“Espejito, espejito, dime tu quién es más famoso”, parece ser la pregunta que reemplazó al "¿Qué puedo hacer para redactar mejor?" de otros tiempos. A lo largo de la historia de la prensa escrita hubo casos como el del diario Crítica de Natalio Botana o el de la revista Primera Plana, de Jacobo Timerman, que utilizaron las firmas para destacar el valor de sus periodistas o columnistas. En el caso específico del fundador del diario La Opinión, también era una manera de gratificar a su equipo. La fórmula utilizada por Timerman fue potenciada en su versión matutina de La Razón, en diarios como Noticias, El Mundo y más recientemente en El Periodista de Buenos Aires y Página 12. En la mayoría de los casos, los directores o diseñadores de estos medios pensaron en el mismo esquema: Destacar el aporte de algunos redactores y mostrar la potencialidad de su semillero periodístico.
En el caso de Página 12, fundado en 1987, convivieron periodistas e intelectuales provenientes de El Periodista de Buenos Aires, La Razón matutina, El Porteño y otros medios. Fue lanzado como un segundo diario y su propósito era ofrecer una visión más cargada de interpretación, con guiños de humor y referencias implícitas de ciertos códigos culturales, por lo cual tenía sentido que una parte importante de las notas estuvieran firmadas.
A medida que el diario fundado por Jorge Lanata adquirió mayor presencia y generó zonas grises en las que había muchos lectores de La Nación y Clarín y cuando pasó, entre 1988 y 1990 a vender alrededor de 100.000 ejemplares, sus competidores comenzaron a adoptar algunos rasgos de su discurso. Tal vez para ajustar sus herramientas competitivas, quizá por la influencia de tiempos hegemonizados por la ideología del individualismo, durante los años 90, tanto en Clarín como en La Nación, el uso de la firma y la construcción de notas en las que la información no se podía distinguir de la ficción se convirtieron en un clásico.
Tanto en Página 12 como en los demás diarios comenzaron a aparecer referencias que iban más allá de un punto de vista subjetivo o de una interpretación. Es un fenómeno poco estudiado en el mundo académico, tal vez porque pocos se animan a meterse con un comportamiento corporativo. En el caso de Página 12, firmar al lado de Osvaldo Soriano, Miguel Briante, José María Pasquini Durán u Horacio Verbitsky –entre otros- dejó de ser un orgullo para convertirse en una herramienta para la auto-promoción. En algunos casos fue una manera de buscar visibilidad para luego publicar un par de libros periodísticos y finalmente pasar a trabajar en Clarín o en La Nación. Los pasos y pases durante los 90 fueron numerosos.
Al mismo tiempo, el desarrollo de los canales de promoción publicitaria encubierta favoreció la proliferación de programas políticos y de economía y finanzas con apoyo publicitario que provenía –y proviene- en muchos casos de la presencia destacada de una firma periodística en algún medio más o menos importante o con influencia.
Hasta allí, en una síntesis apretada, se encuentran algunos de los casos y de las interpretaciones que se pueden hacer de cierta tendencia periodística a la auto referencia. El abuso de la firma se convirtió en un rasgo generalizado y aceptado y la influencia del espectáculo sobre la profesión periodística hicieron el resto.
En esta primera década del siglo XXI la auto-referencia parece haber virado a un egocentrismo que, en muchos casos, es fuente de algunos recursos, una característica que atraviesa horizontalmente a todos los medios, cualquiera sea su posición ideológica, política o económica. Las interpretaciones que se pueden hacer son variadas.
Entre otras cuestiones, habría que mencionar que la visión espectacular e individualista de la profesión forjada durante los 90 se cruzó con la política de precarización y flexibilización laboral. El periodista que trabaja en un solo medio es una excepción y en cambio abundan los que escriben en un diario, hacen notas para una revista y tienen un programa o una columna en radio o TV. Tal multiplicidad de trabajos requiere de algunas condiciones, como la firma conocida o el cargo decisivo en algún medio.
Además, en la medida que el espectáculo pasó a hegemonizar al periodismo, apareció otro fenómeno que merecería un estudio profundo, tal vez para alguna tesis: La extraña necesidad de los periodistas de actuar en lugar de hacer periodismo. “Hoy escribí en mi columna de…” es una forma de introducir el mensaje en los programas de radio. “Yo suelo comprar en un supermercado que queda cerca de mi casa y veo siempre a…”, es otra forma. “Mis chicos son fanáticos” de tal o cual canal... es otra manera de destacar al individuo por el individuo mismo. Por favor, un poco de pudor a la derecha, a la izquierda, aquí, allá y en todas partes.
Dice el manual de Estilo del diario El País de Madrid: 6.1 Abusos. Conviene huir lo más posible del abuso o uso indebido de la firma en las informaciones, puesto que se le priva así de su verdadero valor: primar las noticias obtenidas o elaboradas por medios propios.
9 comentarios:
Estimado Rubén:
Gracias por esta nota que nos llama a la reflexión.
Creo, no obstante, que también deberías analizar la influencia de Internet y las redes sociales.
Personalmente prefiero notas firmadas simplemente porque me permite construir un perfil ideológico del autor y saber con qué cantidad de sal hay que tomar lo que escribe.
Eso también nos trae a la otra pregunta, ¿no habría que intentar escribir con más objetividad?
