En un momento agitado como el actual, en el cual un militante estudiantil fue asesinado cuando apoyaba a los precarizados del ferrocarril -o tercerizados, que en casos así suena más a eufemismo neoliberal- es menester repudiar la brutalidad y la actitud criminal de los culpables, así como exigir que se esclarezca la situación y se castigue a los ejecutores y sus mandantes. El asesinato parece una provocación para justificar otras cosas, pero fue un crimen contra los que luchan contra la precarización -aunque el cuerpo fuera de un estudiante solidario- y de precarización los periodistas sabemos mucho, demasiado. Pero también vale la pena seguir discutiendo ideas y meterse lo más a fondo posible sobre la compleja relación entre política, academia y comunicación. Transcribimos un despacho de la Agencia Paco Urondo, que lleva la firma de Tomás Schuster y que merece ser leída, más allá de que cada uno pueda coincidir con todo o con nada de lo que dice. |
Capital Federal (Agencia Paco Urondo) Al haber sido levantada la toma en la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA, tras seis semanas ininterrumpidas, bien vale un análisis sobre sus causas, desarrollo y posibles consecuencias.
En primer lugar, parece oportuno señalar que esta medida de fuerza por tiempo indeterminado, extrema a la vez que primera, ha visto una escisión entre las reivindicaciones que públicamente se propuso y su metodología. En tal caso, entre la mayor parte de las agrupaciones de la Facultad se ha instalado un cierto sentido común en el que “la lucha”, significante vacío de intérpretes autoproclamados, sigue la lógica de “cuanto más intransigente, más revolucionario”. Sin embargo, esa lucha que dice ser por la educación pública, no lo es en absoluto. Al contrario, es una mera parodia: a quienes la impulsan lejos está de interesarles una Universidad y una educación pública diferentes, mejores, al servicio del Pueblo; una academia cuyo medio, cuya contribución a una sociedad (en términos revolucionarios, para quienes consideramos que es ese el avance necesario, o no, pero cuya discusión debemos darnos) sea la producción de conocimiento, el pensamiento de sus problemas y la construcción de sus soluciones en términos colectivos. Si verdaderamente les interesara la función académica sabrían cuál es la herramienta capaz de su transformación: la política. No solo no la ejercen, es decir, no solo no disputan el poder en la Universidad en términos concretos sino que juegan para el statu-quo, volviendo al enemigo inasible y a la batalla gelatinosa. Así, igualan complejas realidades bajo consignas simplificadoras incapaces de comprender la realidad nacional (p. ej: “Macri=Kirchner”), obvian correlaciones de fuerza al interior de cada Facultad bajo un concepto tan irrisorio como inútil (“camarillas”) y, por ende, se abstienen de crear una verdadera alternativa de poder a la alianza conservadora peronista-radical enquistada en Rectorado.
Pero esta metodología del “quilombo por el quilombo mismo” planteó reivindicaciones que no se deducen como resultado de ella. El caso concreto de la toma de la Facultad de Sociales es un claro ejemplo. Hoy, aquellos que bancaron esta medida (algunos, compañeros a quienes respeto) intentan instalar como un triunfo histórico algo que no supone más que una pequeña suba en el presupuesto destinado a la continuación de la obra del Edificio Único en 2011. Demasiado poco para el costo que significa, en una institución académica, el paro total de todas sus actividades por 43 días. Porque el resto de los reclamos no experimentó ningún cambio. A modo de repaso:
- Se pedía la aceleración de las obras del Edificio Único: este logro de la lucha de la comunidad de Sociales ya estaba en marcha, se terminará su segunda parte para fin de este año como estaba previsto y el compromiso de la tercera etapa ya estaba presupuestado. Es cierto, en vez de 15 millones, ahora serán 20; si se trata de una partida extra-presupuestaria es un asunto que no queda claro en el compromiso firmado por las partes, pero tampoco parece ser determinante. Si el triunfo de la lucha es haber conseguido que la partida sea extra-presupuestaria, suena a demasiado poco para lo extremo de la medida.
- Por otra parte, reclamaban un comedor (provisorio, porque si bien hay uno planificado, recién se construirá con la tercera etapa) y aseguran haberlo ganado, con toma de un aula y su transformación en comedor, con todo lo que implica reclamar una educación digna y apropiarse arbitrariamente de un aula. Lo cierto es que desde hace tiempo el Centro venía negociando con la gestión la ubicación de este comedor, con o sin toma por medio.
- También se arrogan la consecución de becas estudiantiles, dado que el Centro de Estudiantes planteaba la necesidad (real y comprensible) de que los estudiantes de bajos recursos contaran con un sistema de becas de comida y apuntes para poder cursar estudios universitarios y, así, hacer una Universidad más inclusiva. El problema está en que, desde la gestión pasada, los representantes estudiantiles pedían que se les dieran plata o resmas (de papel de impresión para abaratar costos de fotocopias y dirigir esos fondos a las becas) para financiar un sistema de becas cuyos criterios de asignación definirían ellos, negando la propuesta que ahora aceptaron del Decano: un sistema de becas administrado por la Facultad, responsable de la dirección de esos fondos otorgados por y surgidos del Estado.
