Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

mayo 22, 2010

Mayorías, minorías y espiral del silencio

Comenzamos a pensar especialmente en el fenómeno de la "espiral del silencio" hace alrededor de dos años, cuando a partir del conflicto generado por una iniciativa legal para gravar a las exportaciones de soja con retenciones móviles –popularizada como “la 125”- se produjo en la Argentina un fenómeno de cambio de roles que modificó sustancialmente, o pareció hacerlo,  el equilibrio político y social del país.

El rol de los medios es objetivar la realidad mediante un instrumento que conocemos como lenguaje y la objetivación es legitimada porque se construye mediante rutinas socialmente aceptadas. Allí hay un pacto entre el conjunto y los medios, que a su vez forman parte de la sociedad. “El conocimiento se halla en el corazón de la dialéctica fundamental de la sociedad: ‘programa’ los canales en los que la externalización produce un mundo objetivo; objetiviza este mundo a través del lenguaje y del aparato cognoscitivo basado en el lenguaje, vale decir, lo ordena en objetos que han de aprehenderse como realidad”, dirían Berger y Luckmann en su clásico “La construcción social de la realidad”. 

El conflicto generado por la resistencia de las corporaciones intermediarias en la exportación de granos, que se trasladó inmediatamente y por impericia del Gobierno nacional a buena parte de los productores beneficiarios de las alzas de los precios internacionales, fue objetivado por los medios como un conflicto entre “el campo” y el Gobierno. Fue una ruptura del pacto de lectura, un hecho habitual dentro de ciertos márgenes. Lo novedoso a partir de 2008 fue que los medios que fijan la agenda noticiosa y a través de ella influyen sobre la agenda pública perdieron todo vínculo con la realidad. Dejaron de utilizar las rutinas y los códigos deontológicos socialmente aceptados y pasaron a manejarse como un bloque histórico más. Priorizaron sus vínculos económicos con ciertos sectores del poder por encima de su rol como medios de comunicación.

Fue por entonces, a fines de 2008, que comenzó a generarse lo que Noelle Neumann llamaba “espiral del silencio”, un hecho sobre el cual desde nuestro blog, desde nuestra cuenta en Facebook y en todos los foros en los que hemos podido expresarnos hemos advertido sin pausa. En el apartado subtitulado “El clima de opinión depende de quién hable y quién permanezca en silencio”, Neumann explicita su hipótesis, que surgió de la observación de hechos sociales concretos, durante la agitación estudiantil de finales de los años 60: “quizá los seguidores de los cristianodemócratas y de los socialdemócratas estuvieran igualados en número, pero no contaban con la misma energía, entusiasmo ni ganas de expresar y exhibir sus convicciones”, dijo.  Luego agrega –y aquí está lo más importante- que “en ese momento se desarrolló una dinámica peculiar. Los que estaban convencidos de que la nueva Ostpolitik era adecuada, pensaban que sus ideas acabarían siendo aceptadas por todos. Así, estas personas se expresaban abiertamente y defendían confiadamente sus puntos de vista. Los que rechazaban la Ostpolitik, se sentían marginados. Se retiraron y se callaron”. Un subtítulo del texto lo dice todo: “La lengua se suelta cuando uno se siente en armonía con el espíritu de la época”.

Con un conglomerado de medios de comunicación masiva y un grupo nutrido de formadores de opinión contratados por sueldos altísimos –no hace falta hacer nombres, pero el público los conoce- el clima de época se convirtió súbitamente de observador de la realidad, con críticas y apoyos, en una oposición aparentemente monolítica. Siguiendo con la “espiral del silencio”, los medios crearon la visión supuestamente objetiva de que la mayoría estaba con “el campo” y con el conglomerado de políticos y periodistas opositores y la otra minoría –porque se trata, en definitiva, de dos grandes minorías- dejó de expresarse para no ser rechazada.

Así como el Gobierno cometió la torpeza de no haber conversado previamente con los productores más afines antes de lanzar “la 125” y la no menos errónea política de creer que los votos llegarían igual, luego mostró una enorme capacidad para hacer política, algo que el conglomerado opositor, por su heterogeneidad de hecho, no pudo concretar. Allí se produjo una ruptura entre los encargados de objetivar la realidad subjetivizada previamente –los medios y su discurso unificado- y la sociedad que los legitima. La visión del senador radical jujeño Gerardo Morales tratando despectivamente a Mercedes Marcó del Pont, entonces candidata a presidir el Banco Central, provocó un golpe dentro de los sectores medios más influidos por los medios, si cabe el juego de palabras. De un lado, una funcionaria incuestionable, amable, con voluntad de explicar su postura y mostrar sus argumentos. Del otro lado, un legislador que la trata despectivamente, que no la deja hablar y que luego dice que los argumentos no fueron válidos. Los mismos argumentos que no quiso escuchar.

La Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales fue también una medida audaz, porque apuntó a romper la espiral del silencio. Nuevamente Noelle Neumann. Si hay un bloque monolítico de medios que supuestamente objetivan la realidad y lo hacen de acuerdo con los intereses económicos de un grupo, el político debe buscar que la sociedad legitime a otros actores para que objetiven la realidad. Para que haya otros actores, se tienen que cambiar las normas heredadas de la dictadura militar y abrir los medios a toda la comunidad, no sólo a los grupos concentrados.

De esta manera se generó una discusión obscena. Por un lado, los defensores del entonces proyecto de Ley salieron a promover el derecho a la expresión de los sectores hasta ahora callados o sometidos a la espiral del silencio. Por el otro, los medios concentrados y su bloque social sostuvieron que legitimar otras voces era coartar la libertad de expresión, una idea que un niño de 10 años puede refutar sin necesidad de leer a Neumann, a Berger y Luckmann ni a Laclau.

La espiral del silencio, como en algún momento expresara la propia Neumann, se rompe cuando los que creen que son minoría toman conciencia de su condición, al menos, de otra mayoría o de lo que, en términos políticos, podríamos llamar primera o segunda minoría. De allí la desesperación de los medios concentrados –no sería serio ni científico hablar de “monopolios”- y de sus aliados políticos y judiciales para frenar la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, un proyecto que pasó y paseó por todo el país para que los que en la espiral del silencio se quedaron con el silencio, puedan expresarse libremente. Paradójicamente, como muestra del poder concentrado, la Ley que llegó a aprobarse con mayor consenso democrático popular de los últimos 60 años fue suspendida en su aplicación por una jueza de Mendoza y una cámara mendocina, una provincia en la cual los grupos concentrados de medios tienen casi el poder absoluto.

Ahora está en manos de la Corte abrir las puertas para que los que nunca pudieron hablar ahora ejerzan su libertad de expresión, para que la objetivación de la realidad no sea tarea exclusiva y excluyente de dos o tres grupos económicos. La espiral del silencio se resquebraja y eso ya es una buena noticia.

No hay comentarios.: