Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

diciembre 01, 2010

Escándalo Wikileaks: Hay algunos diarios que son serios, porque no se ríen

(Por Rubén Levenberg) A los alumnos de comunicación, información o periodismo suele molestarles que se ponga énfasis en cierta bibliografía y en clases en las que los profesores se esfuerzan por mostrar cómo se opera sobre la prensa. Es más fácil sentarlos frente a una computadora para que escriban una nota brillante y salgan a trabajar como peones del periodismo, dicho con respeto por los peones de otros rubros, que son víctimas del sistema. Esa experiencia que vivimos todos los años en la materia Planificación del Periodismo, en la carrera de Ciencias de la Comunicación de la Facultad de Ciencias Sociales (UBA) seguramente debe sufrirse en muchas otras instituciones. 

Pero el escándalo generado por Wikileaks demuestra que el estudio no es en vano, por suerte. Ocurre que en todas las redacciones del mundo se reciben diariamente decenas de mensajes, informes especiales y llamados telefónicos con denuncias que provienen de los diferentes servicios de inteligencia y afines. En los tiempos en los que se ejercía el periodismo con seriedad, prudencia y entrenamiento profesional, los colegas sabían que se trataba de información armada con datos ciertos –generalmente conocidos con anterioridad- y datos inventados. El objetivo del servicio era –y es- generar operaciones de prensa para golpear a alguno de sus enemigos o a uno de sus objetivos operativos.


El affaire de Wikileaks, la metodología de trabajo y su relación con los medios internacionales tiene un gran parecido con aquellas acciones de los servicios de inteligencia, aunque agiornado. Los informes y las operaciones de Wikileaks se parecen mucho a las acciones de los servicios de inteligencia, pero con una presentación (un “packaging”, diría la gente de marketing) renovado y original, para evitar la natural resistencia de los periodistas.

Julian Assange un australiano simpático, globalifóbico, un hacker romántico y perseguido por las autoridades de los Estados Unidos fue asesor de los primeros editores de Wikileaks y es su actual director. Lejos del hombre duro con el pelo rapado y anteojos negros que despertaba las sospechas de todo periodista entrenado, Assange se parece más a un activista de Greenpeace, con un ligero toque de agente 007.

Se diferencia en las formas, pero no en los contenidos. La metodología no difiere de la de los servicios de inteligencia: Brindar información que se conoce pero que nadie reunió en un solo documento, agregarle información propia que surge del espionaje y elegir cuidadosamente qué es lo que se va a mostrar. El objetivo es que la víctima acuse el golpe en medio del maremoto de información –una de las infotácticas a las que se refería Alvin Toffler-, para que la opinión pública rumbee hacia el objetivo como las vacas que van mansamente por el pasillo de madera hasta que alguien les asesta el golpe mortal.

Allí es donde aparece o debería aparecer el rol del periodista, cuya misión no es tomar lo que se le entrega para publicarlo y ganar dinero con ello, sino vivir honestamente de la aplicación de las rutinas periodísticas, una de las cuales, la más importante, es la de chequear la información con fuentes testimoniales verificadas y verificables, eso que los angloparlantes bautizaron como “on the record” y que todos utilizamos en inglés.

En las universidades, en los terciarios, en los talleres de periodismo de todo el mundo se enseña que el periodista debe ser desconfiado. En periodismo de investigación se enseña que lo primero que tiene que hacer el periodista es DESCONFIAR DE LA FUENTE (perdón por el “grito” gráfico). El periodista debe asumir la desconfianza como eje de su trabajo, porque su rol es el de poner en común la información que le llega. Como se dice en los talleres de capacitación para periodistas: Lo primero que hay que preguntarse es: “¿Por qué este señor me trae esta información y por qué me la trae a mí y no a otros?”. Luego el lector deberá desconfiar del periodista y chequear con otros colegas, pero ya se trata de otra cuestión.

Como Wikileaks no es un órgano periodístico sino una entidad que se asume como fuente periodística, deberíamos pensar a priori, como dicen los manuales de periodismo, que las fuentes periodísticas, sobre todo cuando se ocupan de temas relacionados con el poder y la economía, son siempre interesadas. ¿Cuál es el interés de Wikileaks? Es una de las preguntas que hay que formularse.

Pero al menos podemos observar sus acciones para tratar de entender cuáles son sus intereses. Uno de sus hábitos es el de entregar la información a ciertos medios de los países centrales. La primera curiosidad es que se trata de un hacker romántico y que intenta jugar el papel de globalifóbico perseguido, como si fuera un Robin Hood moderno e informatizado. Pero no roba a los ricos para darle a los pobres sino que roba a los ricos para darle a otros ricos. Es algo a tener en cuenta y que no vieron o no quisieron ver algunos periodistas, lamentablemente muchos de ellos argentinos y hasta periodistas “progres”, que militan en radios de la oposición y del oficialismo en la Argentina.

