Frases de cabecera

-"Si no estáis prevenidos ante los Medios de Comunicación, os harán amar al opresor y odiar al oprimido." Malcolm X.

junio 07, 2013

Periodismo y fantasía



Hoy es el día del periodista en la Argentina, porque un jueves 7 de junio, en 1810, apareció la primera edición de la Gazeta de Buenos-Ayres, que por orden firmada por los miembros de la Primera Junta el 2 de junio llevaría bajo el título una sentencia de Tácito: “Rara temporum felicítate, ubi sentir, quae velis, et quae sentías, dicere licet”, que en castellano significa “Rara felicidad de los tiempos en que se puede decir lo que se siente y sentir lo que se quiere”.

Para explicar las razones de su publicación, la Junta señalaba que “El pueblo tiene derecho a saber la conducta de sus representantes y el honor de éstos se interesa en que todos conozcan la execración con que miran aquellas reservas y misterios inventados por el poder para cubrir sus delitos”. Le cupo a Manuel Alberti la responsabilidad de recopilar las notas y a Mariano Moreno la tarea de redactar los artículos de fondo.

La figura de Moreno, quien lideraba la corriente patriota más decidida en la lucha por la emancipación, quedó también para la historia como un símbolo y un modelo para generaciones de periodistas argentinos, aunque el primero, como postula César Díaz, fue Manuel Belgrano, corresponsal de El Correo Mercantil de España y Sus Indias.

Casualidad o no, Belgrano y Moreno, además de dos calles que corren paralelas en el centro de Buenos Aires, fueron dos hombres de la revolución apasionados por el poder de la letra, comprometidos con la Revolución y, pocas veces se dice, dos grandes desobedientes. Es una cualidad que a uno le costó la vida y a otro el desagradecimiento y el maltrato por parte de algunos de quienes habían sido sus compañeros de lucha.

Enfrentado con Cornelio Saavedra, Moreno jugó su última carta antes de ser destituido y enviado a Londres en un viaje en el que moriría sospechosamente un 4 de marzo de 1811. Ante los devaneos monárquicos de Saavedra, dictó el decreto de Supresión de los Honores, en el que decía:

“La libertad de los pueblos no consiste en palabras, ni debe existir en los papeles solamente…Si deseamos que los pueblos sean libres, observemos religiosamente el sagrado dogma de la igualdad. ¿Si me considero igual a mis conciudadanos, porque me he de presentar de un modo que les enseñe que son menos que yo?”

Poco más de doscientos años después de la Revolución de Mayo y de aquella apelación al “dogma de la igualdad” de Moreno, el periodismo argentino emergente de una profunda transformación, corre el riesgo de acercarse más a ciertas ansiedades de la burguesía europea para parecerse a la aristocracia que a los patriotas de principios del siglo XIX.

En el cruce del periodismo con el espectáculo, en gran parte originado tras la irrupción de la televisión en los años 50, los genes de la fama y los devaneos narcisistas conspiran como nunca frente los fundamentos del trabajo periodístico. Así se desmienten, o se olvidan las enseñanzas de los grandes maestros para quienes la noticia debía ser el único protagonista de un artículo. Hoy parece ser más importante el individuo convertido en “famoso”, que viste grandes marcas y maquillaje.

Se rinden honores a Rodolfo Walsh, pero poco o nada se destaca su acto simbólico de caminar literalmente las calles para repartir su histórica carta a la junta dictatorial. El final de su vida fue, además de un acto de lucha que lo enaltece, un ejemplo del culto a la libreta, a la lapicera y a la calle como armas para informar. Más de un centenar de periodistas son un homenaje a la lucha en la calle, detrás de la máquina de escribir. Y deberíamos recordar a los que no desaparecieron, pero que sufrieron el exilio, la persecución interna, como el inolvidable Alipio Paoletti, tozudo editor y periodista que jamás guardó sus banderas bajo la alfombra. O el poeta Julio Huasi, exiliado y a su regreso víctima de la precarización laboral de los periodistas, una marginación que lo llevó al suicidio.
La fantasía social acerca del periodismo confunde al deber de informar con el protagonismo del espectáculo y entroniza al individuo por encima del colectivo. Los mensajes con halagos son reproducidos sin pudor, las interpretaciones no se fundamentan sino que se dicen desde la supuesta autoridad que brinda un medio de comunicación.

Esta visión fantasiosa llega a un punto en el que se confunde al trabajador de prensa sacrificado y mal pago con un artista famoso. Pocos o ninguno de los que hoy saludan por el día del periodista recuerdan que este 7 de junio de 2013 coincide con las semanas en las que se realizan las paritarias de prensa, por segundo año consecutivo.

En la fantasía popular acerca del periodismo, no se concibe la existencia de la marginalidad o de los salarios bajos, del maltrato, de las violaciones permanentes a los derechos de los trabajadores de prensa. El mito del periodista omnipotente remite a un profesional que, montado en su diario, su revista, su programa o su cuenta en una red social se enfrenta valerosamente al poder, sea el Estado o las grandes corporaciones.


Pero los periodistas son trabajadores que tienen que pelear por sus propias condiciones de existencia, algo que se conoce poco porque paradójicamente son los propios medios los que tendrían que informarlo y, en defensa de sus intereses, tienen un pacto de silencio. Es el mismo pacto que tematiza a favor de los grupos financieros y corporativos que son sus propietarios.

La concentración mediática, la creación de enormes oligopolios controlados por grupos financieros construyó una imagen de periodismo que identifica erróneamente a los trabajadores con millonarios del espectáculo.

Pocos o ninguno recuerda que la inmensa mayoría de los periodistas argentinos –y podríamos extenderlo al resto del mundo- no tienen salario, no tienen vacaciones, no tienen aguinaldo, no tienen derecho a licencia por enfermedad, no saben si mañana tendrán trabajo, no tienen paritarias, no tienen protección gremial. Los asalariados de prensa no son privilegiados, son trabajadores que luchan por sus derechos y es un hecho histórico que hoy, por segundo año consecutivo, puedan discutir sus salarios y sus condiciones de trabajo en las paritarias. Los “colaboradores” de prensa no tienen ningún derecho ni protección y son la gran deuda de una sociedad que prefiere amar al “famoso” antes que ponerse al lado del marginado. Y ya se sabe que la fama es puro cuento.




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