Frases de cabecera

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febrero 26, 2016

Algunas constantes culturales del neoconservadurismo argentino: de 1976 a 2016.

Luego de más 150 años de ejercer el poder alternativamente por las armas, por primera vez un representante de las clases dominantes argentinas, el empresario neoconservador Mauricio Macri, llegó a la presidencia de la Nación por el voto democrático. Apenas cumplidos dos meses de mandato, ya hizo todo lo que se esperaba de él, no sólo en términos económicos y políticos, sino fundamentalmente en lo que Heriberto Muraro, al analizar en 1983 a la última dictadura cívico-militar, denominó “capítulo cultural”. Si uno lee aquel texto puede cambiar los nombres y pasear en el tiempo de 1976 a 2016 como si nada hubiera cambiado.
 

“Debe señalarse que ‘El Proceso…’ no fue exclusivamente un régimen policial y económico: también incluyó un ‘capítulo cultural’, en el más amplio sentido del término. Intentó modificar no sólo el perfil industrial, las instituciones políticas, gremiales o educativas del país, sino también los valores e, inclusive, la estructura de la personalidad de los habitantes de esta nación.

 Para probar esto bastaría leer los discursos de Martínez de Hoz y, muy especialmente, remitirse a la propaganda televisiva del régimen. Se habló de ‘sinceramiento’, de ‘cambio de mentalidad’; se puso un sello de ‘culpable’ en la frente del ama de casa, de los empresarios industriales, de los comerciantes minoristas, de los trabajadores, en fin, de todos aquellos que no pertenecieran a la burocracia estatal. Armado con un extraño ‘marxismo al revés’, el ex Ministro declarará hacia 1977 una guerra sin cuartel contra las ideologías. En sus textos, el restablecimiento de las leyes del mercado y la búsqueda de la eficiencia adquirieron el status de ‘lo científico’ en tanto que cualquier otra doctrina –inclusive la defensa de la soberanía y el
patrimonio nacional- fueron despectivamente calificadas como meras utopías. Más aún: el programa de ‘apertura de la economía’ alcanzó el rango de un verdadero imperativo moral que debía cumplirse incondicionalmente, aunque el mundo capitalista se deslizara por la pendiente del proteccionismo.

Suele darse por supuesto que el conservadorismo intenta resistirse al cambio político para ‘conservar’ algo: un conjunto de relaciones de poder, algunas instituciones políticas, una constelación cultural, un mito ideológico. En este sentido, nada menos conservador que el neoconservadurismo que sirviera de revestimiento doctrinario al régimen nacido con el golpe militar de 1976. Su furia reorganizadora, su desprecio por todo lo que es y representa a la sociedad argentina, su rechazo de toda forma de mediación social, sólo son comparables a las ideologías que durante el período inmediatamente anterior condicionaron la acción política al terrorismo, es decir, a la eficacia militar.

 
Tal vez el aspecto más destacado de la ideología de ‘El Proceso…’ es su empeño en atacar los valores de la solidaridad social en beneficio del privatismo y postular implícitamente una doctrina según la cual un Estado es tanto más perfecto cuanto más alejado está de la sociedad.”
Heriberto Muraro. Octubre de 1983. Prólogo del libro “Medios de comunicación y cultura popular”, de Aníbal Ford, Jorge B. Rivera y Eduardo Romano. Ediciones Legasa, 1985, Buenos Aires, Argentina.
Nota: los destacados son nuestros.

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