“Las modernas sociedades industrializadas no podrían subsistir sin los medios de comunicación de masas. Todas sus instituciones –el Estado centralizado, el sistema económico basado en el intercambio comercial y la extrema subdivisión del trabajo- serían imposibles, sin la existencia de estos ‘aparatos’ destinados a transmitir información a grandes distancias y de manera prácticamente instantánea. Los funcionarios del gobierno central requieren datos acerca del estado económico y social de las regiones más alejadas de la Capital, los campesinos regulan sus actividades según las cotizaciones en la Bolsa de Cereales que dan los diarios y las radios.
Por estas razones, los sistemas políticos modernos dependen del control más o menos directo que puedan ejercer sobre los medios.
Ningún gobierno puede apoyarse exclusivamente en la fuerza física o en la coacción económica permanente: necesita contar con un mínimo de colaboración por parte de su población y que ésta acepte o, por lo menos, no ataque de manera sistemática y organizada, los valores defendidos por el Estado.
Esta colaboración o aceptación es, en realidad, una unidad de criterios o, como suele denominarlo la sociología, un ‘consenso’ que garantiza la estabilidad del poder.
Quien domina los medios de comunicación de masas puede controlar, aunque no de manera absoluta, la naturaleza del consenso social.
Dichos medios pueden servir a un equipo gobernante (una élite, una clase) para difundir su ideología, atacar la de la oposición, mostrar aquellos hechos que fortalecen su posición y ocultar los que puedan desmerecerla, amenazar a los desvariados o ‘réprobos’, y aún para premiar a quienes acepten sus dictados. Más sencillamente: con los medios se puede hacer propaganda a favor de determinada ideología y, al mismo tiempo, tratar de neutralizar o ahogar la difusión de ideologías contrarias.
En síntesis: Ya sea para mantener el statu quo, o para modificarlo en una dirección determinada, todas las organizaciones políticas de una sociedad determinada (un partido, dentro o fuera del poder, un grupo de presión, etc.) deben asegurarse que un segmento cuantitativamente importante o bien muy influyente de la población, participe de sus valores de ideales.
Esto implica una tarea de difusión ideológica y, por ende, el control de los medios de comunicación de masas. Por eso no es extraño que la lucha por el control de los medios de comunicación de masas sea un componente siempre presente en los debates y conflictos políticos de nuestra época.
El Estado, los propietarios privados y los medios
En los países de economía capitalista, la situación de los medios es con frecuencia paradójica y conflictiva. De hecho, éstos pertenecen en parte o totalmente a propietarios privados (personas físicas o jurídicas). Pero los medios son, tal como hemos dicho, instrumentos potencialmente muy poderosos, tan estratégicos para el Estado Nacional como el sistema de transportes o la Banca. Amenazan con convertirse en verdaderos competidores del Estado.
Necesariamente, surgirán de aquí conflictos entre el Estado y los propietarios de medios y, en consecuencia, diversos intentos por regular el poder de ambas partes sobre los medios, mediante leyes y convenciones.
Por otra parte, los medios más modernos –la TV y la radio- presentan características tecnológicas especiales. Una estación sólo puede alcanzar a su público si tiene asignada una frecuencia de onda exclusiva, que nadie debe invadir. Es necesario pues que el Estado regule la competencia entre los propietarios privados.
El conflicto Estado-propietarios privados de los medios se incrementó con el avance tecnológico de las redes de comunicación, con el crecimiento cuantitativo del público alcanzado.
Un elemento importante colaboró en el presente siglo a hacer más agudo este problema: el monopolio de los medios, ya que éstos, como cualquier otro sector económico dentro de una economía capitalista, tendieron a concentrarse en un número cada vez más reducido de manos”. (…)
De un texto de Heriberto Muraro en “El Poder de los medios de comunicación de masas”, Revista Transformaciones nº 1, Centro Editor de América latina, Buenos Aires, 1974.
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