En términos legales, la anomia casi no existe, porque en todo país democrático y de los otros hay leyes, decretos, normas que definen qué se puede hacer y qué no se puede hacer. Lo que suele ocurrir es, en todo caso, es que aparece cierto grado de anomia en términos sociales, una ilegalidad de ciertas acciones humanas que violan las normas existentes.
El mejor ejemplo es la Argentina, donde no hay anomia sino, como diría un cordobés, hay una “no mi hagás cumplir las leyes”.
La violación de normas de todo tipo es cotidiana. Desde el señor que se enoja porque quiere manejar a 220 kilómetros y un tozudo conductor respetuoso de las leyes “obstaculiza” su paso, hasta el señor o la señora que viola un semáforo en rojo y se siente un héroe; desde el médico que receta un medicamento que su paciente no necesita, pero que contribuirá a un lindo viaje a una isla caribeña, hasta el ingeniero que construye un edificio de 30 pisos en un barrio de casas bajas, donde sólo se puede construir hasta 7 pisos; desde un propietario sojero que se queja de “esos negros piqueteros” que no le dejan llegar rápido a la oficina que tiene en Puerto Madero, pero después corta rutas, desabastece a las ciudades y se ufana de ello, hasta los funcionarios que toman medidas y ensayan, para ver qué pasa, sin un ínfimo estudio previo.
Hay más muestras de la tendencia a violar normas, que es endémica en la Argentina: Desde el diputado que vota lo que sabe que no se podrá cumplir, hasta el que espera una orden para votar lo que jamás querría que se cumpliera; desde el abogado que se hace llamar “constitucionalista” y opina como si lo fuera, hasta el empleado de una empresa que se hace llamar “periodista” y se hace millonario violando todos los códigos deontológicos existentes y por existir; desde los empresarios de medios que se presentan a una licitación para abrir una FM cultural y una vez obtenida la licencia, arman una repetidora de su radio AM –y que se considerarán “perseguidos” si alguien hace cumplir la ley-, hasta los funcionarios que se lo permiten y dejan de permitírselo si las alianzas cambian.
La lista sigue, desde el funcionario que cobra un sueldo para atender a la prensa, pero que en lugar de cumplir con su obligación legal hace decir por su secretaria que no está o que no puede hablar, cuando en realidad él o su jefe están hablando a cuatro voces en un programa de radio, el único para el cual hablan; hasta la empresa que avisa que el aviso que colocan en un medio –una de las herramientas que tiene la democracia para que haya medios y por lo tanto control democrático de los poderes- será retirado si en lugar de defender la posición de la empresa se ocupan de cumplir con las rutinas periodísticas y por lo tanto tienen una conducta ética.
Hay otras actitudes de desprecio por las leyes que son más o menos corrientes: Desde el funcionario que se “olvida” durante meses o años que alguien viola una ley y cuando hay un conflicto se acuerda de las leyes y las quiere hacer cumplir en 90 días, hasta la empresa que brinda un servicio que no está autorizada a brindar y espera que la ley le caiga encima para decir que sufre “persecución”; desde el periodista que busca saber cuál es la verdad, hasta el que llevado por su ideología o por las tarifas de sus avisos, se indigna y mezcla libertad de prensa con Internet o la biblia con el calefón.
La lista es infinita, las conductas desviadas que violan leyes o no impiden que se violen se pueden contabilizar por centenares. A esta altura el lector sabrá que nos hemos referido al fondo de la cuestión entre el Estado y Fibertel. Uno que dejó hacer mientras le resultó conveniente y otro que hizo mientras no le dijeran nada. Uno que actúa sin estudiar cuál es la situación de los cientos de miles de clientes-usuarios que tiene el otro, que desconoce que no hay proveedores capaces de sustituir a Fibertel, al menos en un término de dos o tres años. Otro que como no puede decir que no violó la ley, dice que lo persiguen.
Para quien firma esta nota, las telefónicas deberían poder brindar servicios de TV y los que tienen servicio de Cable deberían poder ofrecer telefonía y servicio de Internet. Es una de las grandes deudas de la entrada de la Argentina en el mundo digital y está bloqueado por una de las modificaciones que se hicieron en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales a expensas de los sectores de izquierda que querían aparecer como valientes luchadores contra los monopolios.