- Y por último, reclamaban la desacreditación de la CONEAU, muchos de ellos sin saber qué es dicha institución ni cómo dependen de ella los becarios. Es cierto, debemos pelear por que la Ley de Educación Superior (LES) menemista sea derogada, (por ejemplo, garantizando los posgrados gratuitos), pero la metodología debe ser puesta al servicio de ese objetivo. Lo que finalmente “logramos” es la apertura de la discusión sobre la CONEAU, lo cual se podría haber conseguido sin toma de por medio.
Sin embargo, la jornada de la toma del Ministerio de Educación y la posterior negociación con el Rector, cuya respuesta fue considerada satisfactoria para levantar la toma, demuestran que desde un primer momento el objetivo y el enemigo estuvieron mal planteados: el Decano de la Facultad no puede conseguir una mejor distribución del Presupuesto de la Universidad si no tiene la fuerza necesaria para pelear en Rectorado. Es allí donde había que dar la lucha, es allí donde debemos poner la Universidad al servicio del Pueblo. Resulta imperioso, entonces, modificar las relaciones de fuerza al interior de la Universidad, haciendo pie con docentes, graduados y no docentes capaces de articular un proyecto alternativo. Esa es la lucha por la Universidad pública, laica y gratuita que debemos dar, y no contra nuestros posibles aliados.
A su vez, es importante señalar el error en la estrategia del Decano Caletti frente a los reclamos. Consistía en no dialogar “condicionado”, jugando al desgaste de quienes sostenían la toma. Mantener a la Facultad parada un mes, cuando era claro que la solución que buscaban las agrupaciones que condujeron la toma era una victoria simbólica, expuso a un costo político (a todos) quizás irrecuperable en el corto plazo. Lo único que logró esta estrategia fue alimentar la lógica de la radicalidad en contexto asambleario y acentuar un maniqueismo de poca monta que no hizo más que complicar una resolución temprana, ya que las falsas soluciones aceptadas, a diferencia de las de fondo reclamadas, como hemos marcado, estaban a la mano de todos antes de la medida. Probablemente, el planteo público de esta situación por parte del decanato apenas iniciada la toma habría puesto las cosas frente a su realidad concreta, impidiendo el manejo de los sectores más extremos del izquierdismo (“enfermedad infantil del comunismo”, decía Lenin) y así excluir de plano la formación de un bloque fortalecido por no tener enfrente una respuesta política.
Como queda expuesto, la toma es una medida de lucha legítima a llevar adelante por un movimiento (en este caso, el estudiantil) siempre y cuando se den determinadas condiciones, las cuales no estuvieron en este caso en particular. Como se escuchó al calor de las asambleas, a estos luchadores nada les importa la educación pública. Sólo ven a Sociales como una oportunidad de poner en cuestión al Gobierno Nacional; en base a reclamos concretos, entendibles, pero la única forma que tienen de lograrlo es abstrayendo esos reclamos de la Historia. Así, apuestan a que olvidemos que desde 1976 hasta el estallido del 19 y 20 de diciembre de 2001 se ha debilitado al Estado por vaciamiento y que esta Universidad es también resultado de tantas décadas de ataque a lo público (la mencionada LES, por ejemplo). Creen, los que sostienen “el quilombo por el quilombo mismo” que el kirchnerismo no es el resultado de esa explosión, contestatario del estado de cosas previo, sino la contrarrevolución de un proceso revolucionario trunco. Su ceguera o repulsión por los movimientos populares les impide ver que ni entonces estaban, ni hoy están dadas las condiciones para una revolución popular y que la única forma de crearlas es recuperando el poder del Estado y lo público para enfrentar al poder establecido de las corporaciones y los intereses foráneos. Esta incomprensión de la realidad, y del kirchnerismo, no permite que entiendan que esta UBA (y, sobre todo, que Sociales y Filo) es hija de este Estado débil, en reconstrucción; hija de la Franja Morada, principal responsable del ingreso de las privatizaciones a las Facultades y aún enquistada en su conducción. De esta manera, en su ombliguismo, lo único que parece relevante es que Sociales tenga su Edificio ya (sin importar que su construcción está en marcha), negando un Estado y una sociedad que recién se están poniendo de pie. Ocultan, por un lado, el exponencial aumento del presupuesto destinado a la educación pública, algo que ha hecho posible, entre otras cosas, la construcción del citado Edificio Único, y, por otro lado, niegan también los proyectos alternativos de poder que se plantean dentro de la Universidad. Por todo esto, la lucha empezó y terminó como mera parodia.
Algo más. La oposición a esta lógica de la izquierda abstracta según la cual “a más quilombo, más cerca de la revolución”, no debe llevar a una posición reaccionaria. No se debe fomentar un discurso que niegue a la Universidad como ámbito político; no podemos someternos a un mero “queremos estudiar”. No, además de estudiar queremos hacer política porque creemos en su potencia transformadora y en su carácter de batalla hegemónico-contrahegemónica. Pero debemos exponer “política para qué”. Se vuelve imperiosa, en la Facultad y en la Universidad, una izquierda popular y revolucionaria que pueda proponer una salida a la pobreza teórica propuesta por esta izquierda abstracta. Es nuestra responsabilidad ceñirnos a la construcción de un espacio tal para proponernos, efectivamente, cambiar las condiciones de producción de conocimiento en la UBA y así dar la lucha por una educación pública, laica y gratuita. Porque el conocimiento será crítico o será cómplice, sí. Pero, entonces, asumamos la tarea e impidamos que sigan destruyendo las instituciones capaces de semejante tarea. (Agencia Paco Urondo)
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