Pero Manuel Belgrano, responsable de la decisión, muy a pesar del poder porteño, que rechazaba la idea de tener una divisa propia, nació el 3 de junio de 1770 y murió el 20 de junio de 1820 y era tan grande que siempre merece una mención, no importa cuál sea el día. Atrevido, desobediente, original, sensato, audaz, lúcido, honesto y humilde. Fue el primer periodista del Río de la Plata y el primero en pensar la redacción de un periódico con corresponsales y editores. Venía de una familia acaudalada, pero murió en la mayor pobreza. Se preocupó por la educación y destinó gran parte de sus ingresos a la fundación de escuelas, una de las cuales recién fue construida un par de años atrás, porque algún ministro tuvo la dignidad de homenajearlo de la mejor manera posible: Interpretando su voluntad.
Está demostrado que Belgrano también cometió errores, tuvo ideas de las cuales luego se arrepintió, era un mujeriego incorregible y solía discutir enfáticamente con los editores de los periódicos de la época de las luchas por la independencia. A veces era un comandante y a veces era un corresponsal de guerra. También suponemos que tenía gases, que se resfriaba y que iba al baño como todos nosotros.
Gracias Belgrano por la bandera, más allá de los matices y de las polémicas sobre la elección de los colores, que al fin y al cabo eran de la Orden de Carlos III de Borbón. Hubo distintas versiones e ideas, porque Belgrano fue uno de los revolucionarios más creativos a la hora de pensar en nuevas formas de gobierno, en salidas para que las colonias se independizaran.
Si los niños honran a la bandera y los soldados hacen la jura o los hinchas la agitan en los estadios, no debemos olvidar del uso que han hecho y hacen los fascistas y genocidas vernáculos. Hay quienes la miran y se acuerdan de los criminales, de la represión, de la tortura y de las desapariciones hechas en nombre de dios y la bandera.
Pero no son pocos los que rescatan que la celeste y blanca es nuestra, aunque haya sido ensuciada por dictadores, asesinos y cipayos admiradores de otras banderas y sobre todo de los billetes con el rostro de Benjamín Franklin, otro patriota respetable, pero de otro país, con otra bandera y otros intereses. Las luchas por la independencia llevan apenas dos siglos, que es un segundo en la vida de los pueblos de Oriente o de Europa. Esperemos que cuando hayan pasado muchos años más, las manchas de los dictadores y genocidas se hayan lavado con la felicidad de los pueblos liberados, en una unidad de América latina que, aunque a las grandes potencias no les guste, más tarde o más temprano será realidad. Era el sueño de Belgrano.
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