Para quien firma esta nota, ni en 90 días ni en un año se puede reemplazar al proveedor de Internet que atiende a la mayoría de los usuarios metropolitanos y a buena parte de los de todo el país. Hay razones técnicas y comerciales que cualquier funcionario inteligente conoce, pero que no va a decir simplemente porque no atiende a la prensa.
Para quien firma esta nota, no sólo hay razones comerciales sino políticas y empresariales. Telecom tiene Arnet y sólo opera en su zona; Telefónica tiene Speedy y sólo opera en su zona; los dos tienen los mismos precios que Fibertel y están incapacitados de absorber a los usuarios de Fibertel. Los usuarios pueden atestiguar lo que significa quedarse sin ADSL durante una semana y que le digan “si, tenemos algunos problemas, ya lo vamos a solucionar”, después de saltear infinitos obstáculos impuestos por el CRM de la telefónica.
La otra competencia es Telecentro, que hasta ofrece Triple Play, pero cuyo servicio de telefonía, cable e Internet funciona cada vez peor, se corta dos o tres veces al día porque está excedida en su papel de única competencia de Fibertel. ¿Causa o consecuencia? Si hubiera más proveedores con redes extendidas, el problema no existiría.
En términos prácticos, la medida del ministerio de Planificación es impracticable. En términos políticos, no sabemos, porque la costumbre de algunos funcionarios es hablar con Radio 10 y sólo con ellos. Recién en los últimos días están hablando, algunos, con las radios y TV públicas. Alguna vez les tocará a los periodistas de otros medios.
El mejor ejemplo es la Argentina, donde no hay anomia sino, como diría un cordobés, hay una “no mi hagás cumplir las leyes”.
La violación de normas de todo tipo es cotidiana. Desde el señor que se enoja porque quiere manejar a 220 kilómetros y un tozudo conductor respetuoso de las leyes “obstaculiza” su paso, hasta el señor o la señora que viola un semáforo en rojo y se siente un héroe; desde el médico que receta un medicamento que su paciente no necesita, pero que contribuirá a un lindo viaje a una isla caribeña, hasta el ingeniero que construye un edificio de 30 pisos en un barrio de casas bajas, donde sólo se puede construir hasta 7 pisos; desde un propietario sojero que se queja de “esos negros piqueteros” que no le dejan llegar rápido a la oficina que tiene en Puerto Madero, pero después corta rutas, desabastece a las ciudades y se ufana de ello, hasta los funcionarios que toman medidas y ensayan, para ver qué pasa, sin un ínfimo estudio previo.
Hay más muestras de la tendencia a violar normas, que es endémica en la Argentina: Desde el diputado que vota lo que sabe que no se podrá cumplir, hasta el que espera una orden para votar lo que jamás querría que se cumpliera; desde el abogado que se hace llamar “constitucionalista” y opina como si lo fuera, hasta el empleado de una empresa que se hace llamar “periodista” y se hace millonario violando todos los códigos deontológicos existentes y por existir; desde los empresarios de medios que se presentan a una licitación para abrir una FM cultural y una vez obtenida la licencia, arman una repetidora de su radio AM –y que se considerarán “perseguidos” si alguien hace cumplir la ley-, hasta los funcionarios que se lo permiten y dejan de permitírselo si las alianzas cambian.
La lista sigue, desde el funcionario que cobra un sueldo para atender a la prensa, pero que en lugar de cumplir con su obligación legal hace decir por su secretaria que no está o que no puede hablar, cuando en realidad él o su jefe están hablando a cuatro voces en un programa de radio, el único para el cual hablan; hasta la empresa que avisa que el aviso que colocan en un medio –una de las herramientas que tiene la democracia para que haya medios y por lo tanto control democrático de los poderes- será retirado si en lugar de defender la posición de la empresa se ocupan de cumplir con las rutinas periodísticas y por lo tanto tienen una conducta ética.
