La
Red de Carreras de Comunicación Social y Periodismo de Argentina (REDCOM)
rechaza los términos utilizados por el presidente Mauricio Macri al
referirse a las “nuevas universidades” en la reciente apertura de sesiones
ordinarias del Congreso, al plantear que “muchas de ellas han sido
espacios de militancia política más que de excelencia académica”. Por
el contrario, la experiencia nos indica que la participación política no
es el antónimo de la calidad académica sino un requisito indispensable.
La
llamada Reforma de 1918, movimiento opuesto a la concepción académica
medieval y clerical que renovó la Universidad argentina instituyendo la
autonomía universitaria y la libertad de cátedras, fue producto de
militancias políticas. Desde entonces, las instituciones públicas de
educación superior han sido cogobernadas por los distintos actores de la
comunidad educativa. Todas las fuerzas políticas -incluidas las que
integran la Alianza Cambiemos- participan periódicamente de elecciones en
las universidades. ¿Cómo imaginar estos espacios de formación sin la
necesaria participación política? O más: ¿cómo es posible la democracia y
el pleno ejercicio de la ciudadanía sin militancia?
La
Reforma fue un hito inicial en el proceso de democratización de nuestras universidades,
al que le siguió la gratuidad de la enseñanza -instituida en 1948 y
defendida en los años ´90 frente a los planes de arancelamiento que
demandaban los organismos financieros internacionales- y la expansión
territorial del sistema universitario, en especial en los últimos años.
Este proceso, que de modo equívoco tiende a ser asociado sólo a las
“universidades del Conurbano”, dio como resultado que hoy todas las
provincias argentinas cuentan con al menos una universidad pública. Este
avance es coherente con el entendimiento de la educación superior como
un derecho humano, según los principios definidos por la UNESCO en 2008
en Cartagena de Indias, donde se planteó que educación superior debe ser
inclusiva, de calidad y pertinente.
Buena
parte de nuestra Red está conformada por esas “nuevas universidades” cuya
función ha sido puesta en duda por el relato oficial y también en una serie
de artículos publicados en los diarios La Nación y Clarín. Con puntos de
vista que estigmatizan la militancia política y parámetros de evaluación
mercantilistas idénticos a los que justificaban los planes de
arancelamiento hace 20 años, estos planteos ignoran la realidad de
universidades que forman científicos, profesionales y técnicos para el
desarrollo del país, en las que alrededor del 80% de los estudiantes son la
primera generación en sus familias que accede a la educación superior.
En
la experiencia de gestión de estas unidades académicas hemos sabido
desmontar el falso razonamiento que oponía inclusión a calidad, para
entender que no es posible una sin otra. Hoy, con el repaso de cien años de
historia de un sistema de educación, ciencia y tecnología reconocido
mundialmente, también debemos reafirmar que no hay excelencia académica sin
militancia política.
Y
la necesidad de aclararlo nos pone en estado de alerta. Una alerta
que está en línea con el pronunciamiento que realizamos en agosto pasado,
cuando pedimos a la totalidad de los candidatos presidenciales que
garantizaran el mantenimiento y profundización de políticas como la ley que
asegura un 6% del PBI destinado a educación, los programas de mejoramiento
de la calidad universitaria, las obras de infraestructura y planes como
Progresar y Conectar Igualdad, cuya continuidad hoy está en jaque. Seis
meses después, reafirmamos lo pronunciado entonces: desde REDCOM defendemos
“un sistema universitario fuerte y pluralista, entramado con un proyecto
nacional de desarrollo integral e inclusivo, donde más recursos se
traduzcan en más responsabilidades. Y rechazaremos cualquier política de
ajuste o arancelamiento”.
5
de marzo de 2016
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