Para el diccionario de la Real Academia Española, un "pasquín" es un "escrito anónimo que se fija en sitio público, con expresiones satíricas contra el Gobierno o contra una persona particular o corporación determinada" y en algunos países de América latina define a "un diario, semanario o revista con artículos e ilustraciones de mala calidad y de carácter sensacionalista y calumnioso".
La palabra, como dice el mismo diccionario, proviene del italiano "Pasquino", el nombre de una estatua en Roma, en la cual solían fijarse libelos o escritos satíricos, pero cuando se trata de determinar realmente quién era el personaje y cuál era la verdadera historia de la estatua aparecen las diferencias.
La palabra, como dice el mismo diccionario, proviene del italiano "Pasquino", el nombre de una estatua en Roma, en la cual solían fijarse libelos o escritos satíricos, pero cuando se trata de determinar realmente quién era el personaje y cuál era la verdadera historia de la estatua aparecen las diferencias.
El diccionario de uso del español, de María Moliner, coincide en que el término proviene del italiano y dice que "Pasquino era el nombre de una estatua de gladiador que había en Roma, donde solían fijarse pasquines". Se supone que la obra, hallada en Roma en el siglo XV y si bien suele decirse que representa al gladiador, otras versiones indican que es la imagen de algún guerrero griego. Sea cual sea el origen de la estatua, hay al menos dos versiones sobre el origen de su nombre. Una indica que así se llamaba el gladiador en cuestión, otra que era el nombre de un zapatero en cuya calle se encontró la estatua, cuando el artesano romano ya había muerto. Hombre de dichos picantes y molestos, esta versión dice que solía recibir en su local a amigos que se entretenían en hablar con sorna de otras personas y de las autoridades.
Zapatero o gladiador -o ambas cosas- la estatua de don Pasquino se convirtió en un atractivo lugar para que los romanos pegaran carteles con quejas, acusaciones y protestas contra el Papa. Para el diario La Nación, según reza su Manual de Estilo y Etica Periodística, "Se trataba de una suerte de válvula de escape para la maledicencia tradicional de los romanos. La Iglesia admitía que un sólo día por año, el 25 de abril, se practicara esa especie de periodismo callejero y contestatario. Los cardenales, los obispos, los funcionarios de la corte papal eran vapuleados literariamente durante esas veinticuatro horas. Los panfletos eran obra de los sectores más cultos de la ciudad, muchos de ellos integrados por individuos de estado eclesiástico, que se vengaban de injusticias reales o imaginarias con la saña típica de los romanos. Algunos de esos textos insultantes estaban escritos en verso y otros en prosa. Todos, en latín."
El término ha sido utilizado históricamente con un fin despectivo, el de descalificar a un artículo, un diario, un libro o cualquier otro escrito como algo de mala calidad y pocos escrúpulos. También fue y es reivindicado como síntesis de un periodismo rebelde y contestatario, que también en América latina y en la Argentina tiene ejemplos honrosos desde antes del siglo XVIII.
Despreciable u honroso, insultante o rebelde, los pasquines herederos de los anónimos que pegaban sus escritos en la célebre estatua romana han llegado hasta estos días de la post-post-modernidad con sus dos significados unidos dialécticamente. Hay quienes siguen cavando trincheras con sus palabras. Esos hacen falta. Hay otros que tomaron como modelo el aspecto maledicente y despreciable y creen que todos los días del año es 25 de abril. Como diría Serrat, "entre esos tipos y yo hay algo personal".
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