Hay otras actitudes de desprecio por las leyes que son más o menos corrientes: Desde el funcionario que se “olvida” durante meses o años que alguien viola una ley y cuando hay un conflicto se acuerda de las leyes y las quiere hacer cumplir en 90 días, hasta la empresa que brinda un servicio que no está autorizada a brindar y espera que la ley le caiga encima para decir que sufre “persecución”; desde el periodista que busca saber cuál es la verdad, hasta el que llevado por su ideología o por las tarifas de sus avisos, se indigna y mezcla libertad de prensa con Internet o la biblia con el calefón.
La lista es infinita, las conductas desviadas que violan leyes o no impiden que se violen se pueden contabilizar por centenares. A esta altura el lector sabrá que nos hemos referido al fondo de la cuestión entre el Estado y Fibertel. Uno que dejó hacer mientras le resultó conveniente y otro que hizo mientras no le dijeran nada. Uno que actúa sin estudiar cuál es la situación de los cientos de miles de clientes-usuarios que tiene el otro, que desconoce que no hay proveedores capaces de sustituir a Fibertel, al menos en un término de dos o tres años. Otro que como no puede decir que no violó la ley, dice que lo persiguen.
Para quien firma esta nota, las telefónicas deberían poder brindar servicios de TV y los que tienen servicio de Cable deberían poder ofrecer telefonía y servicio de Internet. Es una de las grandes deudas de la entrada de la Argentina en el mundo digital y está bloqueado por una de las modificaciones que se hicieron en la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisuales a expensas de los sectores de izquierda que querían aparecer como valientes luchadores contra los monopolios.
Para quien firma esta nota, ni en 90 días ni en un año se puede reemplazar al proveedor de Internet que atiende a la mayoría de los usuarios metropolitanos y a buena parte de los de todo el país. Hay razones técnicas y comerciales que cualquier funcionario inteligente conoce, pero que no va a decir simplemente porque no atiende a la prensa.
Para quien firma esta nota, no sólo hay razones comerciales sino políticas y empresariales. Telecom tiene Arnet y sólo opera en su zona; Telefónica tiene Speedy y sólo opera en su zona; los dos tienen los mismos precios que Fibertel y están incapacitados de absorber a los usuarios de Fibertel. Los usuarios pueden atestiguar lo que significa quedarse sin ADSL durante una semana y que le digan “si, tenemos algunos problemas, ya lo vamos a solucionar”, después de saltear infinitos obstáculos impuestos por el CRM de la telefónica.
La otra competencia es Telecentro, que hasta ofrece Triple Play, pero cuyo servicio de telefonía, cable e Internet funciona cada vez peor, se corta dos o tres veces al día porque está excedida en su papel de única competencia de Fibertel. ¿Causa o consecuencia? Si hubiera más proveedores con redes extendidas, el problema no existiría.
En términos prácticos, la medida del ministerio de Planificación es impracticable. En términos políticos, no sabemos, porque la costumbre de algunos funcionarios es hablar con Radio 10 y sólo con ellos. Recién en los últimos días están hablando, algunos, con las radios y TV públicas. Alguna vez les tocará a los periodistas de otros medios.
Rubén Levenberg (Publicado originalmente en Bloggers Report)
4 comentarios:
Interesante tu análisis, Rubén. Creo que suma un aporte desde un ángulo que hasta el momento no se divisaba como claro. Y vale que asi sea. Esta mañana escuchaba a Víctor Hugo Morales haciendo otra reflexión importante. Decía que las leyes estaban para ser cumplidas, por todos y para todos. También decía, en ese mismo camino, que quienes se quejan de la inseguridad, aquellos que reclaman por que les roban los sistemas de alarmas y los estéreos de sus autos, y también los autos, los que realizan planteos pomposos en torno a estas cuestiones, son los mismos que todos los días recorren la calle Libertad (vaya paradoja !!!!!!) para comprar, seguramente, los mismos estéreos, los mismos sistemas de alarmas y los mismos accesorios y las mismas autopartes que les robaron de sus propios autos. Si le das de morfar al ladrón, no te quejes de que te afanan...O de que haya afanos y se multipliquen los afanos...O como se dice ahora: "Ola de robos"...Si...Por que la Ola está de fiesta en los medios !!!!