Sin pretender parafrasear a cierto ex Presidente, quien dijo que “pobres ha habido siempre”, vale la pena recordar que espionaje ha habido siempre. Nada de lo que surja de la información interna de una Cancillería nos puede horrorizar, cualquiera sea el país del que se trate. Si alguien hackeara las comunicaciones internas de las compañías que compraron por centavos a las empresas estatales argentinas o si hackearan las comunicaciones internas de los bancos que se quedaron con la parte del León del “mega canje” de Domingo Cavallo y Fernando de la Rúa, seguramente encontraría datos que tampoco nos horrorizarían.

Naturalmente, cuanto mayor sea la experiencia, menor será el asombro, sobre todo si el periodista experimentado es, a su vez, un usuario avanzado de las llamadas “nuevas tecnologías”. De todos modos, basta con recurrir a la historia para acercarse a entender ciertas cosas. Allá por 1962, en la Argentina asumía la presidencia de la Nación el cordobés Arturo Illia, con un 25 por ciento de los votos y un futuro inmediato que lo ubicaba más cerca del final que del principio.

Al año siguiente, John Fitzgerald Kennedy, un presidente de los Estados Unidos elegido por el voto y muy querido por su pueblo, especialmente por los pobres y marginados, pero responsable de masacres en Vietnam o en otros países del mundo, fue asesinado en el marco de un acto público y masivo. Los responsables del crimen nunca fueron descubiertos ni castigados y los autores materiales fueron a su vez asesinados para que la trama no fuese descubierta. Las investigaciones siempre rozaron a la mafia estadounidense, sus intereses y su capacidad de fuego, pero la gama de datos que fueron surgiendo mostraron que había otros responsables, más importantes y que nunca fueron descubiertos.

La gestión del presidente demócrata fue continuada por su vice Lyndon Johnson y cuando se inició la campaña electoral para la sucesión, el senador Robert Kennedy, hermano del Presidente asesinado, también cayó bajo las balas de algún criminal a sueldo. Nuevamente, las investigaciones cayeron en vía muerta. Poco después, el líder de los afroamericanos sometidos y marginados en los Estados Unidos, Martin Luther King, también fue asesinado. Igualmente, los responsables jamás fueron hallados y por lo tanto no hubo castigo.

Luego, en 1966, el presidente Illia osó enfrentarse a los laboratorios de especialidades medicinales –la mayoría de ellos estadounidenses y europeos-  y cayó bajo un golpe de Estado, no porque hubiera llegado al gobierno con un 25 por ciento de los votos sino porque se había puesto duro frente a un sector poderoso de la economía mundial. Un sector que obtiene tasas de ganancias descomunales, especialmente en los países periféricos, donde además no tienen control alguno y pueden experimentar con seres humanos convertidos en cobayos.

Mientras en los Estados Unidos asesinaban en poco tiempo a un Presidente, a un candidato que era casi seguro el futuro Presidente y al líder pacifista que había entusiasmado a millones de seres -no sólo en su país sino en todo el mundo-, en la Argentina ciertos intereses económicos se veían mágicamente beneficiados por un golpe de Estado. Un golpe que además desarmó a todos los equipos de investigación en la célebre "noche de los bastones largos". Así, los principales científicos argentinos terminaron trabajando en laboratorios de los países centrales. ¿Paradoja o resultado exitoso de una operación militar?

De allí en más, habrá que hablar de la hipocresía de los medios de comunicación que alguna vez fueron serios y que, todavía, algunos periodistas –de los opositores y de los oficialistas- toman como si siguieran siendo aquellos diarios serios. No toman en cuenta, tal vez por pereza mental, que se trata de medios desesperados por un dólar –por algo cayó hace poco la directora del New York Times- y que en su mayoría fueron comprados por empresas del sector financiero, cuyos intereses se parecen más a los de aquellos laboratorios que a los de los emprendedores periodísticos entusiasmados con su trabajo.

Un ejemplo basta: El diario El País –que pertenece al grupo económico dueño en la Argentina de Radio Continental, acérrima enemiga del Gobierno nacional y de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales-, fue uno de los “elegidos” por Wikileaks para entregarle información. El diario español aceptó publicar toda la información surgida de fuentes “off the record”.  Vale la pena recordar qué dice el manual de Estilo del País:

-Artículo 1.14: Las Fuentes. Las informaciones de que dispone un periodista sólo pueden ser obtenidas por dos vías: su presencia en el lugar de los hechos o la narración por una tercera persona. El lector tiene derecho a conocer cuál de las dos posibilidades se corresponde con la noticia que se está leyendo. Para ello, se citará siempre una fuente cuando el periodista no haya estado presente en la acción que transmite. Si la información procede de una sola persona, se hablará de “fuente” en singular.

-Artículo 1.23. En los casos conflictivos hay que escuchar o acudir siempre a las partes en litigio. Aquellos dudosos, de cierta trascendencia o especialmente delicados han de ser contrastados por al menos dos fuentes, independientes entre sí, a las que se aludirá siquiera sea vagamente. (…)

Habrá que reflexionar sobre estos hechos y proponerse dejar de tocar música mientras el Titanic de la prensa se hunde. Un tema que no se puede abarcar en una nota simple, de un blog simple.


1 comentario:

carlos Nougués dijo...

Buen comentario Rubén.Invita al menos, a la reflexión. No es poco.
Abrazo

Carlos