Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

septiembre 19, 2012

Periodistas militantes, funcionarios o adictos.


(Por Rubén Levenberg) No es común que uno firme una nota en su propio blog, sobre todo porque finalmente el sistema colocará el mismo nombre y apellido en la casilla que indica quién subió el texto. Pero como se trata de una opinión, nos pareció lógico hacernos cargo con énfasis. La ocasión lo amerita, porque la protesta del jueves pasado dejó muchas cuestiones para analizar, entre ellas la falta de una prensa que desde la simpatía con el oficialismo ofrezca una visión que en lugar de calificar o descalificar con estereotipos se dedique a estudiar quiénes fueron a la Plaza o se movilizaron en su barrio, cuál era su composición social y qué los llevó a protestar.

No es la primera vez que defendemos aquí el concepto de periodismo militante, que alguna vez fue bastardeado desde el oficialismo y defendido en su visión errónea por el coro de periodistas amigos. Todo periodismo es militante, porque por definición la actividad es subjetiva. Se trata de una intervención que construye una realidad mediante una serie de rutinas productivas que la sociedad legitima. No es un reflejo de la realidad, como pretenden los dueños de los diarios en sus habituales autodefiniciones. Ser un periodista militante no sólo es positivo sino que es inevitable.

Pero una cosa es ser militante y otra es ser un adicto, categoría que inventamos en alguna trasnoche de insomnio. Son periodistas -e intelectuales- que ocupan todos y cada uno de los espacios que se abren en los medios de su sector, sea oficialista u opositor. Son los que escriben en uno o más medios, tienen uno o más programas de radio, tienen su/s programa/s de TV y el resto del tiempo lo dedican a participar de todas las mesas de debate que se puedan organizar en el país y en el extranjero. ¿Cómo hacen? Nadie lo sabe y muchos no lo creen, pero entre el narcisismo y la abundancia de dinero, el cuerpo se siente apto para seguir adelante.

Otros son los periodistas funcionarios, categoría que se replica en el sector privado. Tienen una situación parecida a la de los adictos, pero se cuidan un poco más. Puestos a analizar u opinar, repiten sin utilizar sus capacidades, que existen, para procesar la información. Simplemente repiten consignas como si fueran voceros de algún ministro o ejecutivo, según sea el caso. Tal vez de quien los respalda para que estén donde están.

En un contexto mundial y local en el cual el 60 por ciento de los contenidos de los medios es hecho por periodistas que entran en la categoría "colaborador ocasional" del Estatuto del Periodista, "profesional atípico" según la nomenclatura de la OIT y "precarizado" o "marginalizado" o "ejército periodístico desocupado de reserva", parafraseando a Marx (no a Groucho). Muchas veces la abundancia de periodistas funcionarios y adictos resulta al menos obsceno para los miles de precarizados. Pero funciona así y parece una pelea perdida.

Entre los periodistas adictos y funcionarios el análisis de la marcha del jueves pasado fue casi calcada de una canción de Copani. "Señoras gordas", "oligarcas", "convocatoria desde Callao y Santa Fé" y otros lugares comunes. De autocrítica, nada.

El jueves pasado protestaron todos los que pudieron, cada uno desde sus quejas individuales, sin una motivación colectiva. Sí hubo algo en común entre una parte importante de los manifestantes: fueron ciertas consignas como el "que se vayan", "andate con Néstor, la p...que los p...", o para hablar de "diktadura". No eran la mayoría absoluta, pero fueron los convocantes y organizadores más las señoras gordas y los reaccionarios-gorilas que hicieron de la marcha su militancia oculta.

El resto, que también era un sector importante, fue a la esquina del barrio o a la Plaza para quejarse de lo que le toca personalmente. Son problemas individuales, porque la clase media y la media baja no se preocupan por lo que le pasa a otros, se moviliza cuando una política lo toca directamente. Y el Gobierno debería tomar nota de cuántas de sus medidas, muchas veces necesarias, se convierten en armas de doble filo cuando se aplican en la práctica.

Hubo quienes se movilizaron porque perdieron la posibilidad de visitar a un hijo en Brasil o Perú, porque las decisiones sobre adquisición de divisas se aplican en perjuicio de los más chicos. Como en el aborto, la prohibición generalizada e indiscriminada perjudica a los más débiles. Los grandes compran divisas y se las arreglan para hacer saltar los cerrojos.

Algunos llegaron a la plaza indignados porque tienen que vender como trasto viejo un equipo, un auto o un mp3 porque los repuestos dejaron de entrar al país en forma indiscriminada. Las trabas a las importaciones son medidas proteccionistas que todos los países aplican y que en medio de una crisis internacional como la actual se vuelven imprescindibles. Pero someter el sistema al capricho de uno o dos funcionarios es un despropósito y aplicarlo de manera brusca y sin conversaciones previas es brutal.

Otros se quejan porque sus hijos reciben una netbook que en la práctica no funciona, que requiere de la rehabilitación mensual por parte de un docente que no tiene tiempo para hacer la actualización, por lo cual muchos equipos terminan guardados en un placard. Otros se quejan porque las inspecciones de la AFIP se concentran en los pequeños comercios y no en las grandes empresas. Y siguen las firmas.

Hay muchas otras razones individuales que sobredeterminaron la protesta del jueves pasado, que no se pueden reducir al golpismo, marcha destituyente o gorilismo, aunque los organizadores se ganen las tres categorías sin problemas y con justicia. Pero, insistimos, se movilizaron unas cuántas personas más que las de los organizadores. Del lado del periodismo adicto o funcionario hubo escasos análisis, se notó la falta de una visión crítica. La sobreocupación de los periodistas adictos y la dependencia de los periodistas funcionarios le hacen mal al Gobierno. Hacer pequeños diarios a la medida de la Presidenta puede ser rentable para algunos, pero es muy malo para quien conduce el país.


Para no meter a todo el mundo en la misma bolsa, diremos que hubo algunas visiones más amplias y rescatables. Entre ellas, la columna de Mario Wainfeld que hoy publica Página 12. Vale la pena leerla.



http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/1-203719-2012-09-19.html

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