Presentamos la reproducción de un cable firmado por Héctor Sánchez el miércoles pasado, 1 de diciembre. Según el periodista de Télam, la nota fue el detonante de un artículo que se publicó dos días después, en la página 48 de Clarín, con acusaciones hacia su persona:
La embajada y la prensa canalla
El escándalo desatado a partir de la divulgación de cables y archivos elaborados por diversas embajadas de los Estados Unidos en buena parte del mundo, pone una vez más sobre el tapete el rol que cumple el cuerpo diplomático de la que aún es la principal potencia militar, económica y tecnológica del planeta.
Las obviedades de esos informes muestran que espías e informantes del país más poderoso del mundo se basan en tapas y notas de diarios y revistas sin credibilidad posible, desacreditados por la realidad que los acorrala, y por la gran deserción de lectores y clientes que durante tantos años les creyeron.
Parece un chiste de un mal programa de TV, y será por eso que este episodio debería ser conducido por chimenteros que dicen ser periodistas, y que como único bagaje a exhibir tienen la propensión despreciable de la delación, la violación de la intimidad y las alcahueterías que puedan contarles los solícitos alcahuetes de turno de cualquier actividad.
Así, estas versiones (y perversiones) impublicables de la prensa canalla languidecen desde hace tiempo en los atados de revistas que los quioscos devuelven, o en páginas de diarios que en un pasado no muy lejano batían records de ventas, especialmente los domingos, y que hoy pierden lectores compradores de a miles.
Pero como nada se pierde y todo se transforma -vaya de este modo el recuerdo y homenaje para aquella sección que en la revista Humor llevaba adelante el gran periodista Aquiles Fabregat, recientemente fallecido- parece que los espías de esta pobre novela sí le dan crédito a la prensa canalla.
Entonces resulta que en América Latina, Europa y tal vez también en Marte, las fuentes de informaciones han mutado de tal manera que ahora son los empresarios de los grandes medios comerciales de comunicación, y sus lenguaraces todo terreno de fabulosos ingresos mensuales, quienes fijan la agenda que después aburridos burócratas de escritorio transforman en informes secretos.
A esta altura se hace imperioso decirlo: cuánto extrañamos al James Bond del cine de barrio de nuestra infancia, aquel que sólo con la mirada de Sean Connery, o después con la astucia de Roger Moore, se las arreglaban para informar cosas que la ficción mostraba como serias, y que comparadas con este bochorno, eran serias. Y ni hablar del Superagente 86, que a la hora de la merienda nos hacía reir en grande, mientras estos monos con navaja dan un poco de pena, y un mucho de asco.
Apenas un puñado de cables sobre decenas de miles han servido, sin embargo, para reafirmar aquellos conceptos sobre "La Embajada" y la política exterior estadounidense, esos que cuando desde el campo popular eran y son sostenidos sobre la base de la realidad, prensa canalla y políticos del sistema que ahora se autodefinen como "La Oposición" coincidían en desechar por "antiguos, en mundo que ha cambiado".
Pues resulta que esos mismos políticos, revelan los cables divulgados por Wikileaks, son los que hacían cola en una embajada que supuestamente ya no espiaba "porque el mundo ha cambiado", y según esas mismas fuentes, en estas pampas la delegación estaba encabezada por la diputada Elisa Carrió.
Y esa prensa canalla es el lugar donde se repoducían y reproducen infamias y ficciones que después levantan espías que no podrían atarle los cordones de los zapatos a aquellos de nuestros cines de barrio.
Esta etapa degradante de la política estadounidense, en donde la ultraderecha del Tea Party le marca la cancha al presidente Obama cada día un poco más, se merece tal vez a estos espías de poca monta que cumplen de todos modos órdenes precisas para continuar con aquella vieja política imperial.
Y la prensa canalla de los grandes medios comerciales seguirá siendo el aparato reproductor de ese diagrama infame, en donde diversos pueblos del mundo padecen los temblores que derivan del trabajo de "La Embajada", y de ninguna manera de un sitio de internet que los desenmascare y lo divulgue. Casi a la medida de grises chimenteros que ni siquiera ensucian al periodismo, porque está claro que no lo son.(Télam)
hos-jab
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