plaza del 30/03/82; y en ocasión de las felices pascuas alfonsinistas, y religiosamente los 24 de marzo, ya la edad me ha procurado unas cuantas y distintas plazas, pero la de ayer, coincido plenamente con vos, era distinta: era de dolor, sí, pero también de determinación, de aguante, de acompañamiento, y fundamentalmente, de Agradecimiento. Por todo lo que nos dio, por devolvernos el sentido de la historia, en un país que lo había perdido.
Murió el hombre, nació el mito. Y nosotros tuvimos el privilegio no sólo de presenciarlo, sino de acompañarlo.
Te mando un abrazo