En 1989, durante un seminario que se realizó en Puerto Iguazú para hablar sobre ética periodística, Edgardo Silberkasten, un colega y docente prestigioso luego fallecido intervino en las deliberaciones con una ponencia sobre la colegiación de los periodistas. En su exposición abordó el tema desde varias perspectivas y una de ellas fue la ética de las empresas y los dilemas de los profesionales. Rescatamos un fragmento que aporta algunas reflexiones muy interesantes para el debate, pero no será el último sino el primero de una serie que esperamos dedicar a cuestiones como la colegiación y la ética empresaria.
“Asistimos con peligrosa pasividad a la utilización espúrea de la información con fines políticos y, en muchos casos, económicos. Es posible –como dice Goldstein- que los periodistas, individualmente considerados, no sean ni más ni menos éticos que los médicos, los abogados, los políticos, los empresarios. En todo caso, se trata de un pobre consuelo: ni los informadores son meros procesadores de datos, sin discernimiento ni responsabilidad sobre lo que hacen, omiten y escriben; ni, por supuesto, la dedicación a la mentefactura, más o menos seriada, de la información, los pone ‘al servicio de la rentabilidad de una cadena de montaje industrial de la información’.
Aquella alegación invariable de algunos periodistas sobre que el fin justifica los medios no se puede sustentar sólidamente: trampear a un entrevistado, prestarse a decir o publicar denuncias sobre ilícitos que no nos constan, ocultar la propia condición de informador, inventar historias, plagiar el trabajo de otros sin acreditar la fuente verdadera, actuar con malevolencia, con mala fe, faltar el respeto a las personas, o haciendo de los intereses creados el objetivo de la información, es lisa y llanamente la corrupción.
Queda absolutamente claro que estoy diferenciando la conducta del informador y del empresario frente a su verdadero negocio. Es ético ganar dinero. Una empresa que logre rentabilidad es una empresa independiente. No necesita subordinarse al poder para subsistir y prolongar su fuente de trabajo. Ganar dinero es poder pagar mejores sueldos. Reactualizarse tecnológicamente, ofrecer cada vez mejores posibilidades de conocimiento a su personal. Acercar el mundo con la visión de sus propios enviados especiales y mejorar, cada día, el servicio a sus clientes.
Ganar dinero no sólo es ético, sino que forma parte de las obligaciones de una prensa realmente libre. No es ésa la cuestión. Los negocios de la información y de la publicidad se identifican así con los de otras empresas de carácter industrial, comercial o de servicios. A su vez, esta identificación tiene un precio alto: los medios informativos, a diferencia de lo que ocurre con una planta siderúrgica o una fábrica de automotores, ‘afectan a las raíces de la democracia’.
El problema es aún mayor cuando se trata de televisión, donde un punto de rating parecería calificar el futuro y definir la economía de una empresa. Y, a favor de este puntito más o menos, quedan relegados los contenidos humanísticos que, en función de la información, le ayuden al público, le permitan saber objetivamente qué pasa, saber a qué atenerse, obtener pautas para una evaluación personal, perfilar el pensamiento sin que nadie lo subestime de tal manera que hasta piense por él.
No está claro si las empresas socialmente más responsables tienden a ser las más rentables, o a la inversa: si lo que ocurre es que las compañías más rentables pueden ser con más facilidad, más responsables socialmente.
En todo caso, lo que me preocupa señalar es que la ética y la actitud ética suelen ser caras. Por eso, la salud financiera tiene algo que ver con la capacidad de un periódico para hacer frente a sus deberes éticos. Para ser moral es necesario ser fuerte. Desgraciadamente la televisión anima a creer que la verdad no sólo es barata, sino gratuita. Pero podría demostrarse que no siempre es así. (…)
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