Cordialmente
Gracias a vos por dedicarle tiempo a la lectura. Es importante tu comentario. Opté por dejar para otra columna la influencia de Internet y las redes sociales, para hacer un recorte inicial. De todos modos, el disparador fue una observación informal -y mucho de experiencia- sobre la tendencia a utilizar tiempo que el rigor periodístico indica que debería aplicarse a la información, la interpretación o la valorización, en relatos sobre cuestiones personales o en auto-propaganda. Para mi es una falta de respeto al lector o al oyente.
Otra cuestión es el uso de las firmas. Si, es interesante tu punto de vista y me dispara otro tema para reflexionar: ¿Será que los medios perdieron legitimidad y los lectores buscan firmas? Es sólo para pensar.
Coincido con tu análisis, Rubén. He escuchado a periodistas que también son docentes decir "la firma se defiende", cuando debería ser la nota, se defiende... Falta poco para que firmen los epígrafes.
Un abrazo.
No sé si soy el más indicado para decirlo, pero algo cambió con la aparición de CQC, cuando de repente fue más importante el retruécano del movilero que preguntaba, que la respuesta del entrevistado.
Gracias Ana. Mejor síntesis, imposible.
Ricardo: No veo por qué no sos el "indicado". A mi me parece que el estilo del movilero de CQC es un ejemplo de fusión y/o confusión entre periodismo y espectáculo. ¿No será que el periodismo imita cada vez más al espectáculo?
Muy interesante.
Algunas observaciones laterales, sobre el tema de firmar:
1) Los medios también fomentan esto, en la creencia de que, desde el punto de vista editorial, una nota firmada es una manera de acreditar la producción propia (diferente del cable de agencia o la gacetilla). Puedo asegurarte que más de una vez me obligaron a firmar cosas que yo no quería, como por ejemplo, una conferencia de prensa (sí, era cierto, la nota la había escrito yo, pero la información había salido de las preguntas de todos). Creo que los medios la pifian con este criterio: firmarlo todo no es una manera de prestigiar al diario, sino de desprestigiar a los firmantes. Deberíamos tener libertad de conciencia para decidir estas cosas.
2) Para los casos de colegas afectos a firmar gacetillas de prensa y demás, ver "Diario de la Argentina", de Jorge Asís, donde se dice que X "firmaba hasta los epígrafes".
3) Habría que evaluar la incidencia en esto de las famosas "24 colaboraciones firmadas" que consigna nuestro estatuto. También por esto yo he firmado notas que habría preferido no firmar (aunque eran legítimamente mías): para tener una salvaguarda legal. Por el contrario, hoy me ofrecieron colaborar en un medio pero me avisaron que la cosa no era para siempre sino que tenía un tope máximo de 23 notas, porque ese medio no quería publicar notas sin firma, pero tampoco correr riesgos legales...
Hola Ruben:
Efectivamente,el comentario que te comenté no está. Bueno, iba por este lado:
1) la relación de credibilidad medio/periodista: ¿ a quién se lee ? y 2) la preocupación que vengo teniendo -en tanto laburante, no soy periodista- por quienes no tienen chapa, pero terminan exponiéndose, a veces con líneas editoriales opuestas a sus convicciones, porque si se rebelan pueden no sólo perder un laburo, sino 264 (sin ánimos políticos, reitero: una mirada solidaria de un laburante hacia otro)y encima, de refilón, la posibilidad de ser juzgado por el medio en que se trabaja. No sé si este comentario tiene una relación directa con el tema que presentaste, pero éste tuvo la virtud de disparar distintas líneas. A pesar de que hay demasiados narcisismos que me irritan (Lapehue con su permanente oferta de amistad prendiendo y apagando la luz y haciendo caritas es tomarnos de pelotudos de una manera muy burda) quizá tanto ego infatuado sirva para ver la otra cara de una profesión que considero hermosa.
Disculpame si me fui del tema, pero hacete cargo que planteaste algo muy interesante.
Un Abrazo
Gracias "pequeña Lulú". Respecto del punto (1), es cierto, pero debés haber escuchado peleas entre periodistas y sus editores porque no les quieren firmar una nota, sobre todo cuando son principiantes. Pero tenés razón, termina siendo un desprestigio para el periodista. Respecto del punto (3), el Estatuto no dice que son colaboraciones firmadas. La firma puede ayudar en un juicio, pero no es definitorio.
Vale la aclaración, porque yo dije que se cruzaban el narcisismo con la precarización, pero no quise entrar en otra cosa: Mirá las firmas en los diarios, luego escuchá radio y mirá TV. Te vas a encontrar con las mismas personas.
Ahora, vos que sos una profesional del periodismo, ¿no te provoca un poco de vergüenza ajena cuando un colega dice en radio o TV "hoy escribí una columna en...." o, peor, cuando dice "mi sobrinito es un fanático de los juguetes de..."?
Ahora apareció, Sujeto. Volvemos a la credibilidad del medio, que se hace añicos por la concentración y por la falta de rigor periodístico que derivan en la ruptura del pacto de lectura. Eso hace que se busque legitimidad por la firma de un periodista "prestigioso".
Sin embargo, también se usa a los periodistas y a sus firmas para que sostengan las posiciones editoriales.
Eso antes lo hacían los jefes máximos, ahora cualquier pobre tipo que labura todos los días por un sueldo es obligado a firmar panfletos con forma de nota periodística.
También coincido con el problema de los "264" laburos, que es lo que deriva de la precarización.
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