Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

octubre 04, 2011

Mitos y realidades de los trabajadores de prensa

Por Irene Haimovichi (*) Muy lejos de la imagen que se suele presentar de los periodistas estrellas, la inmensa mayoría de trabajadores de los medios pelea a diario sin red para defender sus derechos y su salario.

Sueldos bajos, despidos, un alto porcentaje de precarizados, incumplimiento de los estatutos y convenios colectivos vigentes, cargas sociales impagas, persecución o prohibición de las comisiones internas, son prácticas habituales en las empresas periodísticas. Mientras el país libra la batalla por lograr la democratización de la comunicación, la situación que padecen los trabajadores de prensa no se conoce fuera de las paredes de sus lugares de trabajo, está invisibilizada. No es poco lo que aporta a este ocultamiento la actual conducción de la Unión de Trabajadores de Prensa de Buenos Aires que guarda un silencio cómplice ante esta realidad.

La falta de oportunidades laborales es una de las características del gremio de prensa. Escasa oferta y sueldos muy bajos son una constante con la que se enfrentan los periodistas desde hace muchos años. Las empresas acrecientan sus beneficios a costa de nuestros bolsillos y nuestra salud. Los trabajadores somos siempre vulnerables a los vaivenes de la política y de las condiciones sociales. Podemos luchar por modificar la realidad, pero a veces, los resultados tardan en llegar, más allá de nuestros esfuerzos y deseos.

Los últimos años marcan en nuestro país una clara tendencia a la mejora de la situación de la clase trabajadora. Se intensificó la creación de empleo. Se recuperaron las paritarias. Se vuelven a discutir y a poner en valor leyes y convenios olvidados durante el menemato. La dignidad y la mejor calidad de vida vuelven a ser patrimonio del pueblo. Pero esta realidad parece escurrirse del gremio de prensa. La concentración de los medios en pocas manos, los abusos del neoliberalismo y su persistencia en la vida íntima de las empresas, marcan el ritmo de lo cotidiano en las redacciones. La ideología dominante parece ser la de acrecentar las ganancias a cualquier costo, inclusive el del bienestar de quienes día a día laboramos para que los medios salgan a la calle (o al aire).

En el marco de este panorama de malestar se desarrolla la ofensiva de los dueños de los grandes medios de comunicación (monopólicos u oligopólicos) contra un gobierno surgido del voto popular. Hay una disputa ideológica y metodológica. Y en ese enfrentamiento y con esta escenografía de fondo, los periodistas quedan en el medio como el jamón del sándwich.

Los trabajadores de prensa hacen su trabajo, ya sea que estén más cerca o más lejos de la ideología de los patrones. En casi todos los casos sus notas son editadas por los jefes de las secciones que responden a las directivas patronales. Los títulos y bajadas no le pertenecen al periodista. En muchas ocasiones se enteran de cómo fue titulada cuando el diario ya está impreso. La relación entre los trabajadores de prensa con la patronal y con los jefes es la misma relación que tiene cualquier otro trabajador con el empleador y el capataz, donde hay un claro ejercicio de poder destinado a provocar el temor en el laburante. La posibilidad del despido es una eficiente herramienta de sometimiento. 

Hace pocos días hubo elecciones de comisión interna en el diario La Nación. En las caminatas por la redacción surgió el tema de la relación entre el gobierno y los periodistas. Es frecuente que los funcionarios cometan el error de confundir al empleado con el empleador. Es como si criticaran  al que arma los cigarrillos poniéndolo en el mismo lugar que a las tabacaleras. Al igualarlos contribuyen –sin quererlo, no me cabe duda– a reforzar el vínculo entre el periodista y la patronal. La política es el arte de diferenciar, la estrategia, el de acrecentar las propias fuerzas en detrimento del enemigo. Esos ataques indiferenciados le hacen un regalo inesperado a las patronales. A esas mismas patronales que, por otros motivos, también son enemigas objetivas de los periodistas. Porque día a día les quitan derechos, porque no pagan lo que es debido por el trabajo de sus empleados, porque reducen los planteles dejando decenas de trabajadores en la calle. Al poner a todos en una misma bolsa, los funcionarios en vez de desnudar la contradicción entre el periodista y la empresa, ayudan a ocultarla.

Esta es nuestra democracia, en la que todas las voces se deberían expresar y escucharse con respeto. No se trata de estar de acuerdo, se trata de distinguir como juegan las piezas de este ajedrez, que aunque estén en el mismo tablero, no tienen el mismo color ni son todas iguales.

Así como políticos y funcionarios deberían distinguir entre estas piezas, también es hora de que las empresas respeten el trabajo de los periodistas y no tergiversen desde el título lo que se dice en el cuerpo de la nota. Para las patronales de los medios concentrados y sus acólitos, todo vale a la hora de crear realidades a imagen y semejanza de su conveniencia. No dudan a la hora de distorsionar la realidad, no dudan cuando desde el título cambian o contradicen el sentido de la información que el periodista puso en la nota, lo que importa es llevar agua para el propio molino.

Los trabajadores de prensa nos debemos una profunda reflexión sobre los límites éticos de nuestro trabajo, pero esa reflexión requiere de un contexto de libertad y respeto del que nuestro gremio carece tanto por la presión empresaria como por la ausencia de una conducción sindical representativa. Es indispensable que esa realidad deje de ser invisible. Si trabajamos para que las condiciones en que ejercemos nuestra labor se correspondan con los tiempos que vivimos, si recuperamos nuestras leyes y logramos mejoras salariales dignas, tal vez encontremos la libertad para pensarnos en otra perspectiva y podamos exigir que nuestras palabras sean el medio para informar al pueblo de lo que pasa y no la artillería de una ofensiva ilegítima que defiende los intereses de una minoría contra los de nuestra Nación.

(*) Irene Haimovichi es delegada de los trabajadores de prensa del diario La Nación e Integrante de la agrupación La Gremial de Prensa)


 

No hay comentarios.: