Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

marzo 08, 2011

Puro cuento


“El homosexual que criticaba a la aristocracia fue condenado por corrupción de menores”, podría haber titulado algún diario de hoy y, seguramente, a una mayoría no le llamaría la atención sino que se pondría a leer con fruición cada detalle del juicio. Pero ocurrió en Europa a fines del siglo XIX y el poeta y dramaturgo Oscar Wilde dejó páginas mucho más interesantes que las de algún pícaro periodista.
Si El Retrato de Dorian Gray, La Importancia de llamarse Ernesto o La balada de la cárcel de Reading son algunas de sus creaciones más conocidas y respetadas, no son menos valiosos algunos de sus cuentos, que todavía asombran a niños y grandes por su belleza y su visión irónica de las costumbres de la llamada buena sociedad.
Unos pocos párrafos alcanzan para entender por qué fue tan amado y odiado.

El joven rey se acercó hacia uno de los tejedores, se detuvo ante él y lo miró. Y el tejedor se puso furioso y dijo:
-¿Por qué me vigilas?¿Eres acaso un espía enviado por nuestro amo?
-¿Quién es tu amo, preguntó el joven rey.

-¡Nuestro amo! –gritó el tejedor con amargura. Es un hombre como yo. En realidad no hay sino una diferencia entre nosotros, que él lleva ricos vestidos mientras que yo visto andrajos, y que mientras yo padezco hambre, él sufre, no poco, de sobrealimentación.
-Este país es libre –dijo el joven rey-, y no eres esclavo de nadie.

-En la guerra –contestó el tejedor-, los fuertes esclavizan a los débiles, y en la paz, los ricos esclavizan a los pobres. Tenemos que trabajar para vivir y nos dan salarios tan bajos que nos morimos. Trabajamos para ellos todo el día, y ellos amontonan oro en sus cofres, y nuestros hijos desaparecen prematuramente, y las caras de nuestros seres queridos se vuelven duras y malvadas. Pisamos las uvas, y otros beben el vino. Sembramos el trigo y nuestra propia mesa está vacía. Llevamos cadenas, aunque nadie las vea, y somos esclavos, aunque los hombres nos llamen libres.

-¿Sucede así con todos? –preguntó el joven rey.

-Sucede así con todos –contestó el tejedor-: con los jóvenes y con los viejos, con las mujeres y con los hombres, con los niños y con los ancianos. Los comerciantes nos oprimen y tenemos que cumplir sus órdenes. El cura pasa a caballo rezando su rosario y nadie se ocupa de nosotros. Por nuestras callejuelas sin sol se arrastra la Pobreza con sus ojos hambrientos y el Pecado con su rostro ebrio marcha tras de ella. La Miseria nos despierta por la mañana , y la Vergüenza se sienta con nosotros por la noche. Pero, ¿qué te importa esto a ti? Tú no eres de los nuestros. Tu cara es demasiado feliz.

Y frunciendo el ceño se volvió y lanzó su lanzadera entre la urdiembre, y el joven rey vio que estaba tejiendo con un hilo de oro.

Y un gran terror se apoderó de él y le dijo al tejedor:

-¿Qué traje es ese que estás tejiendo?

-Es el traje para la coronación del rey –contestó-. ¿A ti qué te importa?

Y el joven rey lanzó un fuerte grito y despertó, y he aquí que se hallaba en su propia habitación, y a través de la ventana vio la gran luna, color de miel, suspendida en el aire crepuscular.

Fuente: Wilde, Oscar. “El Joven Rey”, en Wilde, Oscar, “Cuentos”. Editorial Grupo Norma, Bogotá, Colombia, marzo de 2010.  

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