Si no cumplís con las leyes, no te quejes de quienes no las cumplen...
No creo que tu opinión y la del respetado periodista uruguayo sean contradictorias. Me oriento a considerar que se complementan, o pueden complementarse. Me resultan interesantes ambas. Me resulta más realista, más creíble, y mas justa, la postura de Morales.
Más allá de todo, mi estimado Rubén, es hora de que reconozcamos algo inocultable: en los últimos 2 años (este lapso no es antojadizo, porque coincide con los tiempos de fusiones y cambios estructurales dentro de Fibertel a nivel gerencial, a nivel de las estrategias de atención al cliente y a la calidad del servicio) el nivel de las prestaciones de Fibertel decayó notablemente, y fueron miles los usuarios que nos alejamos de la empresa que en otros tiempos fue líder en este tipo de servicios. Reconozcamos, de una vez por todas, que Fibertel se transformó en la hija bastarda (o apropiada, como más te guste) de otro engendro que en algún momento se llamó Ciudad Internet. Te mando un abrazo. Y la seguimos...Claro...
Horacio Pelman
Hola Horacio. Coincido totalmente con vos. Lo que yo digo es que más allá de todo, hay otras formas de hacer cumplir la ley. Por ejemplo, se pueden otorgar 90 días a la empresa para que venda sus acciones, de manera que Fibertel vuelva a existir. Hay un hecho material y es que los servicios de Telefónica, Telecom y Telecentro son peores que el de Fibertel, lo cual es mucho, porque Fibertel tiene micro cortes diarios, cortes de 24 y 48 horas de cable e Internet y cosas peores. Pero Telefónica y Telecom te cortan el servicio de Internet por hasta un mes y no hay tu tía, no te responden. Telecentro no llega a cubrir ni un cachito de la ciudad de Buenos Aires y todos los demás usan las redes de Telecom y Telefónica y, por lo tanto, están sujetos a los mismos problemas.
¿Qué hacemos? Para mi, aplicar la ley y defender a los consumidores. Hay muchas opciones, pero ninguna razonable es dejar a cientos de miles de tipos sin Internet y decirles que vayan a otro proveedor. Para mi, es ridículo.
Hola Ruben
Recién hice un comentario en Puede Colaborar, acordando plenamente con tu postura.
Además de poco serio, es un grosero error político: a pocos días de hacer público el tema de Papel Prensa, les habilita la posibilidad de la victimización, a la par que dejan abierta la crítica por izquierda, ya que en definitiva terminan fortaleciendo a los monopolios de las telefónicas (que no son mucho más "santas"). Pregunta ingenua de un absoluto desconocedor del tema: el Estado, ¿no puede tomar el lugar de Fibertel...? no digo ya, ahora, pero en un futuro cercano.
Un Abrazo
Rubén,
La solución es simple: como he planteado en mi blog: intrudocir la competencia en la última milla.
Sobre lo de que se cae el servicio y no te lo arreglan, hay que reclamar, el reglamento del servicio telefonico basico tiene multas y penalidades estrictas, cosa que en las redes de cablemodem no existe.
Además, si miras la estructura de una red de cable vs una telefónica te darás cuenta que el ADSL es muy superior. Lo único que hace falta es que la SECOM reglamente el "Desagregado del bucle del abonado" para que podamos llamar al 0-800-de-vido ;) y pedir el cambio a otro prestador si telecom o telefonica no proveen un servicio adecuado.
Los competidores podrán instalar equipos en el edificio de la central y conectar las lineas de los clientes que se cambien de operador (co-location se llama esto en la jerga).
La red de coaxil, por otra parte, es un gran "peer to peer" donde todos los edificios están colgados sobre el mismo coaxil que va por la calle. Es de entender entonces que en hora pico y en barrios muy densamente poblados se sature la ultima milla.
Si me pasás un email de contacto te puedo pasar un par de PDFs sobre como se soluciono el tema del monopolio de la última milla en países europeos que hoy tienen las tarifas más bajas de internet.
FC
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