Una deuda pendiente: deciden en Madrid quién publica en la Argentina.

Aunque suene a provocación -tal vez lo sea- en algunas cosas avanzamos mucho, pero en la industria editorial estamos peor que en tiempos de la Colonia, una deuda pendiente a la que se le presta poca atención. Y no es un arranque de chauvinismo, porque a su vez los escritores e intelectuales españoles están cada vez más limitados en sus producciones, debido a que sólo se publica y exhibe lo que responde al imperativo "negocio masivo". A lo sumo, se imprime y aparece en las librerías lo que algún profesor publica y luego pone como bibliografía obligatoria para sus alumnos.

Aquí en el rinconcito del sur de América, desde los 90 y hasta hace poco tiempo, cualquier empleado de Iberia decidía con las computadoras de Aerolíneas Argentinas "transferidas" a Madrid, qué vuelos se habilitarían, cuáles se cancelarían, qué precios tendrían los pasajes y qué zonas del país no tendrían transporte aéreo. Ahora la decisión se toma en la Argentina, de acuerdo con los intereses de la ciudadanía argentina.

Desde la misma época y cada vez más, un gerente cualquiera decide en Madrid qué libros se pueden publicar, qué autores "son negocio" y qué autores son "innecesarios" para la cultura argentina. Las editoriales universitarias tienen sistemas de distribución casi inexistentes y las editoriales pequeñas, tal vez por su necesidad de sobrevivir, medran peor que las grandes con los autores y lectores.

Queda la opción de la edición personal, que sólo sirven para llegar a los familiares y hasta es contraproducente, porque lleva implícita la concepción de que si no es "negocio", el intelectual debe pagar para publicar y además el libro se convierte en una mera herramienta para llenar currículums en lugar de compartir cultura. El e-book, aunque tiene futuro, todavía es una gota arrojada al mar, salvo que lo maneje una gran editorial, que aplica las mismas reglas que en el mundo de papel.